29 de marzo de 2024

Contextos educativos y espirales de violencia

Psicóloga. Maestrante en psicología clínica. Cursando formación en logoterapia y análisis existencial. Investigadora en neurociencias. Miembro de la Red Colombiana de Mujeres Científicas. Líder de iniciativas de desarrollo social y educativo en Manizales.
28 de abril de 2022
Por Viviana Andrea Arboleda Sánchez
Por Viviana Andrea Arboleda Sánchez
Psicóloga. Maestrante en psicología clínica. Cursando formación en logoterapia y análisis existencial. Investigadora en neurociencias. Miembro de la Red Colombiana de Mujeres Científicas. Líder de iniciativas de desarrollo social y educativo en Manizales.
28 de abril de 2022

Los frecuentes casos de violencia escolar que se están presentando en la ciudad de Manizales han prendido las alarmas de las autoridades. El reingreso a las aulas, posterior al  aislamiento por COVID-19, ha puesto en evidencia tanto las dificultades en la expresión y la canalización emocional de los jóvenes, como la repetición de espirales de violencia en nuestra sociedad colombiana.

Ante esta situación, es fundamental hacer un llamado a la sociedad. Si bien es la familia el principal microsistema donde se adquieren los aprendizajes, la sociedad tiene la capacidad de mantenerlos o cambiarlos. El impacto de la sociedad no solamente se refleja en las calles, sino también en los estímulos que se transmiten a través de los medios digitales.

Durante el confinamiento por COVID-19, se pusieron a prueba las estrategias de afrontamiento, es decir, las maneras de responder al estrés, en todos los hogares. Algunos abusaron del alcohol, consumieron sustancias psicoactivas (SPA), recurrieron a las heteroagresiones físicas y psicológicas e hicieron un uso excesivo del entretenimiento, incluyendo películas, series, videojuegos y otros contenidos audiovisuales que promueven la violencia.

El aprendizaje de los niños está mediado principalmente por la imitación. Esto aplica tanto para lo que ven en casa como para lo que contemplan en sociedad, de manera presencial o virtual. La exacerbada carga de violencia a la que se exponen muchos niños, niñas y adolescentes, tanto en sus hogares como a través de una pantalla, envía un mensaje que invita a la agresión como mecanismo de supervivencia. Esto se traduce en las conductas heteroagresivas que estamos observando en los centros educativos. Si a estos factores contextuales le agregamos el hecho de que el cerebro de los jóvenes está en proceso de maduración, por lo que no ejercen un pleno control inhibitorio de sus emociones, el cóctel de riesgo está servido.

Es fundamental que tanto en familia como en comunidad desaprendamos actitudes agresivas. Esto incluye la aceptación de las diferencias, sean físicas, cognitivas, sociales, sexuales, religiosas o políticas. También es necesario enseñar a los niños, niñas y adolescentes a expresar de manera adaptativa y no agresiva sus emociones. Por ejemplo, no es inadecuado sentirse enojado. Lo inadecuado es responder con agresión ante el enojo. Un niño puede estar muy molesto debido al comportamiento de otro, pero, en lugar de responder con un golpe o un insulto, puede aprender a respirar profundamente, retirarse del lugar, validar su emoción y volver en otro momento a expresarle su molestia a su compañero. Sin embargo, esto dependerá de que los adultos demos el primer paso en usar estas estrategias, pues posteriormente ellos las imitarán.

Por lo tanto, evaluemos nuestra manera de responder a aquello que nos molesta. Si lo estamos haciendo de manera agresiva, es menester que aprendamos nuevas estrategias de afrontamiento. De esta manera, como familia y sociedad, les estaremos dando a los niños, niñas y adolescentes un buen ejemplo tocante a la expresión emocional, en aras de romper espirales de violencia y de aprender a resolver las diferencias sin ningún tipo de agresión.