27 de abril de 2024

Genio y figura hasta la sepultura

Por Luis Alfonso Hoyos Aristizábal
7 de febrero de 2024
Por Luis Alfonso Hoyos Aristizábal
7 de febrero de 2024

Con profunda tristeza, despedimos a Hernando Octavio Salazar Patiño. Un maestro profundo, brillante conocedor del alma humana, apasionado transmisor de la mejor literatura, escritor excepcional, eterno buscador de las raíces de nuestra comarca y estudioso de la historia.

Como a otras mentes geniales, a Hernando no le acompañaba la inteligencia práctica, lo que le acarreó dificultades y tropiezos en el camino de la vida. Esto, sin embargo, no fue obstáculo para que su alma, siempre juvenil, prevaleciera y su generosidad intelectual se derramara para que los frutos fueran recogidos por los transeúntes. Soy uno de los privilegiados que recibió su inspiración desde que era estudiante de bachillerato y conversaba con su sobrino Germán Octavio en casa de Alicia Patiño (“mi razón de ser”, escribió Hernando sobre su madre en uno de sus libros), hasta muchos años después, cuando lo vi disfrutar de la existencia de su hija, Valentina Alicia.

Nos quedó debiendo su novela frustrada de juventud (“Narciso, ven a mí”) y una historia de la literatura del siglo XX, pero nos quedan sus libros, sus columnas periodísticas, el recuerdo de las tertulias literarias, las conversaciones con su hermano del alma, Héctor Juan Jaramillo, sus divagaciones sobre la historia universal, sus perspicaces opiniones, su gran sentido del humor y su desesperación ante el arboricidio de varias administraciones de su querida ciudad, Manizales.

Hace apenas unas semanas, recibí su último mensaje cuando acompañó a mi suegra en sus funerales.

Al llegar a los 80 años, Hernando seguía con su alma juvenil, casi infantil.

Ya sabemos que no hay que preguntar por quién doblan las campanas: doblan por nosotros.