19 de enero de 2025

Masacres

Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
4 de febrero de 2022
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
4 de febrero de 2022

El problema se reduce a mantenerse en el poder. No importa que lo que se haga carezca de visos de democracia, porque aunque es lo que se predica defender, y por lo que dieron muchos sus vidas en la confrontación en defensa del ejercicio de la soberanía popular,  despojando a quien por tantos años fue un simple sátrapa que los humilló hasta el delirio. Ahora los que se quieren quedar con el poder por siempre jamás, son ese reducto de quienes hicieron esa lucha, pero que con los gustos del ejercicio de gobernar, se han adueñado de una sociedad que no encuentra como defender sus ilusiones.

Esos que fueron cabeza de la lucha armada por muchos años, en contra de la dictadura interminable, llegaron al poder y se sometieron a elecciones para presentar los hechos como democráticos, pero en la medida en que tomaron las decisiones de permanecer allí, mediante esas mismas elecciones manipuladas y ultrajadas, y estar acompañados de consanguíneos y relacionados directos en el ejercicio, disfrute y abuso del poder, se han ido convirtiendo en dictadores de republiqueta bananera, en la que todo se maneja bajo los caprichos de una señora con cara de mensajera que va por los aires, a quienes algunos dibujan montada sobre una escoba,  que ha pasado a ser el cerebro gris, de quien no tiene cerebro o ha abandonado el que le quedaba, por las soberbias que va generando mantenerse tanto tiempo como se quiera, en el ejercicio del dominio sobre lo social.

Aquello por lo que lucharon y cientos de miles dieron sus vidas en montañas y calles de ciudades, ahora retorna en toda su realidad en Nicaragua, donde una pareja de fantoches incultos, se han hecho amos y señores de lo que se proponen y para dar la lucha frente a quienes pueden ser sus opositores sencillamente los señalan de conspiradores, los someten a juicio, en manos de jueces de la misma corriente de los brujos del poder, con condenas seguras a las que no se les reconoce subrogado penal alguno, porque lo que se intenta es que permanezcan tras las rejas, mientras ellos quieran estar en el poder, que es por siempre.

Todo el continente, el año anterior, condenó en los lenguajes habidos y por haber, la última reelección del señor Daniel Ortega, quien oculta su calvicie (gesto propio de hipócritas) en gorras de beisbolista y con su bigotico de pacotilla  no deja de tener rasgos de uno de esos personajes en los que se ha logrado la condena universal, como fue el señor cabo segundo de un país que no por civilizado, dejó de caer en las garras de un aparente pensador, cuya teoría esencial se fundó en el odio hacia muchas cosas y personas. Detrás de esa apariencia del señor Ortega, de ser el que manda, se esconden las maniobras y engaños de esa señora que debió ser linda alguna vez, Rosario Murillo, a quien por arte de ejercicio arbitrario de poder, un día la graduaron de vicepresidente, con toda su ignorancia a cuestas.

Tratar de entender  lo que allí sucede en los tiempos  de ahora, cuando se pensaba en el retorno de la democracia, en un pequeño país que debió padecer los abusos y atropellos de Anastasio Somoza, sus esbirros  y familiares, no es fácil. Mucho menos cuando quien se ha apoderado del mando, es uno de los cabecillas principales de esa denonada victoria de los diferentes frentes de batalla, para alcanzar el desalojo del dictador constante. Es que no es fácil entender  que se haya luchado a sangre y fuego por el restablecimiento de la democracia, y con el engaño de que se trata de elecciones libres y democráticas, un inepto se quiera perpetuar en el poder, sometiendo, de nuevo, a un pueblo que parece que jamás va a parar de sufrir. Nicaragua parece condenada a la humillación y sometimiento de unos pocos en contra de todos. La ausencia de comprensión, obedece a lo que sucede en regímenes de este orden, como es el control absoluto del flujo de la información, para que salamonete llegue aquello que sea a favor de quienes gobiernan.

A veces, para entender mejor la realidad y conocer la historia que se va construyendo, es mejor acudir a los novelistas, como que nadie mejor que Mario Vargas Llosa nos hizo entender el mandato de Somoza y ahora uno de esos jefes guerrilleros, que fueron heridos en la guerra de liberación, como es Sergio Ramírez, primer vicepresidente de la nueva democracia, es quien, a través de la literatura, nos ofrece el mejor panorama para entender, en parte, lo que allí sucede.

Su última novela, aparecida en el mercado el año anterior, “Tongolele no sabía bailar”, es un inmenso retrato de la represión, el engaño, el espionaje a los seres más humildes,  el uso de tramas de rezos y brujerías, lecturas de cartas, arboles de la vida, riegos y mensajes inútiles contenidos en cajas herméticamente selladas, que en cada viaje hacia su destino o su retorno, deben gozar de caravanas de protección fuertemente armadas.

Ramírez se vale de un personaje propio de esta clase de sistemas de gobierno, como es un Inspector encargado de la inteligencia, a quien llaman con el apodo de Tongolele, de alguna manera relacionado con la monumental bailarina mexicana de mechón blanco, quien con sus sensuales y abundantes formas hizo la construcción de muchos pensamientos morbosos, con el ejercicio de bailes que correspondían a ejercicios ciertos de aprendizaje, convirtiéndose en uno de esos mitos faranduleros de muchos años, pero con la ironía de que ese Tongolele nunca hizo nada para intentar bailar. Los que bailaban eran los sometidos a sus torturas y acciones criminales.  Valido de ese personaje siniestro y sus secuaces, Ramírez  describe muy bien lo que ahora pasa en Nicaragua, con pleno lenguaje de novela, que, como siempre, termina pareciéndose tanto a la realidad.  En sus 337 páginas, se logra tener una idea más clara,  que con las pocas noticias que se conocen, de lo que allí pasa. Una novela que en la medida de su desarrollo, genera la repelencia que siempre ocasionan los atropellos.

El novelista conoce muy bien su país. Como que luchó por su libertad y ha hecho parte de su administración en la nueva era, que ahora ve desde el exilio voluntario, para no someterse a condenas eternas de cárcel, por no ser parte de los aduladores de la imbecilidad, y observa  la degradación en que se ha vuelto a vivir en su geografía. Como ficcionador que es, y de mucha calidad, acude a la novela para contar  lo que ahora sucede con esas constantes protestas en las calles de Managua y las principales ciudades del país, que son objeto de represiones cruentas, en las que nunca se sabe cuantas son las víctimas, porque la información es un instrumento de dominación de lo que se quiere administrar como una simple finca particular.

La novela contiene un apartado  de relato de lo que sucede  en esas represiones, en la voz de Serafín, uno de los lacayos de Tongolele, quien no aguanta la carga de conciencia, de la poca que le queda, y escribe en su ignorancia del manejo del idioma, un relato que se lee como si se fuera por una pendiente en la que no hay manera de detenerse y el vértigo  ni siquiera deja respirar.  Cederle la palabra a un mínimo fragmento de ese relato, es apenas una deuda con el lector, para invitarlo, además, a que se acerque a la última obra del Nicaragüense Sergio Ramírez, un exiliado de lo que él mismo ayudó a construir (sin las distorsiones que Ortega se ha inventado en su favor):

“Todavía oscuro llegamos al estadio nacional y allí está Leónidas muy fachento con camisa de beisbolero y pantalón de camuflaje luciéndose encantado de la vida porque le han dado gran mando y desde el montículo del pitcher le lanza un discurso a toda la tropa que para ir empezando mi informe le digo que somos más de mil los que andamos en el operativo que se llama Abate que así lo puso Leónidas pues dijo que hagamos de cuenta que vamos a exterminas sabandijas y no con insecticidas sino con plomo y entonces nos dividen en fuerzas de tarea que van a operar cada una en una zona y enseguida viene la repartición de armas y allí han puesto en el terreno de juego todos los fierros que usted puede imaginarse diciéndonos Leónidas que agarremos el fusil que nos guste y hay  bendición de tiros y ya antes nos han dado una tapadera para la cara y una camiseta que a mí me toca amarilla pues mi zona va bajo ese color y es la zona que cubre los barrios orientales y para que vea que valió la pena haberme infiltrado a quién cree usted que me ponen como superior si no es a Tongolele y aunque se asombre sepa que no le estoy mintiendo pues era Tongolele en vivo y a todo color.

Nos montan en unos buses en dirección al Mercado de Moyoreo donde es el cuartel de nosotros y a mí me asignan en la columna de un poeta Lira esmirriado y flacuchento con barbita de enfermo que para cuestiones militares no tiene presencia corporal y nos explica ese poeta que las órdenes que tenemos son operar en  la pista Larreynaga para desalojar las barricadas y cuando ya estamos formados frente a la bodega donde tenían guardadas las camionetas Hilux en que vamos a montarnos y yo ya tengo mi Aka en mano es que me echa pupila Tongolele y se viene directo donde mí con gesto de dónde he visto yo esa cara por lo cual yo me zurreo porque si me reconoce ya mejor digo mi requiescatinpace amén y me examina despacio y me pregunta que si por casualidad nos conocemos de antes pero yo me hago el pendejo y como anda urgido no pasa a más la cosa siendo en esta parte donde deseo dejarle jefe una inquietud y es que cómo se explica usted que ande Tongolele subordinado a Leónidas siendo tanto su mando y orgullo pero usted sabrá mejor.

Entonces nos dicen que antes de empezar el operativo vamos a hacer un desfile triunfal para enseñar los fierros y así el enemigo sepa que no es jugando por lo que nos subimos a la camioneta y va Cara de Culo adelante en la cabina como jefe que es del contingente de nosotros pero allá por la Lotería Nacional nos salimos de la fila del desfile y agarramos viaje para otro lado y yo pensando ideas y será que Cara de Culo dio la orden equivocada o se enredó porque anda bolo habiendo tal vez empezando a tomar desde temprano siendo como es tan suya la afición al guaro  y es en ese momento de mis cavilaciones que lo oigo que ordena al chofer que se detenga allí por el edificio de Invercasa y se   baja y nos dice que antes de incorporarnos al combate vamos a hacer chanchadales por cuenta de nosotros donde podamos y que si agarramos burguesitos subversivos les vamos a enseñar que la revolución no es juguete de nadie y con esas instrucciones nos vamos entonces buscando el rumbo de la rotonda universitaria ya en plan picapleito con el dedo en el gatillo y en eso veo que están en la rotonda unos muchachos estudiantes con unas banderas de Nicaragua por lo que brequea la camioneta y nos bajamos disparando ante lo que todos se corren buscando meterse en los terrenos de la UNAN pero quedan varios heridos de ellos desperdigados y dos estudiantes que andan de gabacha se corren pero a una de ellas se le zafa el zapato en la carrera por lo que se tropieza y se cae y es cuando se le van encima los otros y le rajan la cabeza de un culetazo y así ensangrentada como queda Cara de Culo ordena que la suban a la tina y allí jefe es cierto que me quedé callado sin buscar defender a la víctima pero no era cuestión de entrar  en desobediencia frente a un hombre mal bozaleado que cuando anda hasta el requesón perdido de licor es capaz de desconocer a su propia madre y ya digamos a un amigo.

Coge entonces la camioneta para el lado de la pista suburbana entrando al rato por el camino de San Isidro de Bolas y allí en la soledad del monte la bajan y la meten debajo de un puentecito para hacerse de ella a la fuerza siendo Cara de Culo el primero que la agarró con hambre salvaje para gozarla mientras dos la retenían y qué les iba a importar que estuviera bañada en sangre debido a la herida en la cabeza para hacer su gusto y fiesta con ella y así siguieron después los demás que hacían fila con las portañuelas abiertas esperando y ya bien templados su oportunidad diciéndome a mí Cara de Culo ahora es tu turno hermano vení metésela vos también pero yo me aparto aunque me insiste y entonces le doy por pretexto que ando con una gonorrea de garabatillo que me pegaron en Danlí en un putal y él riéndose me dijo que si acaso era mi novio o era mi esposa y que no sucedía todos los días que me  iba a coger un cuerito recién estrenado y es aquí jefe donde tiene que creerme aunque ya sé que debe usted estar echando fuego contra mí pero yo le acepto todo lo que quiera menos que yo haya agarrado mi parte en esa orfandad y si no me quisiera creer a mí interrogue a la estudiante y pregúntele si yo la toqu……”. (Páginas 242 a 245).

 Para saber lo que sucede o ha sucedido en el mundo, es mejor acudir a los novelistas, que tienen plena libertad de contar las cosas, escudándose en la ficción para que las negaciones no tengan el carácter de científicas, que  la historia,  como ciencia social, debe tener en el sustento documental  minucioso de todo lo que se rememora.

“Tongolele no sabía bailar”, la novela de Sergio Ramírez, permite saber y entedner muy bien que es lo que sucede ahora en Nicaragaua.