4 de mayo de 2024

Universidad: El semillero del marxismo

9 de junio de 2022
Por Sebastián Galvis Arcila
Por Sebastián Galvis Arcila
9 de junio de 2022

Seguro tu lo sabes: la doctrina marxista ha reinado por décadas en los claustros de la universidad occidental y en gran parte su estallido se dio tras el cierre de la segunda guerra mundial; cuando surgió ese culto académico e intelectual que se nombraría bajo el estandarte leninista y brindaría en hecho una vía de emergencia a los postulados marxistas. El mismo modelo que fracasaría en Rusia (hoy capitalista) y en China de Mao Tse Tung (hoy capitalista), donde un afán por practicar las tesis del nacido en Tréveris, generó desigualdad e injusticia en muchas naciones en las que el régimen impediría la movilidad vertical de las clases.

Esta fue la ola en contravía del poder oligarca que, tras recorrer con espanto y hambruna a Europa, sobrevino hasta América latina repleta de buenas intenciones para alimentar entre otras, la revolución cubana, la misma que hizo de aquellas tesis una opción teórica para los pueblos del sur y en función de un modelo utópico a seguir. Este fue el discurso con el que Fidel conquistó las mentes de miles de jóvenes que interiorizaron un mensaje bien empacado por la producción de la antigua Unión Soviética. En esos tiempos, donde subía como palma el fervor en contra del imperialismo gringo, la pobreza y la desigualdad, el Che Guevara revitalizaría con la proposición de un hombre moralmente nuevo, social y renovado, una lucha ideal que calaría lo suficiente en las comunidades del sur y que daría como resultado una colonización del pensamiento estudiantil a mitad del siglo XIX.

El Marxismo: un sistema capaz de predecir el hundimiento del capitalismo y de profetizar grandes movilizaciones populares alrededor del mundo, que no fue capaz de incorporar en su análisis metódico el quinto mandamiento del cristianismo: No matarás. El Marxismo, una promesa jamás cumplida que en su proliferación jamás ha podido distanciarse de las formas más crueles de violencia, no obstante, su encanto se ha mantenido en declaratorias en contra de la democracia tradicional y formal, apelando al sufrimiento humano. Ahí, justo en ese punto, es donde el discurso reactivo y repetido incubó los movimientos de izquierda revolucionaria que darían paso a guerras entre grupos al margen de la ley; mientras que, ante el malestar, la universidad fue asumiendo desde entonces (durante la década de los sesenta) un rol de replicación de reflexiones y argumentos en apoyo a ese modelo comunista, sí, ese que para la época seguía siendo minoría pero que siempre fue capaz de causar más ruido entre las masas que otras formas de transformación social.

Seguro sabes que ese discurso violentador de los derechos humanos tiene por principal bandera la declaración redencionista y populista de quienes malinterpretaron a Marx, pues fueron aquellas juventudes que crecieron escuchando los discursos objetivados y posteriormente politizados de la mayoría de los autores de la escuela de Frankfurt y de otros pensadores de frontera, los que han sobrevivido hasta ocupar hoy cargos gubernamentales así como cuerpos de participación política que actúan de conformidad con ideologías propias de un pensamiento de izquierda. Un pensamiento que ha brotado lo suficiente en el continente, siendo académico, incendiario y panfletario, que no duerme en oposición a las estrategias de consensos y libertades por motivo de la embriaguez que le produce la necesidad de poder.

¿Qué viene diciendo la universidad?, claro, centrando el hecho en las facultades de ciencias jurídicas, sociales y humanas y en perspectiva general, nunca particular; nos dice que ha llegado el momento del ansiado cambio, de redimirnos como si el cielo estuviera al alcance de nuestras manos o el éxito dependiera de un caudillo; y desde sus sellos editoriales se han publicado trabajos con apoyo a esas tesis durante todo este tiempo, a menudo, sin un rigor científico o académico que viabilice el marxismo como un proyecto de renovación que ha llegado a arraigarse en las instituciones y también a sofocarse con la relación entre política y cultura o política y educación.

El pensamiento de izquierda se nutre y debilita constantemente, porque igual que en política: nadie muere para siempre, y en este país está a punto de hacerse oficial. Para algunos, nos debemos históricamente la posibilidad de tener un presidente progresista, mientras para otros el marxismo es una doctrina fracasada con millones de seguidores que no encuentran una forma distinta de frenar el ritmo desbocado de un capitalismo culpable de la esclavitud del “yo” y de la pérdida de la libertad.

Psicólogo. Magister en Educación