20 de abril de 2024

Confusionismo

11 de junio de 2022
Por Augusto León Restrepo
Por Augusto León Restrepo
11 de junio de 2022
A una semana de que salgamos a votar por Hernández o por Petro, en orden alfabético, en blanco, o que nos quedemos debajo de las cobijas, que son las opciones que ofrece nuestra llamada democracia el día que se elige al primer mandatario de la nación, Confucio, quien, a juicio de una reina de belleza de Panamá, de cuyo nombre no quiero acordarme, es el padre del «confusionismo», debe estar bailando en una pata. Su «doctrina» se ha cristalizado, con creces, en la política de nuestro bello y nunca bien ponderado país colombiano.
Desde que tuve lo que llaman uso de razón, oí hablar en los comedores familiares, en Anserma, de política. Conservadora o liberal. Eran los aciagos días de la violencia partidista. Mis tíos abogados, mi padre Agustín, empleado público. Conservadores militantes. Entre gallos y media noche recuerdo que a los liberales los señalaban como comecuras, masones, comunistas, bandidos- mi padre, en Apía, había recibido un balazo en el pecho, por parte de «la chusma» liberal que no se lo pudieron extraer, y que lucía como condecoración- y como transmitían los discursos del Senado, los ánimos se exacerbaban y el país vivía encendido. La radio, era el internet de la época. Los diarios escritos llegaban al anochecer y los de Bogotá, Medellín o Cali, con dos o tres días de atraso.
Desde luego que, en la escuela, después en el bachillerato, en la universidad, en la vida, nuestros compañeros y amigos fueron conservadores y liberales, el Frente Nacional apaciguó el volcán sectario y los genes políticos fueron congelados. Los espíritus los acabamos de serenar, cuando nuestro profesor de Filosofía del Derecho, Filiberto Botero Ramírez, nos hizo ver, palabras textuales, que «como será Colombia de fuerte, que no se ha acabado, después de haberse aguantado en su historia, dos partidos conservadores».  Aun cuando en algunas familias, en parte de la sociedad, los genes, parece que renacieran. Es lo que desde hace algunos años les ha dado por llamar polarización, crispación, y otras apelaciones, muy parecidas al fundamentalismo y al sectarismo. Al confusionismo. Ahora ya ni sabemos porque es que peleamos.
Miren. Siempre el conservatismo y el liberalismo y después todos los partidos y movimientos que en Colombia han sido incorporaban en sus decálogo que para vivir sabroso, para disfrutar del estado de bienestar, del bien común que se predica desde los griegos, quienes inventaron esa cosa que se llama la política, los ciudadanos necesitan como mínimo, educación, salud y techo. Oportunidades y empleo. PAZ, así con mayúsculas, social y política. Libertad y orden u orden y libertad, como lo quieran leer. Respeto a la constitución y a las leyes. Instituciones fuertes, integérrimas. Presencia del Estado en la integridad del territorio nacional. Tolerancia. Respeto y protección por las minorías. Honestidad a toda prueba en el manejo de los haberes públicos o sea, anticorrupción. Defensa a ultranza de la pacha mama, de lo ecológico, cuido sin tregua a la casa en que vivimos, y la convicción y la práctica de que tenemos que lograr un país en que quepamos todos. Agreguen ustedes de su propia cosecha, casuísticos anhelos o realizaciones posibles, sin caer en populismos ni demagogias.
Lo demás son baladronadas. Técnicas deleznables para obtener el poder, entrampamientos, estrategias rocambolescas y ruines, politiquería y agresiones al pueblo, que siempre, más en los momentos de crisis, es superior a sus dirigentes.
Esto lo escribo el jueves, porque salgo de Bogotá a calentar mis huesitos y mis carnitas y lo leerán el domingo. Oigo por la radio, que la pelotera sigue a puñaladas entre las dos facciones que irán el 19 de junio a las urnas. Lo visceral está en su apogeo. Si los candidatos Petro y Hernández, no apaciguan sus tribus ni les ponen sordina a sus bodegas, la noche de elecciones y los días subsiguientes no alcanzo a imaginar lo que podría suceder. Exijámosles ésta semana, que, por lo menos, expresen en alta voz que van a respetar los resultados electorales. Que las celebraciones o las protestas, deberán efectuarse en sus justas proporciones. Que en la victoria serán generosos y en la derrota, consecuentes Y que recuerden que, muertos por política, siempre serán muertos inútiles.