20 de septiembre de 2025

¿Quién certifica a estados unidos?

20 de septiembre de 2025
Por Augusto Trujillo Muñoz
Por Augusto Trujillo Muñoz
20 de septiembre de 2025

La guerra contra las drogas fue declarada por los gringos hace más de medio siglo y ese mismo tiempo hace que se viene perdiendo todos los días en todos los sitios del mundo. El narcotráfico es el negocio global más lucrativo, después del de las armas, y no es casual que el país con el mayor consumo de drogas del planeta sea también el más beneficiado con el negocio de las armas.

Desde que radicaron la ofensiva en cabeza de los países productores, Colombia vive un calvario. La condenaron a revivir el mito griego de Sísifo, aquel rey que empujaba todos los días una roca hasta lo más alto de la montaña solo para que, antes de llegar a la cima, la roca cayera de nuevo y Sísifo tuviera que repetir su faena eternamente. Albert Camus presenta ese mito como la metáfora del esfuerzo inútil, que privilegia la categoría neutra de la lucha sobre la esperanza feliz de un exitoso resultado.

Hace diez años, el periodista Germán Castro Caycedo escribió un libro que muestra esa tragedia en toda su amarga dimensión. Se titula “Nuestra guerra ajena”. Sostiene el autor que el narcotráfico llegó al país de la mano de los Estados Unidos, como una estrategia
necesaria después de la guerra de Vietnam. En ella nació una creciente adicción a la marihuana entre los soldados gringos que, tras la derrota, debieron regresar a su país. Eso indujo al Ejército a buscar abastecedores para esa demanda y los encontraron en la costa
caribe colombiana.

Es dramático: en la estrategia gringa cualquier disculpa es válida para golpear al actual gobierno y cualquier golpe al actual gobierno es bien recibido por quienes debieran defender al país en una situación tan injusta como esta. Colombia ha sido, de lejos, el socio más cercano a Estados Unidos en la lucha antinarcóticos en toda la región, sus fuerzas militares combaten el crimen organizado trabajando de la mano con los norteamericanos y, hace apenas un mes, murieron trece policías luchando contra el narcotráfico en Antioquia.

Pero Trump niega semejante realidad y Rubio tiene el descaro de justificar la descertificación desde Israel, a donde viajó para dar testimonio de respaldo al mayor genocidio cometido en el planeta durante los últimos ochenta años. ¿Con qué autoridad moral o jurídica los gringos condenan o absuelven unilateralmente a quien se les antoje? Por Dios, Colombia les ha mostrado su lealtad hasta más allá del cumplimiento del deber. Es más: ¿quién certifica a Estados Unidos, como para que puedan certificar a uno u otro país extranjero? O mejor, ¿quién los descertifica por su errático papel de policía universal?
En sana lógica sería cualquiera: Europa, el resto de América, cualquier comunidad democrática, incluso un grupo sensato de ciudadanos como usted y como yo, inspirados en una ética que es urgente rescatar, antes de que este presidente orate, condenado por la justicia de su propio país, haga colapsar el derecho y entronice el reino de la arbitrariedad.