Por un salario justo y digno
JOSE FERNEY PAZ QUINTERO
AOGADO CONSULTOR
Pasadas las elecciones regionales en donde ningún partido o grupo quiere reconocer su descenso electoral, considerándose triunfadores, salvo el repunte de cambio radical con favorecimiento oficial desde la vicepresidencia de la República, y el fortalecimiento del liberalismo en gobernaciones y concejos municipales como fuerza mayoritaria, el país se apresta a la discusión tripartita: gobierno, los gremios de la producción, trabajadores, al reajuste a lo que se ha denominado el salario mínimo legal para el año 2016, en un momento en donde la inflación ha superado el 5%, negociación que se iniciará el próximo 7 de diciembre.
El salario o sueldo es la suma de dinero que recibe de forma periódica un trabajador de su empleador por un tiempo de trabajo determinado o por la realización de una tarea específica, y su pago puede ser mensual, semanal o diario , y en este último caso recibe el nombre de jornal que proviene del término jornada.
Bien vale la pena hacer algunas anotaciones sobre el tema, para preguntarnos, si lo que allí se discutirá servirá para promover un salario mínimo o un salario justo y digno.
No hay duda alguna sobre la desigualdad social que existe en el país, representando una seria amenaza para la paz social que tanto se anhela y porque no decirlo para la estabilidad institucional.
Siempre se ha sostenido como principio cristiano, que para que un salario mínimo sea moral y justo, debe ser un salario que responda a una estabilidad familiar digna y que haga justicia con la labor desarrollada, entendiendo la justicia como la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que es debido, principio que data desde el Digesto de Justiniano o codificación del derecho romano.
Un salario justo, no es más que el que provee al trabajador una retribución vital, en donde se le reconozcan sus horas extras, trabajo nocturno, el descanso remunerado, pago de la seguridad social, participación de las utilidades empresariales, permitiendo reajustes adecuados de acuerdo al incremento del costo de vida, así como se le reconoce al patrono o al industrial el alza de sus productos en donde la retribución es mínima para sus empleados , muchas veces convertidos en trabajadores robots.
Y si de equilibrio salarial se habla, ¿qué no decir sobre la desigualdad existente entre el salario para los hombres y el de las mujeres por la realización del mismo trabajo? o las grandes diferencias entre los sectores urbanos y rurales, que nos hace pensar en la necesidad de plantear el debate en una sociedad en donde además se dan grandes disparidades entre unos grupos sociales y otros, si se tiene en cuenta que el trabajo remunerado es la principal fuente de recursos monetarios para la mayoría de las personas que habitamos el suelo patrio.
Expresábamos en columnas anteriores, que nada sacamos con decir que somos iguales ante la ley, sino lo somos ante la vida, por cuanto el buen vivir al que se aspira en una sociedad en vía de desarrollo, tiene que ver con una serie de derechos y garantías sociales amparados todos por la constitución nacional que se ufana ser Social de Derecho, en donde el salario digno y justo, se convierte en el remedio más eficaz para combatir la pobreza, y la desigualdad social.
Urge entonces promover por parte de la clase dirigente y del ejecutivo se establezcan condiciones dignas para el ejercicio del trabajo, ojalá haciéndolo por zonas geográficas, que facilite la reducción de la enorme brecha existente entre el costo de la canasta básica familiar y el salario mínimo, el cual por los incrementos de comienzo de año se diluye por los efectos inflacionarios.
Ojalá se dé la concertación, para no tener que acudirse a la promulgación del decreto gubernamental, como viene ocurriendo año tras año, en donde el ejecutivo impone su criterio fiscal y hacendístico en cabeza del ministro rentista, ahora más preocupado escuchando cantos de sirena para preparar su precandidatura presidencial en representación de un partido duramente castigado en el reciente debate electoral, pero si presuroso en el incremento de los salarios de la clase parlamentaria al disponer un alza superior al 4.66%, cuando el fijado para el mínimo vigencia 2015 fue inferior al anterior porcentaje.
En conclusión, lo que se pretende es que ese salario más que mínimo sea justo, por cuanto no es ajena la máxima, en donde el trabajador casi siempre cree que le pagan poco, el empresario o empleador siempre le parece que paga mucho, de allí la importancia de buscar un punto de equilibrio, en donde el trabajador aprecie que lo que hace vale lo que realmente cobra y el patrono que lo que está pagando vale lo que le cuesta.
Adenda: Se siguen dando los coletazos del pasado debate electoral, que ha dejado interrogantes sobre la necesidad de la búsqueda de un mejor futuro con partidos políticos debidamente estructurados, que solo se dará si se atiende a la realidad nacional, dejando de lado las espurias coaliciones, con fines electorales, burocráticos y contractuales, en donde sobresalen personajes de la más diversa procedencia, unos de los que se conocían de lo que han sido y lo poco que pudieron dar de sí y otros que se auto arrogaron supuestos poderes de convocatoria sustentados en el dinero, la amenaza y la coacción.
Se está a tiempo de reclamarle a la clase dirigente y al gobierno central, se diseñe una verdadera reforma política y electoral, para obtener el regreso de corrientes políticas serias, responsables, con autoridad y poder de aglutinamiento, con voceros dignos, capacitados, para el manejo de la cosa pública, forjados por la vida, alérgicos al populismo, y la mermelada oficial, pero sí dotados de un irrevocable propósito de servicio colectivo.
En principio pareciera difícil la tarea, pero constituye un deber de todos buscarlos para las próximas contiendas electorales, para que luego no nos llamemos a engaño, de lo contrario seguirá vigente la expresión atribuida al W.Churchill, “cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece “.
Bogotá, Noviembre 3 2015.