19 de marzo de 2025
Víctor Hugo Vallejo


En esa banalización de la información que se adivina como tendencia entre los periodistas modernos, poco dados a la búsqueda de las noticias, una señora joven profirió un grito de apoyo que sonaba entre ridículo y humorístico.


A alguien, en un arranque de ingenio, se le ocurrió decir alguna vez que después del primero todos son perdedores. Y muchos fueron quienes tomaron la frase como una especie de dogma que siguieron usando en sus débiles argumentaciones.


Morir es parte del vivir. Desde que se nace se conoce el destino final que no es nada distinto a la muerte. Nadie nace con la vida eterna garantizada en el tiempo. Algunos hasta les dan longevidad, pero nunca permanencia plena en la existencia.


El amor no es un deber, ni propio, ni ajeno. El amor es la oportunidad afectiva que cada ser humano se da en el momento preciso y cuando se convierta en una necesidad elemental que de alguna manera le ayuda a llevar la vida o sencillamente a ser como quiere ser.


Explicaciones se han intentado muchas y lo han hecho verdaderos expertos en la materia, pues de alguna manera es necesario encontrar una causalidad para que los colombianos sepan como son, con una etnografía plagada de defectos.


Siempre vivió pensando que una vez se le acabara la vida, pasaría a ser un olvido. Por eso no es de extrañar que llevara consigo en el bolsillo interior de su saco, en un pequeño papel, la copia del poema del maestro Jorge Luis Borges “Aquí hoy”.


Eran 40 pasajeros. Un vuelo chárter ocupado por los integrantes de la excursión, encabezados por quien les había vendido los tiquetes y los paquetes de alojamiento y alimentación en la Isla de San Andrés.


La sociedad es posible porque existe el Derecho. Sin reglas de juego, el entendimiento entre los seres humanos se haría imposible, porque cada quien trataría de sacar ventaja en su favor, lo que de alguna manera mantendría la vigencia de la denominada ley del más fuerte.


“Todas las despedidas son inútiles / y a veces hasta tristes”, cantó en uno de sus poemas el gran José Eustasio Rivera, en lo que, como a todos los poetas, que desde las emociones sientan premoniciones, no dejaba de tener razón.


De tiempo atrás su negocio comenzó una etapa de declive que en un comienzo no le llamó mucho la atención. Pero eso se fue agudizando. Desde hace muchos años ha vivido de vender periódicos, revistas y folletos de crucigramas.
