2 de mayo de 2024

El mágico poder de una disculpa

14 de enero de 2018
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
14 de enero de 2018

Coronel  RA  Héctor Álvarez Mendoza

Hace muchos años, quien esto escribe, y en el grado de Mayor, ocupaba el cargo de Jefe del Departamento de Recursos Humanos y Desarrollo en el Estado Mayor de Planeación, como se denominaba en ese entonces a esa dependencia de la Dirección General de la Policía Nacional, a cargo, como su nombre lo indica, del estudio y planeación de todos los aspectos relacionados con el recurso humano de la Institución.

En cumplimiento de mis funciones, me correspondió estudiar los términos y condiciones de una convocatoria del Gobierno Español, en la cual se ofrecía, a todos los países de “Iberoamérica”, determinada cantidad de cupos, para un curso de Educación Física y Gerencia Deportiva en la Guardia Civil de ese país, destinado a oficiales en el grado de Capitán. Para ello era preciso que cada institución policial de los diferentes países preseleccionara a su candidato o candidatos mediante el lleno de los requisitos exigidos y enviara, por conducto de la Embajada española en Bogotá la petición de los cupos con la lista  de los candidatos propuestos con la satisfacción previa de las condiciones y calidades requeridas.

No se trataba de que a Colombia se le ofrecieran con exclusividad todos los cupos disponibles, solamente se planteaba la opción de competir en igualdad de condiciones con los demás países hispanohablantes de América por uno o más de los cupos ofrecidos. El Gobierno Español entonces, de acuerdo a sus propios criterios de evaluación y selección, escogería los candidatos y asignaría las becas entre los países que lo solicitaran, de acuerdo a la disponibilidad, previo el lleno de los requisitos y procedimientos definidos por el oferente.

Las invitaciones oficiales de este tipo regularmente solían llegar a las policías de los diferentes países en febrero de cada año, luego se debía enviar antes de mayo al gobierno español por conducto de las respectivas embajadas la lista con los nombres de los candidatos propuestos y en julio se recibía la aceptación o rechazo de los candidatos y la confirmación de los cupos concedidos para el curso programado que se iniciaría en agosto. El ofrecimiento consistía, como todas las ocasiones anteriores, en becas completas para un curso con duración de un año que incluía beneficios tales como alojamiento fiscal gratuito para oficiales solteros o casados, incluyendo sus respectivas familias, materiales de estudio y servicio franco en los sistemas oficiales de transporte españoles, aparte de la asignación de una suma mensual en pesetas, (no había llegado el euro), para gastos personales de sostenimiento.

No obstante constar en el documento oficial de convocatoria la cuidadosa descripción de los pasos, las condiciones, los procedimientos que debían cumplirse previamente y los beneficios ofrecidos, la Policía Nacional había mandado en ocasiones anteriores a oficiales en comisión de estudios a la Guardia Civil de España sin haber solicitado por los canales regulares los cupos necesarios, situación embarazosa para los oficiales que llegaban de buena fe a España a solicitar directamente cupos en cursos para los cuales no se habían llenado los requisitos descritos en las convocatorias por lo cual, obviamente, no se disponía ni de los cupos y menos de las facilidades y privilegios incluídos en las becas ofrecidas.

Fueron muchos los oficiales que una vez en ese país, debieron improvisar y apelar a la hospitalidad solidaria de los colegas de la Benemérita Guardia Civil y solicitar personalmente su aceptación para asistir a los cursos programados en calidad de observadores, visitantes informales no esperados, o inscribiéndose en cursos cortos de universidades que estuvieran dispuestas a aceptarlos, opciones razonables ante la alternativa de que, por falta de cupo formal y acogida programada, debieran regresar de inmediato al país, frustrándose así las expectativas de una temporada en Europa, legítimo privilegio con el cual habían sido reconocidos y premiados sus servicios.

Analicé detenidamente el documento español de convocatoria y entendí el evidente error de apreciación en las comisiones de estudio en  la Guardia Civil de España en los que se había incurrido hasta ese momento. Acudí de inmediato al despacho de mi jefe inmediato, el señor General Jefe del Estado Mayor de Planeación para ponerlo al tanto de los pormenores de la equívoca situación, que probablemente haría dudar a las autoridades españolas sobre la sindéresis de nuestros mandos y la calidad de los criterios de selección de personal de la Policía Nacional de Colombia.

Ese día, luego de explicarle al señor General las condiciones exigidas por las autoridades españolas para considerar la concesión de cupos,  aprendí una valiosa lección sobre cómo no debe proceder un buen jefe policial.  En tono inusualmente áspero rechazó con acritud mis conclusiones y mi informe verbal, asegurándome que yo estaba equivocado, pues él mismo había sido beneficiario, años atrás, de una beca similar en la misma Guardia Civil, por lo cual se consideraba suficientemente ilustrado para desestimar mis puntos de vista y mi errónea apreciación sobre el asunto.

Al ver al  distinguido jefe tan alterado, resolví guardar prudente silencio y hacer “mutis por el foro”, ingratamente impresionado por haber presenciado y sufrido en carne propia la sorprendente reacción de una persona a quien siempre consideré como un caballero de finas maneras y exquisito trato. Ese día me convencí, una vez más, que el errar es humano y que nuestros ídolos descansan a veces sobre pedestales deleznables que es preciso entender y tolerar. Sin embargo ahí no terminó la cuestión.

Días después del desagradable episodio, luego de haber confirmado una vez más el sentido de mi interpretación con los propios funcionarios de la Embajada Española y armado con los documentos de sustentación en los que se definían con claridad meridiana las condiciones impuestas por el oferente, acudí nuevamente al despacho del jefe, aprovechando que mostraba mejor disposición de ánimo para atender mis observaciones. Sin embargo, en actitud distante, mostró poco interés sobre un asunto que consideré importante y simplemente ignoró mis explicaciones.

Cuánta gratitud y admiración hubiera dejado en mi espíritu el oír al respetado superior pronunciar esas difíciles pero mágicas palabras, capaces de redimir la fatiga y desazón de cualquier malentendido y borrar con hidalguía las heridas y penas de cualquier clase de agravio:

“-Mayor discúlpeme. Tenía usted razón, yo estaba equivocado…” 

CUANDO LA PARTERA ES MALA…

Parece que el caso de paranoia e incompetencia de nuestro vecino bolivariano no tiene límites ni resiste parangón de ninguna especie. Ya no se trata del “sabotage de los perniles” liderado por Portugal y Colombia Ahora resulta que según testimonio del presidente Nicolás Maduro, son los colombianos los que a montones huyen hacia Venezuela procurando atención médica y suministro de medicamentos que según la seráfica afirmación del hombre de la multiplicación de los penes,  presuntamente abundan en el sistema de salud de ese entrañable país vecino.

Según este particular punto de vista, las escenas de los supermercados con las estanterías vacías, la desesperada búsqueda de comida en los basureros de las calles y la hiperinflación de cuatro cifras, la más alta del mundo, son infundios de la oposición y culpa de los molestos vecinos de la frontera occidental, cuyas parturientas no resisten el privilegiado atractivo de acudir a parir en su territorio y que sistemáticamente exprimen el sistema de salud  de la revolución del siglo XXI, desocupan los mercados de alimentos de primera necesidad lo que afecta el suministro periódico de las cajitas de comida CLAP que han habituado a los venezolanos del común a esperar sentados y sin mayor esfuerzo las precarias y tristes raciones que apenas les permiten sobrevivir y no perecer de física desnutrición y hambre.

El fomento de la mendicidad como política gubernamental oficial en su expresión más patética y lamentable. El pobre Maduro siempre busca en la vecindad las culpas que son de su exclusiva propiedad y competencia. Aquí si que resulta oportuna una cita que solía mencionar una campesinita entrada en  años que prestaba servicios domésticos en mi casa paterna, sentencia que, cuando era yo el que la mencionaba, mi madre me regañaba, me encimaba un pellizco y amenazaba con lavarme la lengua con cepillo y jabón. Según decía nuestra recordada  “dentrodera”, “Cuando la partera es mala, le echa la culpa al culo…”

LA TRISTE SAGA DE UN TORERO DE LA TIERRA

Mucha tristeza me ha producido el conocer en las páginas de EJE21 la breve historia y el triste desenlace de la vida del torero manizaleño Andrés de los Ríos, gran prospecto de la tauromaquia colombiana, quien fue objeto del mismo tratamiento que año tras año han dado los empresarios, comentaristas, el mismo público y los dirigentes de la industria del toreo en nuestro país cuando se trata de contratar a menos precio, narrar con expresiones exigentes, a veces peyorativas y super estrictas sus faenas y analizar las presentaciones de toreros colombianos que han tenido, a lo sumo, un par de corridas al año en plazas de menor categoría y que como el esforzado Andrés, solo han tenido oportunidad de prácticas de salón, a pesar de las probadas calidades profesionales y la indeclinable afición por el “Arte de Cúchares”, condiciones demostradas en las escasas ocasiones que se le brindaron en el transcurso de su vida como torero debidamente alternativado.

Excepto dos o tres casos dentro de la constelación de toreros colombianos que han conquistado el éxito en la profesión, existen al margen muchos esforzados profesionales que se extinguen y languidecen en el anonimato haciéndole quites a las necesidades y la nostalgia de lo que pudo ser y nunca ha sido. Tal como lo insunué en mi nota “Los Amigos del Toro”, publicada en la edición de EJE21 del 22 de octubre del año anterior, las plazas colombianas ofrecen mejores posibilidades de abrirse de par en par para entrar o para salir de ella, para cualquier diestro extranjero, así se trate de un auténtico petardo, por sobre cualquier colombiano que haya ganado a pulso su figuración, con muchísimo esfuerzo e indescriptibles sacrificio y visicitudes.

Paz en la tumba de Andrés de los Ríos y nuestras oraciones para que la Virgen de la Macarena, patrona de los toreros, abogue en su favor y le procure mejores y eternas oportunidades de lucirse en las faenas de las alturas, como siempre lo quiso y como se lo merece este lamentado e inolvidable manizaleño.