Legalizar
Lo ilegal siempre va a despertar más de una curiosidad. Si lo ilegal, además, es ilícito, ya las miradas serán de orden punible, pues alguien
observará la posibilidad de un gran negocio. Lo prohibido, penalizado y perseguido genera altos precios para quienes quieren o pretende acceder a ello.
Las luchas que la humanidad ha librado desde siempre en esta materia, todas, absolutamente todas han resultados perdidas. No hay nada que hacer cuando es la propia persona, como individuo quien determina que le gusta, cúando, dónde y cómo.
Se perdió hace muchos años la lucha contra la prostitución. Todo lo que se hizo fue criminalizarla y disponer de muchos recursos públicos para perseguirla. Los efectos fueron multiplicadores, porque se volvió más cara.
Los servicios de quienes convierten su cuerpo en el gran negocio, o en al menos su modo de subsistencia, por ausencia de oportunidades, o porque les divierte, o porque les gusta, alcanzan los precios que se quieran por la ausencia total de regulación.
No es posible perseguir y regular a la vez. O lo uno o lo otro. Quienes persiguen piensan que son los dueños de la moral colectiva (que nadie ha logrado definir) y obran con la mejor buena fe, para evitar que se den secuelas negativas de eso que quieren controlar.
Cuando entendieron que a mayor persecución, más utilidades dejaba el negocio, optaron por sacar el asunto de la ilegalidad y de la ilicitud. La prostitución no ha desaparecido, lo que pasa es que ahora es mucho más sofisticada y más costosa. La callejera subsiste, pero también la de altos círculos económicos en los que se ofrecen muchas alternativas y espacios de ejercicio. Son los lujos de quienes pueden disponer del dinero en las cantidades que quieran.
Sin que obedezca a un orden cronológico, sucedió lo mismo con el tabaco. Los efectos devastadores de su consumo excesivo, llevó a quienes regulan a prohibir, ilegalizar, volver ilícito su consumo. Y con eso se convirtió en el gran negocio. El Estado gastando ingentes sumas de recursos económicos, persiguiendo ese consumo y con ello volviéndolo más caro y de mayor presencia. La opción fue abandonar la lucha, legalizar y grabar tributariamente tal producto. Es una renta de lo público que, por lo menos en nuestro medio, financia gran parte del sistema público de educación.
Sucedió también con el alcohol, lo que llevó a generar grandes organizaciones criminales que sabían que siempre habría consumidores, sin
que trascendiera nunca el precio que debieran pagar. Quien desea consumir licor, nunca pregunta su precio. Lo pide y lo paga, mucho más fácilmente que una libra de arroz.
El valor de los vicios que tienen los seres humanos, jamás ha importado a nadie, porque lo que importa es satisfacer esos deseos, que en general van dirigidos hacia los gustos individuales y el bienestar de quien lo hace.
Fue otra batalla perdida. El crimen movía todo el alcohol que quería. Y además lo desvirtuaba para hacerlo más rentable. Fueron muchos los
muertos por esa causa. Fue demasiado el costo que lo público debió asumir en su persecución. El resultado de esa poderosa búsqueda tras el alcohol, fue que el consumo se multiplicó, el crimen creció, los grandes negocios de los jefes de ese tráfico se hicieron muy poderosos, hasta cuando alguien vio que la batalla estaba completamente perdida y se fueron por el mismo camino del tabaco: legalizar y grabar, para no seguir gastando recursos en lo que jamás daría resultados ciertos y además de ello obtener réditos que permitieran la financiación de costos sociales en lo público.
La educación, por ejemplo, ya tuvo una fuente más voluminosa para su financiación. Y tomar licor en los mejores sitios, con las mejores -o peores- compañías, sin reparar en el precio, se volvió algo elegante, de mucho criterio y categoría en los círculos en los que cada quien se mueve. Se considera, incluso, que quien consume el licor más caro, es porque ostenta una categoría superior. Tomar trago caro, da renombre.
La lucha se abandonó y se le dio estatus al hecho de intoxicarse con mucho alcohol, que venden en los lugares más lujoso, atractivos y placenteros. Es la rumba, que mientras mejores ambientes ofrezca, más altos son sus precios. Decir que se ha estado en sitios así, da prestigio. Nadie, absolutamente nadie lucha ahora en contra del consumo del alcohol. De pronto la ciencia médica, que siempre deberá ser eminentemente preventiva, lo siga haciendo , pero con las informaciones y consejos en busca de seres humanos un poco más sanos. El consumo de alcohol es completamente legal y contribuye con la generación de rentas que son muy representativas para el Estado.
Para comienzos de la década de los sesentas en el siglo XX fueron puestos en evidencia los opioides, que dados sus efectos dañinos, de inmediato se volvieron materia ilegal e ilícita. Y ahí nació un nuevo imperio de riqueza, de crimen y de poder. El poder que da el dinero obtenido en enormes cantidades en poco tiempo. A mayor persecución, mejores utilidades para quienes han hecho de ese su mundo de los negocios, al punto de dar origen a la expresión de que se trata de “ejecutivos de alto riesgo”, quienes son conscientes de que una vez ingresados a ese espacio su final no será nada distinto a un cementerio o una cárcel. Negocios que alcanzan hasta para darles a quienes ostentan o quieren ostentar el poder y son los encargados de la elaboración de las normas y especialmente del ejercicio de la autoridad, que basta con no ejercerla para que se convierta en un ingreso jugoso que no genera el salario devengado Las formas de lucha contra lo que denominan el crimen del narcotráfico son múltiples. Se ha categorizado como un crimen trasnacional, a fin de poderlo perseguir sin tener en cuentas las fronteras. La mayor parte de los recursos de defensa de los Estados modernos se ocupa de financier esa persecución.
Ya son muchos años persiguiendo ese delito. Ya son muchas las formas en que se hace. No se duda en disparar a muerte a quien le detectan el porte de sustancias de esta naturaleza. Ya hay países que se piensan con licencia para matar, impune y silenciosamente, a quienes son sorprendidos en el transporte de esta clase de sustancias. El recipiente hace presumir a todos culpables y por eso se dispara sin previo aviso y se incendia en altamar a seres humanos que alguna vez salieron de su casa y nunca más regresaron.
Harán parte de personas cuyo paradero es desconocido. Todo se justifica en esa carrera loca de perseguir y perseguir, aunque los resultados de lo que se hace son cada vez más precarios. Por no decir nulos.
Se persigue, se juzga, se condena, se mata a muchos por esa causa. El tráfico no se detiene. Eliminan métodos de comercio irregular. Eso lleva a poner en marcha nuevas imaginaciones de quienes hacen los negocios, para traficar mediante medios que no se imaginan los que los persiguen. Cuando los detectan es porque alguien de la organización criminal lo hace saber y será hombre muerto, o una simple coincidencia feliz de un nuevo positivo de la autoridad.
Y se gastan millones de millones de recursos persiguiendo, inventando sistemas de control y vigilancia, dando cuenta de incautaciones múltiples y presentando esa lucha como la gran realización de los gobiernos del mundo, mientras crece la inseguridad ciudadana, que permite que el salario de un humilde trabajador le sea arrebatado delante de todo el mundo, sin que nadie haga nada, porque la autoridad está ocupada persiguiendo lo que nunca ha podido alcanzar. Y no va a alcanzar. Es una lucha inútil, costosa, más criminal que el mismo crimen.
Y se reúnen grandes conferencias de expertos en esa persecución. Para los racionales, no es entendible que alguien pueda llegar a ser un gran experto en algo que nunca ha dado, está dando o va a dar resultados ciertos.
Los grandes recursos del Estado moderno están empeñados en esa persecución. Las soluciones a la pobreza, al hambre, a las deficiencias
educativas, a las oportunidades de empleo no es posible obtenerlas, porque quienes ejercen la autoridad sacan pecho hablando de incautaciones, de persecuciones, de decomisos, de detenciones, dizque de éxitos contra el crimen. Y el crimen creciendo en proporciones desconocidas, pero inmensas. El consumo no baja. Aumenta. Y los traficantes son cada vez más ricos y tienen mucho más con qué sobornar y controlar el ejercicio de la autoridad.
Se gastan todos los recursos de lo público en una lucha completamente inútil, que, en nuestro criterio, se mete en el ámbito personal del libre
desarrollo de cada ser humano. El que le gusta sentirse lejos del mundo mediante el uso de sustancias tóxicas, por más que lo persigan, lo
estigmaticen, lo condenen lo va a seguir haciendo.
Ya es hora que el mundo piense en que la salida en esa lucha se perdió hace mucho tiempo. Es hora de darse cuenta que el crecimiento del crimen genera mayor corrupción y más crimen.
Si se legalizó la prostitución y el mundo siguió su marcha, si se legalizó el tabaco y el ser humano siguió adelante, si se legalizó el alcohol y la
civilización no se acabó, cual es la razón para que ahora no se piense en legalizar el consumo de sustancias narcóticas, grabar sus precios y en lugar de seguir gastando dinero en una lucha inútil y perdida, se obtengan impuestos que sirvan para atender a tantas necesidades sociales.
Legalizar el consumo de sustancias tóxicas es una necesidad urgente del mundo de ahora. Perseguir el crimen genera más crimen. Descriminalizar significa trasladar responsabilidades a los individuos que deben cuidarse por sí mismos. Seguir gastando lo que debe ir a inversión social en esa lucha inútil y cada vez más corrompida, es un desperdicio de fuerzas, de seres humanos y de posibilidades de ser mejores, cada quien en lo suyo, pero sin seguir entendiendo que lo que interesa e importa a todos es dar una pelea que sigue generando frustraciones, dolor y desesperanza.
Legalizar es conocer en público el tamaño del problema y afrontarlo humanamente. Perseguir y criminalizar es asumir unos costos que el mundo moderno no se puede seguir dando. El ser humano ha tenido, tiene y va a tener vicios, es mejor grabarlos y no criminalizarlos. Conocer el tema es asumir soluciones. Perseguir es ocultar lo que se esconde detrás de ese mercado inmundo de lo prohibido.