29 de marzo de 2024

Los vegetarianos no van al cielo…

4 de junio de 2017
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
4 de junio de 2017

Coronel  RA  Héctor Álvarez Mendoza 

Hay indicios muy preocupantes sobre los fundamentos de la afirmación planteada en el título de estas notas, que contradice nuestras convicciones sobre las virtudes dietéticas de frutas, verduras y demás productos del agro. Al menos es lo que permite deducir el análisis desprevenido de la forma en que las autoridades celestiales, luego de recomendar las labores agrícolas en el Antiguo Testamento, rechazan los frutos cosechados en esta sana actividad campesina. Los elementos de esta trama están sustentados en numerosos apartes de la Biblia, según veremos brevemente a continuación.

Desde las primeras líneas del Génesis se habla elogiosamente de la agricultura y las labores atinentes a la labranza. Fue precisamente por la escasez inicial de riego y mano de obra para labrar la tierra que Jehová Dios decidió poblarla de seres humanos, tal como narra el Genesis.

Gén 2:4   “…porque Jehová Dios aun no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra”.

Para que no cupiera duda alguna sobre las virtudes de la agricultura, el Señor predicó con el ejemplo, según reza el Sagrado Texto:

Gen 2:8   “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén…”

Gen 2:9    “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer”.

Inclusive el buen Señor atendió detalles técnicos relacionados con la agricultura y previó hasta infraestructura de riego para facilitarle el trabajo a Caín y sus futuros colegas, según  reza el siguiente versículo:

Gen: 2:10      “Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. (Pisón, Gihon, Hidekel y Eufrates)”.

Una vez creadas las condiciones ideales para la labranza, el buen Señor repartió funciones y asignó responsabilidades en  forma clara a los miembros de su nueva fuerza laboral. Veamos, 

Gen 2:15  “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”. 

Gen 2:16  “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer…” 

Pero no faltó la conocida ligereza de Adán, quien le “comió cuento” a Eva, a quien por cierto acababa de conocer y encima le “paró bolas” a la culebrita de marras, así que se hizo el pendejo, desoyó las órdenes superiores y le metió muela al árbol expresamente excluido de su franquicia dietética.

Una de las consecuencias de esa embarrada fue la condena a los noveles comensales a depender de la agricultura en sus futuros planes alimenticios. El Señor le notificó al goloso su bien ganado comparendo con la drástica sanciòn y le sacó en cara su flaqueza y falta de cojones. Y de paso nos jodió la vida a los que vendríamos detrás, haciendo cola. Qué inmarcesible metida de pata. Y con lo bien que habíamos empezado. A partir de ese momento vino el despelote, pues el Gran Jefe se delicó y se dejó venir con su receta de maldiciones y sanciones a corto, mediano y largo plazo.

Gen. 3:17   “Y al hombre dijo: por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te mandé diciendo: No comerás de él, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida”. 

Gen. 3:18   “Espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo”. 

Gen. 3:23   “Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado”.

El Señor inclusive tuvo en cuenta la necesaria seguridad en campos y caminos, confiada a los “querubines”, la nueva fuerza policial del Edén. A propósito, aquí entre nos, si el obedecer a la mujer es condenable e inconveniente, como parece evidente, me confieso pecador impenitente e irredimible.

Gen. 3:24      “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.

Y después se duda de algunos sabios autores quienes aseguran que la profesión más antigua del mundo es la de policía y no “esa otra” que también se ejerce entre manzanas, de cuadra en cuadra y de noche, que suele citarse con lamentable desinformación y desparpajo. A propósito, la tal espada ”encendida”, “flamígera” o de fuego del “querubín” de guardia, no podría ser considerada como la primera “arma de fuego”?  Eso haría tambalear la teoria de que los chinos fueron los inventores de la pólvora y los europeos, de las “armas de fuego”.

Gen.4:2   “Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra”. 

Y aquí es donde empiezan a surgir severos antagonismos y hasta competencia desleal entre agricultores y   ganaderos.

Gen. 4:3  “Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová”.

El infeliz del Caín creyó que iba a quedar muy bien parqueado llevandole como presente una simple ensalada con los productos de su propio huerto, mientras que Abel, que por lo que se deja ver era un lobysta y  “lambericas” de nivel olímpico, le salió más vivo, escogió lo mejor de su rebaño y le llevó al Patrón un suculento asado con chuletas y costillitas de cordero, adobado con “chimichurri”, según dice el testimonio bíblico:

Gen. 4.4   “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda”.

Y aquí empieza la inequidad y la desigual repartija de prebendas y merecimientos, pues los presentes del pobre Caín, quien hasta en la asignación de nombre salió mal parado, no fueron recibidos con el mismo agrado y complacencia por su Santo y Poderoso destinatario.

Gen  4:5   “Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera y decayó su semblante”. 

No hay derecho. Cualquiera se desanima con estos favoritismos discriminatorios, por lo que la reacción de Caín, quien, dicho sea de paso, debió ser algo atronado e inmaduro, resulta explicable y hasta justificada. Nos referimos obviamente a los motivos del afectado ante la descarada lambonería de Abel, no al fratricidio propiamente dicho, que por razones que se tengan, se ve feo en cualquier caso. Por eso, pasó lo que tenía que pasar. Lo que sigue es como para reservar asiento en primera fila.

Gen 4:8   “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató”. 

Por cierto que no se sabe de dónde salió el chisme de que el arma homicida fue una quijada de burro, pues en ese punto el Génesis no es nada claro, omisión que además ni le quita ni le agrega gravedad al asunto. Aparentemente este es uno de los primeros casos conocidos de alteración de la verdad procesal, recurso que se haría muy popular siglos más tarde, entre algunos jueces, fiscales y tal cual “colectivo de abogados” de nuestro país. No obstante, cualquiera fuera el arma usada en ese mandado, hay que reconocer que su efectividad no dio motivo a queja alguna por parte de su usuario.

Más adelante en el texto, se destaca al padre de la ganadería y la vida nómada, profesión que parece emparentada con la de serenatero, según se desprende del siguiente par de versículos, referidos a la crianza de ganado y a los primeros cultores de los instrumentos de cuerda y viento, en este caso, el arpa y la flauta.

Gen 4:20   “Y Ada dio a luz a Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y crían Ganados”.

Gen 4:21    “Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre  de todos los que tocan arpa y flauta”.

Los herreros también recibieron su paradigma profesional, en este caso el mentado Tubal-Caín, quien padeció la afrenta de recibir un nombre compuesto, con la inclusión del desprestigiado apelativo de Caín, ya en ese entonces objeto de tan mala prensa.

Gen.   4:22    “Y Zila también dio a luz a Tubal-Caín, artífice de toda obra de bronce y de hierro…” 

Parece evidente que por alguna misteriosa razón, la agricultura y sus derivados no son de buen recibo en las alturas, a pesar de los saludables contenidos de fibra y vitamina K y al hecho de que su cultivo fue muy promocionado especialmente en el Antiguo Testamento. En cambio la ganadería en general y el consumo de carne en particular fueron frecuentemente citados y promovidos, a pesar de las cargas de colesterol y los sentimientos de culpa que después le inventaron los médicos al sabroso consumo de proteínas de origen animal.

La antagónica reacción del Supremo Hacedor ante los presentes ofrecidos de buena fe por Caín y Abel, parece confirmar los temores de que los vegetarianos serán rechazados en el Cielo y despachados de mala manera a localidades más cálidas, menos formales aunque con clientela más liberal y con la seguridad de encontrar amistades más “guapachosas” y de mejor “ambiente”, más ajustaditas al modelo y estilo de Mesalina, Popea, la Bella Otero o la Marilyn Monroe que al de Santa Teresita del Niño Jesús, buenísima persona, pero cuyo pasatiempo favorito era ceñirse cilicios, dormir sobre colchón y almohada rellenos con restos de materiales de construcción, azotarse las costillas con varas de sarmiento, ayunar un día sí y otro también y huirle al baño como a la peste, razón y origen del tan mentado “olor de santidad”.