17 de enero de 2025

Fantasmas y mitos del Tequendama

Columnista de opinión en varios periódicos impresos y digitales, con cerca de 2.000 artículos publicados a partir de 1971. Sobre todo, se ocupa de asuntos sociales y culturales.
29 de junio de 2024
Por Gustavo Páez Escobar
Por Gustavo Páez Escobar
Columnista de opinión en varios periódicos impresos y digitales, con cerca de 2.000 artículos publicados a partir de 1971. Sobre todo, se ocupa de asuntos sociales y culturales.
29 de junio de 2024

Desde muy joven me interesé por el Salto de Tequendama, y cuando lo conocí quedé deslumbrado ante su majestuosidad. Es uno de los mayores espectáculos de Colombia, cuyo origen proviene del dios Bochica. Por consiguiente, está encadenado con la mitología de los siglos. Se cuenta que Bochica, para evacuar las aguas que inundaban la sabana de Bogotá formó este soberbio despeñadero que se precipita desde 157 metros de altura.

 

En 1826, Bolívar, alucinado por semejante visión, dio un salto incontenible a la piedra de dos metros cuadrados situada en la boca del precipicio. Esta se conocería como la Piedra de los Suicidas. Desde los años treinta del siglo XX se convirtió en el lugar preferido de quienes se tiraban al abismo en un descenso de seis segundos. Así se resolvía y sigue resolviéndose la angustia de vivir.

 

En 1941, se recuperó por primera vez un cadáver que flotaba en el agua como si fuera su cementerio natural. Ese mismo año, un agente de la Policía Nacional, llamado José Suárez, caminaba con su novia por el sitio y de repente le dio un beso, subió a la piedra, se quitó el sombrero y se lanzó al vacío. En el entorno se erige la Virgen de los Suicidas, a la que muchos se encomiendan antes de dar el paso mortal. A la catarata también se le conoce como el Lago de los Muertos. Todo suena fantástico, pero es real. Tequendama significa en lengua muisca «el que se precipitó hacia abajo».

 

¿Cuántas personas se han suicidado en el Salto de Tequendama? Imposible saberlo. Antes se llevaba un registro detallado, pero como los casos llegaron a ser innumerables, la cuenta se perdió. Muchos se fueron del mundo sin dejar rastro, como ocurre con los desaparecidos por la violencia en la época actual. En otro tiempo había agentes de la Policía que vigilaban el sitio para impedir el acto fatídico, lo cual no era suficiente, pues hasta en horas nocturnas se buscaba la muerte sin la mirada de testigos.

 

Son numerosas las cartas que han dejado estos desertores de la vida. La joven María Prieto le dijo adiós a su existencia con estas palabras: “Por la ingratitud de mi novio, me confundo en la profundidad del misterioso Salto de Tequendama”. Otra misiva: “Vivo despreciado, vivo en una batalla solo, y puedo seguir mi suerte”. Situados en otro escenario, el cantante y compositor Kurt Cobain escribió este mensaje antes de suicidarse el 5 de abril de 1994: “Se me ha acabado la pasión. Y recordad que es mejor quemarse que apagarse lentamente. Paz, amor y comprensión”.

 

La catarata posee poder magnético, tanto para irradiar encanto como para inducir a la muerte. Leo la noticia ocurrida en septiembre de 1973 cuando un bus chocó contra una volqueta y cayó en la profundidad, con un saldo de catorce muertos. Aparte del deseo patológico de morir, se atraviesa, como en este caso, el golpe de la fatalidad.

 

Se dice que en los alrededores se escuchan voces, llantos y lamentos. Son las almas en pena que han quedado atrapadas en aquel territorio de suicidas. Los espíritus vagan por la zona no se sabe por cuánto tiempo, creando hechos paranormales. La belleza del Salto Tequendama se entrelaza con la fascinación, la muerte, los espantos y el misterio.