28 de abril de 2024

«Los sesgos de Semana»

26 de marzo de 2017
Por Hernando Salazar Patiño
Por Hernando Salazar Patiño
26 de marzo de 2017

CORTO CIRCUITO

Por Hernando Salazar Patiño

REVISTA SEMANA

CONTRADICCIONES

Los dos análisis en el número 1820, de la revista Semana, que la redacción hace “del escándalo Odebrecht”, bajo la dirección del sobrino del Presidente, siguen minimizando los hechos y sus consecuencias, porque consideran que “la financiación ilícita de campañas” “no es un delito en Colombia”, ni es un tema de Fiscalía, es un simple “asunto administrativo” y “las violaciones a las normas electorales son las menos graves y le competen al Consejo Nacional Electoral”, sin perjuicio de subrayar que “éste  es un organismo desprestigiado, sin dientes y de origen político, pues los partidos designan sus miembros”, y sin mencionar la “mermelada”, reconoce que “de sus 9 integrantes, Santos puede contar con los 5 nombrados por los partidos de la coalición. Más 2 conservadores” y con “el presidente actual, Alexander Vega (que) es muy cercano a Ñoño Elías, y “piensa que el asunto está cerrado por caducidad”.

En esta descripción “objetiva”, en la que la normalización  de los métodos empleados por Santos, para mantener subsumidas las otras ramas del poder y garantizar su apoyo, se da por descontada, lo mismo, la caducidad de la violaciones de las campañas a los topes, a pesar de que el experto constitucionalista, escogido por sorteo como ponente, Armando Novoa, consultado antes, había expresado que se daba “solo desde el momento en que se descubre”, por lo que alguien, sugiere Semana, puede recusarlo por “prejuzgar”, y los 5 magistrados santistas del Consejo Nacional Electoral, se encargarán, anticipa Semana, de “que el escándalo de los afiches termine en nada” (sic), sin que nadie los recuse por prejuzgar, porque no han hecho públicas sus “convicciones”, como Novoa, pero según esta conclusión, la redacción de Semana, sí las conoce, si es que tienen alguna, y es la de ser santistas, y   procederán de acuerdo con los interese políticos del gobierno. Lo da por anticipado la revista, bajo la premisa de la politización, la poca credibilidad y la falta de herramientas del organismo, registrando la conciencia ética, dudosa, la jurídica,  comprometida, y la debilidad  institucional de este organismo, como un hecho que le da bases a la redacción, para su cálculo profético, de que este será un escándalo, en cuanto corresponda a la campaña del 2010, innocuo.  Sin que siquiera, en su función periodística, lo estime como una oportunidad para que el Consejo Nacional Electoral, muestre autonomía en sus decisiones y rigor en las investigaciones, que les recupere fortaleza institucional.

Como si el levantamiento de la caducidad que pidió el mismo presidente Santos, fuera una de sus tantos gestos vanos. La familia lo conoce mejor. Y los cinco, con los que cuenta el partido de gobierno, “no es imposible”,  lo predice la revista con  esas palabras, y lo teme el pensador, Hernando Gómez Buendía, que “concluyan que la caducidad no es renunciable, es decir, que aquí no pasó nada”(El Espectador 18 de marzo /17) 

REDACTAR CON EL DESEO

En lo que corresponde a la campaña del 2014, Semana acepta que en esta sí “no hay caducidad que valga”. Según lo que confirmen los hechos, si es que se confirman, pero aun  así, la redacción de la revista, hace referencia sobre todo, a las sanciones económicas que “son bastante severas”. Y entra en detalladas interpretaciones casuísticas, en la que eximen al tío presidente, de que puedan aplicársele en alguna de las circunstancias descritas, “en términos personales” como candidato. Pagar, le tocará a los partidos que lo avalaron y a los gerentes. A Santos, no. Pero sí a Oscar Iván Zuluaga, con “la complejidad de que su propio hijo era el gerente” y “como la suma es impagable a nivel personal” terminarán “embargados los patrimonios”. Si se derivan sanciones penales, serán los gerentes de las campañas, Roberto Prieto y  David Zuluaga, lo llamados a responder. Santos, tampoco.

Y de “llevar al presidente Santos a un juicio de indignidad en el Congreso de la República”, Semana, como diciéndoles a sus lectores, olvídense, agrega que “aunque eso suena gravísimo, en el fondo no es más que un saludo a la bandera”. La revista asume con burlón desdén, la postración ética y política que vivimos, sin merecerle una mínima reflexión moral, y sus manifestaciones, apenas “una práctica frecuente” la violación de los topes, y los juicios de indignidad, procesos que “nunca prosperan”

Admite que “el escenario penal es mucho peor”, y menciona los delitos que parecen graves, y los “mucho más graves”, a la vez las dificultades que se darían para probarlos. Que “en 2010 y en 2014 Odebrecht era la reina de las multinacionales. Todo el mundo quería trabajar con ellos”, lo que da la impresión de excusa o justificación, en especial, porque “las revelaciones que hoy escandalizan al mundo no se sabían es ese momento. Por lo tanto –léase bien-, es poco probable que se llegue a esos extremos”. De nuevo, a la vez que conjetura, pronostica los resultados de las investigaciones, quizá con realismo, porque conocen por dentro, más que sus lectores, cómo opera nuestra justicia, y sus directores conocen, más que nadie, a quiénes se acusaría, y garantiza desde ahora que esos “procesos nunca prosperan”.

El director de Semana, Santos Rubino, estaba muy jovencito, pero Rodrigo Pardo, doce años mayor, tiene qué recordar la época en la que las personas sin mayores recursos, los desempleados, hasta los equipos de fútbol y sus porteros estrella, buscaban o recibían la ayuda o el apoyo de Pablo Escobar, de Rodríguez Gacha, de los Rodríguez Orejuela, para no mencionar más, y fueron demasiado numerosos los abogados que aspiraban, o buscaban que algún capo, mediano o discreto, los contratara, lo mismo que profesionales de otras ramas, para atenderles sus fincas, sus ganados, sus caballos,  y para qué volver sobre casos de obispos, sacerdotes, congregaciones de obras pías, reinas de belleza, etc., porque “todo el mundo quería trabajar con ellos” y “las revelaciones que” después nos  escandalizaron, pero desde años antes escandalizaban al mundo “no se sabían en ese momento.” Con esta concepción de una revista, con la que se orientan muchos colombianos, se entiende que vuelva sobre el proceso 8.000 y “el dinero del cartel de Cali, a la campaña de Ernesto Samper”, “el escándalo era tan grande y el origen de los recurso era tan claro que se aceptó un exceso (sic) de creatividad jurídica para evitar la impunidad” Semana sabe que a esa clase de excesos, y menos, de “creatividad” jurídica, no se atreverán, ni son capaces, cortes, consejos, o congresos politizados y sumisos al poder ejecutivo, mientras el tío del Director sea Presidente.

ME ACABO DE ENTERAR

De ahí que la columna de Daniel Coronel, “El Festival del Recuerdo”,  si es verdad lo que en ella afirma, como parece serlo, será solo el respeto a la libertad de expresión que por lección ancestral, se mantiene, y la casi certeza de que pase lo que pase, a cualquier nivel, “no va a pasar nada”, y  a la redacción de la revista le es posible “anticipar que el escándalo (de giros, gestiones personales, negaciones a las que  ya nos acostumbraron, aportes, visitas, reuniones, recuerdos, desmemorias, financiaciones), y “de los afiches termine en nada”

Y esa cita de Coronel en la misma última columna de Semana, de la que escribió Juan Manuel Santos en El Tiempo, el 26 de enero de 1996, titulada “Grandeza”, cuyo contenido era nada menos que la “carta abierta” que le dirigió al entonces presidente Samper, en la que entre otras cosas, le dice: “Así esté en paz con su conciencia, hay  ciertos hechos que por su contundencia se tienen que aceptar en la vida y en la política” y en la que concluye, pidiéndole: “Sea leal con su patria que lo colmó de honores y con su estirpe de tan noble espíritu. Retírese con grandeza y recibirá el reconocimiento de los colombianos y de la historia”. Apenas sí confirma, una personalidad, que le descubrió el país desde el primer año de gobierno, y que ha ido manifestando cada vez, con más presencia de ánimo de señor y dueño, desconcertando, ya que no sorprendiendo, a un país dividido entre los crédulos ilusionados con la esperanza, y los maliciosos que han padecido su falacia.