18 de mayo de 2024

Riosucio: el pueblo de las dos iglesias con historia

7 de noviembre de 2019
Por José Miguel Alzate
Por José Miguel Alzate
7 de noviembre de 2019

Son muchos los pueblos de Colombia que tienen dos iglesias. Me refiero, desde luego, a iglesias católicas. Porque iglesias cristinas, de esas que se conocen como de garaje, hay bastantes en cualquier pueblo. Uno pasa por una calle cualquiera alejada del parque principal, y se topa de pronto con un aviso donde se anuncia que ahí, en ese local donde antes funcionó una tienda de abarrotes, hay ahora una iglesia que, como es lógico, no tiene torres ni campanario. Cincuenta sillas plásticas, paredes sin imágenes sagradas y un atril que hace las veces de púlpito identifican estos salones donde se dan cita quienes profesan una religión distinta a la católica. En cambio, las iglesias tradicionales se levantan en el parque principal y su arquitectura las convierte en referente histórico.

Sirva este breve introito para hablar de dos iglesias tradicionales en un pueblo caldense fundado el mismo día en que al frente de un ejército conformado por campesinos Simón Bolívar se enfrentaba a las tropas de José María Barreiro para darle la libertad a Colombia: el 7 de agosto de 1819. Dos sacerdotes, José Bonifacio Bonafont y José Ramón Bueno, – el uno patriota, el otro realista – quizá sin darse cuenta de que en la Batalla de Boyacá se jugaba el futuro de la patria, fundaron este pueblo que en la época de la colonia perteneció al entonces llamado Cantón de Supia, perteneciente a la Provincia del Cauca, y que fuera desde 1886 la capital de la provincia de Marmato. Su fundación se produjo después de que los dos sacerdotes acordaran trasladar allí los pueblos de La Montaña y Quiebralomo.

Pues bien: esta población del occidente caldense que cada dos años le celebra tributo de admiración al diablo, levantada al pie de un cerro tutelar de roca sólida llamado Ingrumá, es considerada la única que en Colombia tiene dos iglesias centrales con sus respectivos parques.  Una se denomina San Sebastián; la otra, Nuestra Señora de la Candelaria. Son dos templos historicos. Todo porque sus construcciones se iniciaron el mismo día y a la misma hora. Alvaro Gartner Posada dice que fue el 27 de mayo de 1867. La iniciación de los trabajos fue anunciada con pólvora. Están separadas por una calle, denominada Calle del Comercio, que comunica los dos parques principales del municipio. En ese entonces, dos comunidades se disputaban construir la mejor iglesia.

La iglesia de San Sebastián la construyó la comunidad de mulatos mineros originarios del Real de Minas de San Sebastián de Quiebralomo. La de Nuestra Señora de la Candelaria fue construida por el pueblo de indios de Nuestra Señora de la Candelaria de la Montaña. Como eran dueños comunitarios de la tierra, no querían revolverse. Y construyeron sus respectivos pueblos separados apenas por una cuadra de distancia, que después fueron unidos por la Calle Real del Comercio. En esa época, una cerca los separaba. Ya en los años de la hegemonía conservadora, se diferenciaron porque en la plaza de abajo vivían los liberales y en la de arriba los conservadores. En los años de la regeneración se logró terminar la iglesia de San Sebastián. La terminación de la de la Candelaria demoró mucho.

Las historias alrededor de la iglesia de La Candelaria son muchas. Dicen que sobre ella se lanzaron tres maldiciones. El 25 de diciembre de 1924 su cúpula se fue al suelo. Un terremoto ocurrido en el año 1938 derrumbó las dos torres. Su reconstrucción se logró en 1958. Pero tres años después, en 1961, otro movimiento telúrico tumbó la parte superior del frontis. Y un temblor registrado el 30 de julio de 1962 obligó a demoler sus torres para construirlas de nuevo. Una de las maldiciones fue porque en la plaza donde se construyó se presentó el fusilamiento, injusto, de un campesino liberal. Todo esto les hizo creer a los pobladores que las maldiciones se cumplían. Un obispo de la Diócesis de Pereira las levantó. Pero dos meses después de levantadas, una imagen de la virgen que estaba en el frontis se vino al suelo.

La construcción de las dos iglesias despertó comentarios entre quienes visitaban Riosucio. Decían que en el pueblo había diferencia de clases. Todo porque la iglesia de arriba, la San Sebastián, fue construida en ladrillo cosido, mientras la de abajo, La Candelaria, fue levantada en madera. En el libro “Historia de las dos plazas de Riosucio”, Oscar Henao Carvajal dice que un ingeniero de caminos que pasó por el pueblo en 1894, Griseldino Carvajal, dejó constancia de que la de arriba estaba terminada mientras la de abajo no. Ante esto, señaló que la iglesia de San Sebastián era la preferida de los funcionarios oficiales y de quienes tenían capacidad económica. Antes de empezarse la construcción de cada una, existían pequeñas capillas con techo de paja, construidas en guadua.