28 de abril de 2024

El calor y la sequía

15 de febrero de 2016
Por Albeiro Valencia Llano
Por Albeiro Valencia Llano
15 de febrero de 2016

albeiro valencia

Se dice que la ola de calor que sufren los colombianos es la más intensa de los últimos 50 años. Los ríos están en su nivel más bajo y el Magdalena tiene sectores con 30 centímetros de profundidad. La extrema sequía viene arrasando cultivos y 316 municipios están en riesgo de sufrir desabastecimiento de agua potable. La situación más dramática la padecen los wayúu en La Guajira. Lo grave es que el país no está preparado para enfrentar los cambios climáticos, porque no respetamos la naturaleza.

La situación de los ecosistemas

Nuestro país posee un envidiable patrimonio natural, con el mayor número de ecosistemas del mundo: selvas húmedas y secas, sabanas, bosques de clima templado, bosques de niebla, páramos, ríos tan espectaculares como el Magdalena, Cauca, Atrato, San Jorge, Sinú, Meta y Amazonas; costas, arrecifes de coral, ciénagas y manglares. Alberga el 10% del total de la fauna y la flora del mundo, pero es una de las naciones  que menos cuida este patrimonio.

Los últimos gobiernos impusieron un modelo económico basado en actividades extractivas minero-energéticas y los monopolios extranjeros explotan sin misericordia los recursos naturales; todo esto, más las fumigaciones con glifosato, las obras hidroeléctricas, la minería ilegal, la contaminación causada por la Drummond, los madereros que derriban selva, la carretera ilegal que se está construyendo en la amazonía, entre otros,   han venido disparando los conflictos ambientales. Entre el oro y el carbón generan el 47% de los conflictos y a estos se le suman los proyectos de infraestructura y los agrocombustibles. Este caos produce las catástrofes naturales.

La codicia de los grandes hacendados es un capítulo aparte, porque han venido alterando el cauce natural de los ríos para apropiarse de la tierra. El caso más dramático es el Magdalena que tenía su cauce por un reguero de ciénagas, pero desde 1950 los ganaderos empezaron  a desecarlas y a romper meandros para quitarle curvas al río y de este modo ampliar sus haciendas. La misma historia sucedió con el Sinú, el San Jorge y el Cauca; al Sinú le cambiaron el curso para abrirle paso a la represa de Urrá. Y como los ríos tienen memoria, reclaman su curso y de allí las tremendas inundaciones de diciembre del año 2010; por eso Colombia es el “paraíso de las tierras inundables”.

¿Y los humedales?

Son conocidos como  pantanos, charcos, lagunas o ciénagas pero también como madreviejas o antiguos lechos de los ríos que se quedaron aislados del cauce principal, pero que se integran de nuevo cuando el río se desborda. Acumulan aguan en forma temporal o permanente; amortiguan los impactos causados por inundaciones y sequías y reducen la vulnerabilidad de las comunidades que viven cerca de estos territorios. Colombia cuenta con 30 millones de hectáreas de humedales; aquí se conserva la biodiversidad, pero son ecosistemas poco conocidos, frágiles porque no se distinguen con facilidad y vienen cayendo por la acción de los hacendados, ganaderos y constructores. Sin embargo su protección se convierte en una barrera frente al cambio climático. El 18,6% de estos humedales corresponde a la macro cuenca Magdalena-Cauca; son 2,6 millones de hectáreas, de planicie inundable, que ayudan a regular las aguas que fluyen desde las cordilleras. El triste y desolador panorama de estos ríos, debido a los estragos de la sequía y al fenómeno del Niño, muestra lo vulnerable que es la macro cuenca y la necesidad de recuperar sus planicies inundables, para reducir la fragilidad de las comunidades que viven bajo su influencia.

En este orden de preocupaciones tenemos la inmensa zona de páramos considerados estratégicos, porque hacen parte del ecosistema tropical de montaña, valiosos por el agua que contienen y por la biodiversidad; el 70% del agua de nuestras grandes ciudades proviene de estas regiones pero, además, ayudan a mitigar las consecuencias del cambio climático. Sin embargo son afectados sin piedad por la actividad agrícola, pues los campesinos necesitan cultivar para poder vivir.

Patrimonio natural en peligro

Sólo cuando llegan las desgracias recordamos nuestra relación con la naturaleza. En los últimos años Colombia perdió el 80% de la masa glacial, y de los 17 nevados nos quedan seis en estado lamentable. Los bosques pierden cada año 140 mil hectáreas y la erosión afecta el 40% del territorio del país, los ríos se convirtieron en la alcantarilla de ciudades y pueblos y sin embargo nos surten de agua. El Magdalena y el Cauca suministran el 67% del líquido que necesitan los colombianos, del siguiente modo: la agricultura utiliza el 46,6%; la generación de energía el 21,5%; el sector ganadero el 8,5% y los hogares el 8,3%.

Aunque la sequía se juntó con El Niño, la deforestación es una de las principales causas de la escasez del agua. Hay más de 100 municipios en crisis y en ciudades como Cali se anunció un racionamiento para 600 mil personas; lo que estamos padeciendo es el deterioro de los ecosistemas que está pasando la cuenta de cobro: el cambio climático aumenta las temperaturas y dispara el rigor de las sequías e inundaciones. Se dice que después de El Niño nada volverá a ser como antes y si a esto le sumamos la crisis económica, nos espera un año difícil, complicado y catastrófico. Los campesinos son los más afectados.