26 de marzo de 2025

Qué lee Gardeazábal: «La Inspiración», de Julián Malatesta

27 de octubre de 2024
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
27 de octubre de 2024

En un momento de la historia universal donde los pensadores le están cediendo el campo a la IA y pocos ejercen el viejo oficio de interpretar, definir y hasta de explicar los términos eternos de la literatura y la filosofía, que aparezca un libro como este asombra verdaderamente. Malatesta, docente de la Universidad del Valle y conocido nacionalmente por su exultante manera de hacer poesía o de exponer su pensamiento de izquierda, logra en este libro, tan delicada y luminosamente editado por la editorial mexicana, acercarse a hacernos entender en qué consiste la inspiración, esa ave maligna de muchos escritores y mito asustador de sabios psiquiatras e ignaros lectores. Con desparpajo, más que con habilidad, Malatesta logra parapetearse en Baudelaire, Pound y Benjamin para revisar, con ojos y sapiencias grecorromanas, el origen de algunos grandes inspirados de fama universal.

Repasa entonces, con bisturí ecléctico y lenguaje un tanto obtuso, el valor inmenso del mundo poético chino y japonés, el dominio del Logos en Occidente y, muy curiosamente, la importancia de la música en el acto creativo. Se aprovecha de Rilke, Keats y Borges, y se atreve a afirmar que la imagen poética sería entonces el alcance de lo inconcebible con los elementos ordinarios de lo residuo. Hace acto de adoración perpetua al intelecto del filósofo Spinoza, le construye un altar a Huidobro, el jugoso poeta chileno, y se apoya en Aimé para definir la inspiración, advirtiendo que no es una lengua de fuego sino el candelazo que se recibe por el roce de las sustancias que convocan los cerebros del creador. Por supuesto, un lector de la experiencia de Malatesta no se convence con esa definición y entonces apela a introducir la serendipia, o los saberes intrusos, para que turben y reclamen un lugar en la composición final que produce la inspiración.

Probablemente, entonces, este libro no sorprenda a quienes han tenido el beneficio de la cátedra de su autor, pero a quienes ya dejaron de leer de corrido esperando que la Inteligencia Artificial les haga el oficio interpretativo, la macrocósmica obra de Malatesta resultará inentendible y quizás hasta superflua. Para mí, no.