13 de enero de 2025

Perspectiva Socialista

8 de diciembre de 2024
Por Eduardo Aristizábal P.
Por Eduardo Aristizábal P.
8 de diciembre de 2024

Como católico apostólico y romano, mi fe está intrínsecamente conectada con mis valores y principios socialistas. Esta combinación refleja una profunda preocupación por el bienestar de los demás y un deseo genuino de contribuir al bien común. En este contexto, mi entendimiento del socialismo se inspira en las enseñanzas de Jesucristo, quien practicó un amor comunitario que va más allá de las parcelas individuales, hacia una visión más amplia y solidaria de la sociedad.

El catolicismo, en su esencia, enseña la importancia del amor y la dignidad humana. Jesucristo nos dejó un legado de compasión, servicio y entrega hacia quienes más lo necesitan. En su vida y ministerio, no solo se preocupó por la salvación espiritual de los seres humanos, sino que también atendió sus necesidades materiales y emocionales. A través de sus acciones, reafirmó que el amor al prójimo es el mandamiento más importante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Este principio fundamental se convierte en el núcleo de una práctica socialista que busca el bienestar de la comunidad por encima de los intereses individuales.

Desde esta perspectiva, mi socialismo es un reflejo de un cristianismo activo y comprometido. Esta ideología aboga por la igualdad, la justicia y el acceso equitativo a los recursos, donde el bien común ocupa un lugar preponderante sobre las aspiraciones particulares. El mensaje de «bienaventurados los pobres» resuena profundamente en mi entendimiento de la economía y la política. Considero que no puede haber auténtica justicia si un pequeño sector de la población acumula riquezas mientras que muchos viven en la pobreza.

El socialismo que practico es el que se alinea con las enseñanzas de Cristo, que enfatizan la comunidad y la solidaridad. En este sentido, valoro el principio de la economía de la comunión, donde se fomenta una cultura del compartir y del apoyo mutuo. El evangelio de Lucas  exhorta a dar a quien te pida y no exigirlo de quien toma lo que es tuyo. Esta visión va en contra del individualismo y el consumismo que prevalecen en muchas sociedades contemporáneas.

Mi fe y mi compromiso con el socialismo me llevan a defender la justicia social, la equidad y la dignidad de todas las personas. Creo firmemente que una sociedad verdaderamente justa es aquella que se preocupa por los menos favorecidos. Esto implica luchar contra cualquier forma de opresión, explotación y discriminación. Así como Jesucristo se opuso a los poderosos de su tiempo, nosotros también debemos levantar nuestras voces contra las injusticias contemporáneas.

La práctica del bien común va más allá de los discursos; requiere acción concreta. Como católico socialista, me comprometo a participar en iniciativas comunitarias que promuevan el desarrollo integral y sostenible de nuestra sociedad. Esto incluye apoyar proyectos que ofrezcan educación, salud y oportunidades laborales a quienes más lo necesitan. A través de la colaboración y el esfuerzo colectivo, podemos transformar nuestra comunidad, haciendo eco de la visión de un mundo más justo que propugnó Jesucristo.

En conclusión, ser católico apostólico y romano desde una perspectiva socialista implica integrar la fe con la práctica social. En este sentido, Jesucristo se convierte en el modelo a seguir, demostrando que un verdadero amor cristiano se manifiesta en el cuidado y la atención a los demás. Mi compromiso es con el bien común, donde cada acción y decisión deben estar guiadas por el deseo de crear una sociedad más equitativa y solidaria. Al practicar estos principios, espero no solo vivir mi fe, sino también inspirar a otros a actuar en favor del bienestar colectivo, recordando siempre a Mahatma Gandhi quien manifestó  «donde hay amor, hay vida», un amor que debe reflejarse en nuestras acciones hacia el prójimo.