27 de marzo de 2024

Las desgracias del general Santander

26 de julio de 2021
Por Albeiro Valencia Llano
Por Albeiro Valencia Llano
26 de julio de 2021

Francisco de Paula Santander nació en la Villa del Rosario de Cúcuta el 2 de abril de 1792; tenía 13 años cuando lo enviaron a Santafé para estudiar en el Colegio de San Bartolomé, donde cursó humanidades e inició los estudios de Derecho que interrumpió para participar en los hechos del 20 de julio de 1810. Aquí empezó su intensa carrera militar que lo llevó a realizar al lado de Bolívar la empresa libertadora de 1819, cruzando la cordillera para caer por sorpresa en territorio de la Nueva Granada. Esta etapa culminó en la Batalla de Boyacá donde se inicia la independencia porque facilitó el éxito en las campañas de Venezuela, Quito, Perú y Bolivia.

Después del triunfo en Boyacá, Bolívar organizó el gobierno civil y para ello creó la vicepresidencia de la Nueva Granada y designó a Santander para esta posición. Inmediatamente nombró secretarios de Guerra, de Hacienda, del Interior y de Justicia.

Sobre estos temas escribió Bolívar que “El Ejército en el campo y Vuestra Excelencia en la Administración, son los autores de la existencia y de la libertad de Colombia”. Santander aceptó el reto y se encargó de organizar la joven República; al respecto escribió que “El último día de mi vida será el primero en que deje de ocuparme de la Independencia, en el honor y en la libertad de la Nueva Granada”. Así se inició la nueva etapa de su vida, la del estadista, la del buen administrador que recibía una provincia arruinada por las numerosas guerras.

Las dificultades

Aunque entre Santander y Bolívar hubo numerosos desacuerdos el más grave fue el que se desató debido a la conspiración del 25 de septiembre de 1828 que tenía como objetivo asesinar al Libertador. Santander conocía los hechos, estaba de acuerdo con los autores intelectuales del atentado porque no compartía la dictadura de Bolívar. Casi todos los asaltantes del Palacio de San Carlos fueron apresados, muchos condenados a la pena de muerte, otros a prisión y al destierro. Al general Santander se le acusó de cómplice y encubridor de los conjurados y fue condenado a la pena de muerte. En este punto saltó la hermosa Nicolasa Ibáñez y le envió al general Bolívar la siguiente súplica:

Mi respetado general:

No debe extrañar Vm que me dirija por medio de esta carta, a manifestarle el estado terrible de mi corazón, cuando Vm mismo me inspiró otras veces confianza y que una idolatría sin término he tenido por Vm, me dan derecho a tomarme esta livertad. Sí General… recuerde Vm mi cariño y recuerde más que todo que no puede en el universo entero, quien lo halla adorado más ¿Vm lo sabe?

¿Y podré yo esperar un pesar que yo no pueda sufrir de manos de Vm? No. No lo puedo pensar, Vm es sensible y más que todo tiene una alma noble. Ojalá me fuera permitido verlo, de rodillas. Y con estas lágrimas que aún no me dejan escribir, yo le suplicaría a Vm y estoy segura que recibiría el consuelo de manos de un ombre generoso y grande.

¿Cuántas veces habría perdido mi vida en obsequio de Vm? General, compadézcase Vm de una mujer, tan desgraciada, destinada solo a sufrir. Hoiga Vm mis ruegos y consuéleme Vm. Pero al contrario, mi corazón me dice, Bolívar te dará alivio, sí, yo lo espero.

Bien conoce Vm el objeto de esta carta, la amistad solo. Santander es quien me obliga a molestar a Vm, pero le hablo a Vm con franqueza y con todo mi corazón, si no estuviera conbencida del modo de pensar de este hombre y lo incapaz de cometer una felonía, no sería yo la que hablara por él, no, esté seguro de ésto. Un corazón cruel y una alma baja la detesto.

Santander es onrado y sensible. Yo no quiero General mas sino que mande poner en livertad a este ombre desgraciado que no sufra la pena de un criminal y que ynmediatamente salga para los Estados Unidos, fuera del país, yo soy la que descanso de tanto pesares. Espero este fabor de Vm y no puedo menos que esperarlo, al mismo tiempo confío en que Vm me dispensará cuando considere a lo que obliga la amistad y que este bien quedará grabado en el corazón de la más infeliz y afectísima amiga de Vm.

Aunque la carta de Nicolasa conmovió el corazón de Bolívar, a Santander lo defendía el ambiente político; como consecuencia el Libertador, por intervención del Consejo de Gobierno conmutó a Santander la pena de muerte por la de reclusión en las bóvedas de Bocachica. Estuvo varios meses en prisión, pero fue puesto en libertad gracias al Mariscal Sucre y a don Joaquín Mosquera y salió para Europa.

Después de la muerte de Bolívar regresó al país y fue elegido presidente de Colombia en 1832. Falleció el 6 de mayo de 1840 y desde entonces fue conocido como El Hombre de las Leyes. Este verdadero padre de la patria es recordado también por esta afirmación. “Si las armas os han dado Independencia, las leyes os darán la libertad”.

La estatua del General Santander

Desde el año 1939 se inició en el país la programación del primer centenario de la muerte de Francisco de Paula Santander. La Dirección de Educación del departamento de Caldas ordenó publicar la biografía del General y la ubicación de retratos del prócer en todos los establecimientos oficiales del departamento. Para completar el homenaje llegó de Medellín la estatua del General fundida en bronce en el taller Constantino Carvajal. Por último, el 6 de mayo de 1940 se realizaron los actos protocolarios en el Parque de Los Fundadores. La multitud con fervoroso entusiasmo patriótico colmó la plaza y parte de la Avenida. En esa época la gente conocía la vida y la obra del prócer.

Pasaron los años, llegó el olvido y fueron cayendo las estatuas. En septiembre del 2020 un grupo de indígenas de la etnia Misak se ubicó en el Morro de Tulcán, en Popayán, donde estaba instalada la estatua de Sebastián de Belalcázar y le hicieron un juicio histórico al fundador de la ciudad por los delitos de “genocidio, desaparición forzada, despojo y acaparamiento de tierras”. Pero más preocupación produjo la acción realizada contra el monumento de don Antonio Nariño en la ciudad de Pasto, desconociendo su papel en el contexto sociopolítico de la época.

El pasado 20 de julio el turno le llegó a la estatua de Santander, en Manizales. Cuando los manifestantes pasaban por el sector de Fundadores un grupo de encapuchados tumbó la estatua y esta vez el Hombre de las Leyes, sí perdió la cabeza.

Por último, desde hace 30 años desapareció el estudio de la historia como un programa separado de las ciencias sociales y por lo tanto las nuevas generaciones perdieron la memoria. Es complicado borrar los hechos históricos de un plumazo, pero es una buena oportunidad para estudiar el pasado; seguramente así entenderemos el presente y la dimensión de los conflictos sociales que sufre el país.