27 de abril de 2024

El paisaje: elemento de la naturaleza (II)

17 de marzo de 2022
Por José Miguel Alzate
Por José Miguel Alzate
17 de marzo de 2022

El hombre no ha tomado conciencia sobre la necesidad de contribuir al rescate de las cuencas hidrográficas. Ni ha pensado en la necesidad de conservar los senderos ecológicos como expresión de vida. Ni se ha sentido responsable de la contaminación que ocasiona cuando deposita sobre las quebradas todo tipo de basuras. El paisaje es un regalo que nos hace la naturaleza para deleite del espíritu. ¿O que otra sensación recibe el alma cuando al sentarnos en una playa sentimos el chocar de las olas contra los acantilados? ¿O cuando observamos absortos en la distancia cómo el mar levanta sus olas encrespadas? ¿O cuando en los amaneceres somnolientos la vista se deleita mirando en lontananza unas nubes pasajeras?

¿Por qué nunca nos preguntamos de dónde proviene la luz que nos ilumina? Ella es un regalo que nos hace la naturaleza. Cuando en el horizonte aparece la claridad del día es porque el sol se ha asomado complaciente en la distancia para iluminar el mundo. Es la luz natural la que nos alumbra. Pero cuando anochece ya es la luz de los bombillos la que ilumina las estancias. ¿Y quién nos brinda esa luz? ¡La naturaleza! Porque del cauce de sus ríos las hidroeléctricas toman el agua para transformarla en energía. Sin embargo, nunca pensamos en ello. Por eso el hombre como gran depredador de la naturaleza tala los bosques para que mueran los nacimientos de agua. Y contamina las aguas depositando sobre ellas todo tipo de residuos.

Contemplar el paisaje maravilloso que nos brinda la naturaleza es una oportunidad para convencernos de que todavía en nuestras almas vibran emociones bellas. Porque los sentidos se despiertan con el color de las flores, la mirada se llena de arreboles cuando el verde de los campos entra por las pupilas, el corazón vibra de alegría cuando descubrimos un campo abierto donde los niños juegan con el viento sin temor a que les roben los sueños. También cuando en la noche contemplamos desde un balcón las estrellas que parpadean a lo lejos. O cuando observamos desde la vera del camino los cafetales grávidos del fruto rojo que simboliza la esperanza. O cuando miramos los geranios que florecen en una huerta campesina. La naturaleza nos entrega a cada momento el mensaje de su existencia.

¡Qué bueno es salir a recorrer el campo! Caminar por parajes florecidos es sentir que los pulmones respiran aire fresco, es darle vuelo a la imaginación para que sueñe con montañas donde brillan los luceros, es permitirle al alma el disfrute total de la naturaleza. Pero hay que hacerlo con los sentidos puestos en el significado que ella tiene, entendiendo su lenguaje. La naturaleza es paz, alegría interior, ofrenda vivificante de vida. Los naranjos que se levantan en el campo con su carga madura representan la dulce entrega que llena los sentidos. Las sementeras que sobresalen entre los cafetales son una contribución que con su fruto ella hace a la supervivencia humana. Los eucaliptos que se observan en las huertas florecidas son testimonio de la riqueza de nuestros campos.

La naturaleza nos entrega a cada momento el mensaje de su existencia. En los anturios que acariciamos, en la naranja que comemos, en el árbol que observamos, en la rosa que miramos y en la manzana que saboreamos está cifrada toda la esencia que ella encierra. ¿Cuándo el ser humano va a valorar en su exacta dimensión el entorno natural que lo rodea? Trabajar por conservar el Medio Ambiente es una tarea que a todos nos compromete. Si sembramos árboles, si cuidamos los ríos, si no contaminamos el aire, estamos contribuyendo a respirar un aire más fresco y, desde luego, a encontrarle un significado a nuestra existencia. El hilo de agua que corre débil por una cañada reseca tiene el mismo valor que el torrente cristalino de un océano: es fuente de vida.

¿Qué pasará el día que se nos acabe el agua? ¿Qué sucederá cuando la tala desmedida de los bosques nos quite ese líquido que es contribución a la vida? No queremos imaginarlo. Pero suponemos que cuando eso suceda el hombre se lamentará de no haber cuidado sus recursos naturales. Pero ya no habrá tiempo para las lamentaciones. El hombre mismo se ha encargado de acabar con los bosques. ¿Cuándo se convencerá de que eso está mal hecho? ¿Cuándo comprenderá que la naturaleza hay que cuidarla porque es la mayor fuente de vida que tenemos? La mariposa vuela porque es el producto de la naturaleza. De la misma forma, la gente entiende que los pájaros que cruzan tranquilos por el aire encuentran en ella su sustento.

Las palomas que se posan sobre los tejados agradecen con su cucurrucutú melodioso el aliento de vida que les da la naturaleza. Los sinsontes que en las jaulas cantan su canción de esperanza rinden tributo con su canto al paisaje. Escuchar el ladrido de los perros en la noche, el canto melodioso de los canarios en la madrugada y el croar de las ranas en las lagunas es encontrar en cada sonido una canción de vida. Por esta razón, el hombre debe valorar su entorno. Y preocuparse por conservar el Medio Ambiente. En pocas palabras, comprender que la naturaleza posibilita la existencia humana. Que, si está ahí, bañándonos con sus aguas, quemándonos con su sol, llenándonos de su encanto y alimentándonos con sus frutos fue porque Dios la creó para que alegrara nuestra existencia. Cuidémosla.