28 de abril de 2024

Traiciones

Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
12 de marzo de 2021
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
12 de marzo de 2021

No era la persona más importante de ese mundo de cosas que se sucedían al margen de la legalidad. Era una vieja prostituta que ambicionaba cualquier hombre, con tal de que le garantizara la comida y una dormida decente, sin importar sus calidades, condiciones, ni características. Lo que fuera. Necesitaba seguridad cotidiana para esa vejez que se le venía encima, que detectaba todos los días en la medida en que menos clientes le aparecían para llevar a esa pieza de hotel de mala muerte, en la que le cobraban todos los días, aunque supieran que no había obtenido ingreso alguno en esas noches de minifalda de cuero negro, luciendo las piernas y paseándose con su cartera al aire libre, al paso de tracto mulas por la doble calzada, a grandes velocidades. Le terminaba doliendo la nunca de ver pasar esos carros enormes que parecían desplazarse por el impulso del viento.

Cuando conoció a “Bobolitro” tuvo al menos alguien que con gran ternura le dijo alguna vez que la quería y que cada que podía la visitaba para que ella se pusiera encima de su enorme panza y le hiciera sentir un mínimo afecto, aunque fuese comprado. Varias veces hablaron de que algún día se irían a vivir juntos y en ese decir ella tenía puestas todas sus esperanzas, por una razón elemental: “Yo estoy muy vieja para seguir por ahí de puta”. El hombre de gran talla y mucho peso, le hizo la promesa de que un día se irían juntos a donde nadie los conociera para ser felices. Eso no se cumplió, pero ella tuvo la manera de ser feliz, en su elementalidad: que no le faltara lo esencial. Y lo logró a través de ese gordo tierno, ingenuo, crédulo y creyente que la acariciaba con sus gruesas manos de manera suave y delicada. Como pasarle dos almohadillas por su muslos y caderas. Se fue alejando despacio, caminando, con un maletín en el que cabía todo su patrimonio y un morral negro que encontró al lado del cadáver del hombre con quien soñó futuros.

Todos son personas de humildes condiciones que en la medida en que tienen oportunidad de utilizar gruesas sumas de dinero, de vez en cuando, se sienten poderosas y multiplican sus sueños de ser muy poderosos con la convicción de sus armas de fuego y el costo cada vez más alto de los narcóticos, como producto de esa persecución implacable e inútil que el Estado hace, en ese tratar de acabar algo que no es posible de acabar y que muta cada vez más y se convierte en mayor negocio para todos, comenzando por las autoridades que viven de eso, pues en esa persecución constante hay muchos desvíos deshonestos, que son los que les dan sentido de pertenencia a una lucha que desde lo oficial se tilda de heroica, y desde la realidad no deja de ser más que una ridiculez que no lleva a resultados ciertos de ninguna naturaleza, mientras la seguridad ciudadana se encuentra cada vez más deteriorada. Las autoridades están ocupadas en lo que les da dinero, no en proteger al asociado que cada vez está más desamparado ante quienes lo quieran agredir por un simple celular, o unos pocos billetes que corresponden a la quincena de un salario mínimo.

Todos son seres que se sienten mucho más de lo que son, porque comen bien, beben bien y se consiguen más de una pre pago que por dinero hacen cualquier cosa. Incluso se dan el lujo de acostarse con bellas universitarias que se pagan sus costosas matrículas en Universidades privadas mediante el lucro de acostarse con quien pague, aunque las maltrate.

De entrada, se sabe que vamos a vivir otra realización sobre el manido tema del narcotráfico, que parece inagotable, como esa persecución inútil del Estado, pero el tratamiento y el enfoque que se va dando a los hechos, comienza a ganar el interés y la atención, para entender que se trata de un relato sobre el infra-mundo del bajo mundo.

En medio de gastos suntuosos (que no suntuarios) con ausencia total de buen gusto, se va entendiendo que todos son fugitivos de su ambición, de sus traiciones, de sus ausencias completas de lealtad. Solamente conocen la adhesión al dinero, aunque para ello se deban jugar la vida en cada uno de sus pasos, por cualquier parte.

Se va conociendo de como se arreglan las deudas entre bandidos y uno de ellos es bien claro en poner de presente que las cosas de bandidos se arreglan a lo bandido, que nada de dar aviso a la autoridad, porque de pronto a esta le da por cumplir con su deber y terminan presos o sencillamente deben participar a alguien más de esas utilidades que denominan fáciles y que cuando se presentan son abundantes, pero cuyo disfrute se complica cada vez más.

Cortarle la cabeza a alguien con un filosos machete, sentado, con las manos atadas atrás con un laso, en una oficina y luego proceder a cortarlo en pedazos que echan sangre y ensucian el piso, es una muestra de lo que sucede en ese mundo de seres dedicados a lo más oscuro de lo que es el delito que se ha transformado de mil maneras y se va a seguir transformando, porque en la medida en que haya quien consuma, deberá haber quien produzca y si la prohibición y la criminalización se mantiene, como parece ser definitivo, los precios cada vez serán mayores y la actividad aún más peligrosa.

Oscar iba en el camino de construir su propia estructura criminal y en alguna ocasión hizo uso de los servicios del prestamista despiadado, con tal de tener el dinero en efectivo que demanda cualquier clase de estas transacciones y recurriendo a sus métodos de imposición de criterios, pensó que a ese muchacho que se depilaba las cejas y de quien los pistoleros sospechaban que era gay, se le podía burlar fácilmente y mandarle razones amenazantes para que desistiera de cobrar lo debido. El mafioso en ascenso se vale de uno de sus bandidos y lo envía a amedrantar al prestamista, sin contar con que este -que también cuida su dinero de cualquier manera, incluso más despiadadamente que los bandidos-, no se atemoriza y por el contrario da muestras de que en adelante los métodos van a cambiar, por lo que no duda en dar la orden fácil (con un gesto) a uno de sus hombres de confianza para que le vuele la cabeza de un machetazo a quien ha llegado a meter miedo. El prestamista mete más miedo que cualquiera, por eso se dedicó a ese oficio de exprimir hasta el último centavo de quienes acuden a sus servicios.

El no regreso del Pecoso para traer la razón del resultado del amedrentamiento, prende las alertas de don Oscar y sus hombres, quienes comienzan a esconderse en rincones no previsibles, en medio de una mayor pobreza de la que han vivido desde siempre, sin que les faltara nunca ni el licor, ni las mujeres, ni los narcóticos de consumo. Se alejan de esa vieja casona que es objeto de remodelación y a donde llega una pareja de un hombre de edad y su nieto a realizar reparaciones y renovaciones. Se movilizan en una vieja camioneta de la que se desconocen la marca, los colores y el modelo, pero aún se mueve y de la que para que salga el dueño, el abuelo, es necesario que el nieto le abra la puerta por fuera, pues desde adentro el mecanismo ya no funciona.

Al terminar una jornada de trabajo, al mover el viejo carro en reversa, el nieto golpea una virgen de cerámica, que se desprende de su pedestal y al tratar de repararla y al menos volver a colocarla en su sitio, descubre que en el fondo hay unos recipientes llenos de billetes americanos. Se emociona, se asusta y recuerda que es un hombre honrado, tal como lo ha educado su abuelo desde cuando murió su madre, de la que ni siquiera tiene conocimiento, y deja todo en su sitio, coloca la cerámica de nuevo en su lugar y al encontrarse en la noche con su novia, una vendedora de cualquier cosa en la calle, le comenta y esta le hace ver la calidad de pendejo que es, pues ha debido apoderarse de esa plata, para que tuviera con que pagar en la casa de empeño lo que le prestaron sobre su pequeña moto, y la pudiese recuperar y con lo que les sobrara se irían lejos, los dos, como pareja.

La caleta la vigila el mismo cuidador de los perros de don Oscar, el gordo “Bobolitro”, que no se da cuenta del golpe a la virgen de cerámica, con rostro mal diseñado y mirada medio bisoja. La casa, por su parte, la cuidan dos perezosos policías, a quienes les pagan por no hacer nada, disfrazados de obreros de construcción en el predio contiguo y con una ausencia total de credibilidad, pues mientras uno observa por un Teodolito los movimientos de quienes viven en la casa de Oscar, el otro se la pasa tirado en el piso quejándose de sus dolores de espalda y preguntando cosas elementales al otro que piensa y cree que los textos bíblicos dicen la verdad y son historia. Y nadie vio cuando el nieto golpeó el mínimo monumento.

Al día siguiente, el nieto atiende las insinuaciones de su novia. Se apodera de los billetes de la caleta y los lleva consigo, habiéndolos defendido ante el gesto del abuelo que quiso tirarlos al basural, al confundirlos con desechos de construcción. El primer responsable de la pérdida que es el hundimiento definitivo de Oscar, es el gordo creyente, que se extasía en la pequeña iglesia de ese pastor mentiroso y engañero que predica acompañado de golpes de rock, para hacer más contundentes sus aseveraciones de castigos desconocidos, que deben conducir a la convicción por miedo, de quienes le oyen sus destemplados gritos y los someten a entregar sus bienes. El gordo canta con emoción, sin que logre entender nada de lo que le dicen y mucho menos esas páginas bíblicas que mantiene abiertas en la consola de su viejo Stdubaker gris y trata de leer cuando el cuidado de los perros le deja tiempo.

Las acciones se intensifican y se dan muchas muertes que le quedan al espectador en la imaginación, pues ninguna de ellas es explícita ante la cámara, que va dejando buena parte del argumento en manos de quien mira la ultima película de Carlos Moreno Herrera, el realizador caleño, “Lavaperros”, estrenada el 5 de marzo en la plataforma Netflix, luego de no haber podido ser estrenada en salas de cine el 17 de abril de 2020, cuando se previó su lanzamiento, debido a las secuelas aislantes de la epidemia que ha pasado a ser parte de la vida actual.

La película fue filmada entre los años 2017, 2018 y parte del 2019, con edición final en el 2020 y teniendo la programación de ponerla en salas en el mes de abril. Todo se paralizó y aún no se retoma la normalidad de los teatros par mantener el gusto de ver cine. Las plataformas, grandes ganadoras del estado de anormalidad, pues se convirtieron en el cine necesario en casa, le dieron la oportunidad a este filme y otros, que llegan a los espectadores de manera diferente, en pantallas más reducidas y sin el encanto que siempre ha tenido en salas, pero al menos permitiendo acercarse a esas nuevas producciones.

Los realizadores de la película pensaron que el proyecto de bien difícil producción y que fue generado con la participación de Dago García, quien se ha convertido en el gran productor cinematográfico de los últimos años en nuestro medio, aunque muchos de esos proyectos son de calidad bien cuestionable, iba a convertirse en un gran fracaso y apenas quedaría en las estadísticas de muchos realizadores egresados de la academia en Colombia y quienes vienen dándole un nuevo aire al cine nacional, sin que la calidad de todos sus productos correspondan a las exigencias del buen conocedor del asunto, pero al fin y al cabo tratando de ser creadores, innovadores y poniendo en práctica todas las ventajas que la alta tecnología ofrece ahora. La pandemia obligó al cambio de mentalidad de directores jóvenes, quienes ven ahora en las plataformas y las redes electrónicas otra manera de exhibir sus productos.

Esta es la quinta película de Carlos Moreno, egresado de la escuela de cine de la Universidad del Valle, nacido en Cali en 1968 y quien tiene en su haber otras realizaciones para distintos medios audiovisuales, de los que no es posible excluir la televisión, que sigue siendo un medio de contacto permanente con los espectadores.

Moreno ha dirigido los siguientes filmes:

– Perro come perro, de 2008
– Todos los muertos, 2011
– El cartel de los sapos, 2011
– Que viva la música, 2015
– Lavaperros, 2020

Puede decirse que “Todos los muertos”, es su obra más acabada y aunque se ocupa de temas violentos, no se asocian tan directamente al narcotráfico, que de alguna manera ha permeado la producción de Moreno y que le ha generado buenos resultados en taquilla. Seguramente con “Lavaperros” en plataforma va a tener una audiencia aún mayor y los resultados económicos seguramente serán rentables.

La producción cuenta con un excelente guion (es lo mejor del trabajo) a cargo de dos escritores vallecaucanos destacados en los últimos años, como son Pilar Quintana y Antonio García. Tiene un buen manejo de cámaras y movimiento y se escenifica en los territorios de la ciudad de Tuluá, donde el tema de que se ocupa no es extraño. De pronto abusa de unos primeros planos innecesarios y del manejo de sombras y oscuridad para tratan de eludir responsabilidades visuales en lo que se quiere decir.

La actuación central de Cristian Tapan, como ese Oscar mafioso de medio pelo (Lavaperros) es muy digna, en la encarnación de un barrigón que ambiciona tener un hijo y recibe el diagnóstico médico de que ello no es posible por la carencia de fuerza y fertilidad de sus espermatozoides, lo que lo hace sentir muy mal, pues tiene plena confianza en ellos y en su capacidad amatoria con muchas mujeres, con quienes siempre usa condón, aún después de la noticia médica, menos con su linda esposa, que no se siente satisfecha con lo que le entrega su esposo y se entretiene con uno de los matones escoltas, que pretende que ella se enamore de él, en ese juego en el que todos traicionan a todos. Tapan está acompañado de otros buenos actores, con una muy buena y firme dirección de Moreno, como son Leonor López, Macio Pérez Cruz, Anderson Ballesteros, Héctor Mauricio Mejía, Kevin Andrés Muñoz, Jhon Alex Toro y Jhonnie Castillo.

La banda sonora es muy irregular y por momentos no logra ser la compañía cierta y necesaria de las acciones. La canción que al final pretende identificar el filme, es de muy baja calidad e interpretada con una voz que puede ser buena para otros asuntos, más no para melodías. Es el gran desacierto de la película.

Moreno sin duda es un buen director de cine y promete mucho en el futuro. La película en términos generales se deja ver, no es gran cosa, pero está realizada con muchos elementos de lo que es el nuevo cine colombiano .