28 de abril de 2024

Lo extrañamos, señor Carreño…

15 de julio de 2018
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
15 de julio de 2018

Coronel  RA  Héctor Álvarez Mendoza

En la mañana del pasado 10 de julio del presente año 2018, por la emisora bogotana la W se escuchó una entrevista del periodista radial Julio Sánchez Cristo al diputado de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, don Pedro Carreño, capitán retirado del ejército, abogado, exministro del interior del gobierno de Chávez y miembro del partido gobiernista PSUV, en la cual el periodista preguntó sobre recientes declaraciones dadas por el diputado al periodista y ex vicepresidente chavista José Vicente Rangel en el canal oficialista Televen, según las cuales, en caso de que Los Estados Unidos y Colombia ataquen militarmente a Venezuela, “…nuestros Shukoi tendrán la responsabilidad de destruir los siete puentes fundamentales sobre el rio Magdalena y así partir en dos a Colombia”. Adicionalmente afirma que la escasez, el desabastecimiento y la miseria que padecen los venezolanos se debe, no al caótico y desastroso manejo de su propia economía, sino a la supuesta “guerra económica” orquestada por Washington y Bogotá de la cual, aparte de acusar a Trump, también señala a Uribe, Santos y Duque, como responsables de su desastre. Ante la evidencia de la calamitosa situación venezolana, el envilecimiento de su moneda, el endeudamiento externo y la bancarrota general de sus finanzas públicas, debemos remitirnos a un principio elemental de economía, repetido hasta por las abuelitas de todos nosotros, según el cual, no se debe gastar más de lo que se gana ni invertir la platica en comprar chucherías y pendejadas innecesarias. Ese es un principio inmutable que define el rumbo de cualquier sistema económico, desde el hogareño hasta el de los estados, que  promete el éxito o empuja hacia el abismo.

Infortunadamente, como ya lo manifestamos en anteriores ocasiones, ese parece ser el origen del depelote económico que fatalmente enfrenta el regimen venezolano de los últimos tiempos, a pesar de que dispone de las reservas petroleras probadas más ricas del mundo, lo que en tiempos de vacas gordas generó “ríos de leche y miel”, que infortunadamente cayeron en manos de un gobierno populista, depredador, incompetente y ambicioso que se dedicó a comprar popularidad y lealtades dentro y fuera del país, dilapidando a manos llenas las riquezas confiadas a su cuidado. Adicionalmente, el gobierno bolivariano se dedicó a fortalecer sus fuerzas armadas, preparándolas para una guerra imaginaria contra el “imperio” y contra inexistentes y gaseosos enemigos, aliados de aquel, eufemismo usado siempre para referirse a Colombia, su eterno “trompo de poner” y a quienes no estuvieran incondicionalmente identificados y alineados con la llamada revolución del siglo XXI.

Recordemos que el 14 de septiembre de 2009, a su regreso de una prolongada gira por Libia, Argelia, Siria, Turkmenistán, Irán y Rusia, durante una de sus interminables y soporíferas intervenciones televisivas con audiencia cautiva en cadenas obligatorias, el comandante Hugo Chávez anunció a los cuatro vientos la compra a Rusia de abundante material de guerra, que incluía, entre otros “juguetes”, una flota de 24 aviones cazas polivalentes Shukoi modelo SU-30 MK2, a razón de 40 millones de dólares la unidad, baterías lanzamisiles, tanques T-72 de segunda mano, algunos submarinos.  misiles tierra-aire así como cien mil nuevos fusiles Kalashnikov K 47 con enormes cantidades de municiones, además de una fábrica de tales fusiles y otra cantidad enorme de elementos bélicos. Los 24 cazas Shukoi, que reemplazaron a la costosa flotilla de cazas estadounidenses F-16, que actualmente languidecen oxidándose en el abandono, empezaron a llegar en noviembre de 2006 desde Rusia, flota que desde un comienzo empezó a sufrir problemas de operabilidad reducida, atribuíble, según expertos analistas, a un deficiente servicio de mantenimiento y post venta.

La flota de cazas rusos sufrió su primer pérdida el 17 de septiembre de 2015 cuando uno de los Shukoi SU-30 MK2 se accidentó en una misión cerca de la frontera con Colombia, causando la muerte de sus dos tripulantes, los capitanes Ronald Ramírez y Jackson García. De inmediato Maduro dispuso negociar la reposición del aparato y la compra de 12 nuevos aviones, mediante un contrato de 480 millones de dólares, para elevar el contingente a 36, convirtiendo a su fuerza aérea, al menos teóricamente, en una de las más poderosas del continente. Además, en su momento, Chávez concretó el compromiso de construcciòn de una central nuclear con la asesoría técnica de ingenieros rusos, iraníes y cubanos entrenados en Rusia. El proyecto tendría propósitos pacíficos y para aprovechar la capacidad de suministro de uranio proveniente de minas venezolanas y así fortalecer el sistema eléctrico.

El anuncio de Chávez causó terror entre sus vecinos, conocidas sus apetencias nucleares. Terror justificado al observar la situación de Venezuela, tan rica en ese momento en renta petrolera, como pobre en fuerza de trabajo, desastrosamente administrada y al mando de un gobernante bipolar con facultades histriónicas más propias de un bufón que de un estadista, cuya crasa ineptitud como mandatario se hizo evidente hasta en el escaso tino que demostró en la elección de su heredero en la tarea de conducir el estado. Parece que por ahora, el asunto de la central nuclear fue engavetado, donde, para bien de Venezuela y tranquilidad de sus vecinos, esperamos que siga escondido para siempre. Aunque, no sería extraño que Maduro y su actual ministro del Poder Popular para la Energía Eléctrica, el General Luis Motta Domínguez, no hayan descartado completamente el ambicioso proyecto.

Ya que surge el nombre del General Motta Domínguez, es preciso recordar, porque resulta inolvidable, que este personaje se hizo célebre a raiz de un incidente curioso y anecdótico que parece un chiste, pero que sucedió tal como aquí se relata, tema que ya se contó en anterior oportunidad y que me permito repetir, pues los buenos chistes, aunque repetidos, se disfrutan como la buena música y por tanto permiten algunas licencias. Recordemos entonces que en marzo de 2016, Venezuela atravesaba por una severa crisis eléctrica causada por la negligente falta de mantenimiento de la infraestructura técnica, situación agravada por una prolongada sequía, causada por el fenómeno de “El Niño”, que redujo a niveles críticos las reservas hídricas de la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, originalmente llamada “Raúl Leoni”, también conocida como represa del Guri, que regularmente funciona con 180 mil millones de metros cúbicos de agua para producir hasta 10.235 MW, lo que la convierte en la cuarta central hidroeléctrica más grande del mundo, después de los complejos hidroeléctricos de “Las Tres Gargantas” y “Xiloudu” en China y el complejo binacional “Itaipú” entre Brasil y Paraguay. De la capacidad generadora de El Guri depende la satisfacción de la mayoría de necesidades eléctricas de Venezuela, de ahí la importancia estratégica de su correcto y continuo funcionamiento.

Resulta que un buen dia de marzo de 2016, fue citada una reunión técnica de alto nivel para analizar sobre el terreno el manejo de la grave crisis provocada por los bajos niveles de la inmensa represa, que obligaba a contínuos apagones y prolongados períodos de racionamiento eléctrico, reunión a la cual asistió como invitado principal el mencionado General Luis Motta Domínguez, Ministro del Poder Popular para la Energía Eléctrica, nombrado en ese cargo por Maduro desde 2015, y en tal calidad, Presidente de la Corporación Eléctrica Nacional (CORPOELEC), quien pasó a la historia, cuando al contemplar directamente los bajos niveles del embalse, sin sonrojo alguno, preguntó:

¿Con cuántos camiones cisterna se llena esta vaina?

Ante tan simplona e insólita pregunta de la supuesta primera autoridad en tan delicada materia técnica, todos los asistentes quedaron sorprendidos en medio de un helado e incómodo silencio, hasta que uno de los expertos ingenieros presentes, entendió que el interrogante iba en serio y que no se trataba de una mala broma del general y luego de carraspear, tímidamente se atrevió a contestarle:

Señor Ministro, un segundo de generación requiere aproximadamente el contenido de 5.000 camiones cisterna…”

Nadie se atrevió a continuar haciendo cálculos ni a aclararle a “mi general” el señor ministro, que para lograr una hora de generación normal de la hidroeléctrica, se necesitaría tomar de una fuente incierta de agua dulce, transportar por vías inexistentes y vaciar en “esa vaina”, el contenido de 648.000 carrotanques. Y que para obtener un solo día de suministro contínuo de energía eléctrica, se necesitaría el agua transportada en 15 millones, 552 mil camiones cisterna, flota camionera que no existe en el mundo entero. Lo narrado parece una más de tantas bromas y chistes sobre los dirigentes de este infortunado régimen que son tan comunes en las redes sociales, pero por desgracia, no se trata de broma alguna ni de ninguna exageración “kafkiana”. Sucedió tal cual.

Aunque debemos advertir que el hipotético escenario de una guerra con Venezuela, planteado tan alegre y desabrochadamente por el diputado Carreño y en su momento por Chávez, Diosdado Cabello, Maduro y otros personajes de su entorno resulta impensable para alguien con sentido común, el tema ha sido repetidamente esgrimido en tono de amenaza, exclusivamente por nuestros vecinos, aunque aterra imaginar a un Estado Mayor, orientado por generales del calibre profesional e intelectual de Motta Domínguez, planeando y comandando una operación militar contra Colombia y si les queda tiempo y les sobra algo de bombas y municiones, contra los Estados Unidos. Imagino que los generales del Pentágono y sus estados mayores deben estar mordiéndose las uñas del temor y la incertidumbre ante la gravedad y contundencia de tales amenazas. Por nuestra parte, creo que sería muy conveniente empezar a tomar clases de natación para poder cruzar a nado el contaminado y proceloso cauce de nuestro rio principal. 

A propósito, aclaro que en el caso del muy recordado y extrañado señor Carreño que menciono al principio, no se trata del amenazante diputado Carreño, el  “tumbapuentes”, entrevistado por Sanchez Cristo. Se trata de otro venezolano, este si ilustre y apreciado, el diplomático y pedagogo caraqueño Manuel Antonio Carreño, padre de la destacada pianista y compositora Teresa Carreño y autor del “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras”, ese elemental aunque olvidado compendio de recomendaciones de buen comportamiento, trato social y consideración para con nuestros semejantes, que tánta falta le está haciendo al mundo entero en estos tiempos. Por eso, ¡Cuánto lo extrañamos, señor Carreño..!