12 de junio de 2025

El colapso de la democracia 2

15 de diciembre de 2024
Por Augusto Trujillo Muñoz
Por Augusto Trujillo Muñoz
15 de diciembre de 2024

 

El talante autocrático y la vocación populista se han apropiado de la actividad pública y están diluyendo el basamento institucional del Estado de Derecho. No sin razones, hoy se habla más del desvanecimiento de la democracia que de sus potencialidades.

La consunción del socialismo supuso el advenimiento de una auténtica democracia global en el corto plazo. Sin embargo, el siglo xxi optó por revivir tesis ya superadas del liberalismo decimonónico y decidió formularlas como dogmas. Como lo señalé en columna anterior, así se rompieron los equilibrios construidos en el siglo xx entre estado social de derecho y economía social de mercado. Y por esa vía se instauró un sistema pernicioso que permitió el crecimiento simultáneo de la riqueza y de la desigualdad.

 La pandemia anunció un regreso del péndulo, pero el fenómeno Trump modificó las opciones. Una plutocracia poderosa se instaló detrás de su candidatura con el propósito de formular un proyecto autocrático. La idea de quienes ven en Estados Unidos una democracia ejemplar naufraga entre la ingenuidad y la falacia. Sus primeros colonos y sus padres fundadores no son ajenos al común denominador de su historia política, que enlaza la doctrina Monroe, el big stick del primer Roosevelt, la doctrina Truman, las interferencias de Reagan, el unilateralismo de Bush y este horizonte plutocrático que Trump proyecta sobre el mundo.

La democracia mayoritaria de origen anglosajón, aplicada a las sociedades actuales terminó imponiendo una especie de dictadura de las mayorías que desconoce la diversidad y desecha la idea de los acuerdos con el adversario. La democracia de consenso es, probablemente, la única opción que queda de gobernanza cabal para las sociedades plurales. Algunos dicen que el consenso democrático supone connivencia y otros que su ejercicio es utópico. Ambas críticas han sido orquestadas por el mundo anglosajón, cuya ética positivista lo aprisiona en un pragmatismo a ultranza que le impide imaginar el porvenir con esperanza.

Los consensos no son producto de la maniobra sino del debate incluyente; la utopía es una moneda de dos caras que siempre caerá por el lado del progreso, si la política es capaz de acuñarla en troqueles de prudencia y realismo. Por desgracia, los gobernantes de hoy prefieren el diálogo de sordos sobre la controversia civilizada, mientras la plutocracia que se anuncia con Trump privilegia el derecho de la fuerza sobre la fuerza del derecho. Se están diluyendo los valores de la civilización occidental.

Para el filósofo español Daniel Innerarity la democracia tiene una función clave en cualquier sociedad, porque articula futuros deseables. Si esa promesa deja de ser plausible, también deja de serlo la democracia. En tales condiciones el futuro se traslada al pasado. Por eso los ingleses aprueban el Brexit y los gringos se alinean tras el Make America Great Again. Así los anglosajones empujan al mundo por un despeñadero, mientras buscan la curiosa combinación de neoliberalismo y nacionalismo, dos cosas excluyentes entre sí. Pero, como dice Innerarity, ellos quieren ser dueños al mismo tiempo del mercado y del imperio.