28 de marzo de 2024

Expedición Inírida

15 de noviembre de 2021
Por Eligio Palacio Roldán
Por Eligio Palacio Roldán
15 de noviembre de 2021

Cómo evitar las imágenes de doña Magdalena, don Alcides y don Lázaro tratando de explicar un mundo desconocido, ahora mojando mis manos y mi cuerpo entero en las tumultuosas aguas imposibles de definir en aquellos tiempos de la infancia

En los años de escuela, décadas de los 70 y 80, se hablaba de los Territorios Nacionales y en el imaginario aparecía la jungla inaccesible narrada en las radionovelas de Caracol, Arandú El Príncipe de la Selva y Muribá la Ciudad Perdida, y en las novelas La Vorágine de José Eustasio Rivera o Doña Bárbara de Rómulo Gallegos. En los noventa las referencias eran las guerrillas, los cultivos de coca y la ausencia del estado: Sobre la guerrilla y el ejército escribió el diario El Espectador, el 31 de octubre de 2008, en relación con la toma de Mitú, el primero de noviembre de 1998: “Quienes sí tuvieron que ponerle el pecho a las balas fueron los 120 policías a los que les tocaba proteger buena parte de la región. En aquel entonces, el Ejército no hacía presencia en la zona. Eran 1.500 contra 120. Un pobre centenar de hombres sin apoyo, con pocas municiones, atacados por la espalda y que, sin embargo, supieron defenderse como leones.””

Puede leer: MATONEO CONTRA ANDRES PASTRANA https://eligiopalacio.com/2013/04/03/matoneo-contra-andres-pastrana/

Ahora la historia es otra y aunque sigue latente la amenaza de las guerrillas dedicadas al narcotráfico, los inmensos ríos y selvas se han abierto, gracias a la presencia del estado, al turismo que se espera sea sostenible y permita a la humanidad disfrutar de las maravillas de la región por muchos años.

A Inírida, el único pueblo del departamento de Guainía, digo pueblo no despectivamente porque así nombran los habitantes de la región a la capital del departamento, un poblado pequeño a orillas del Río Inírida se llega solamente por vías aérea y fluvial. La primera sensación, al recórrelo, es de incredulidad pues ese pequeño pueblo es la sede de una alcaldía y una gobernación; de ahí en adelante, entender que física, geográfica y culturalmente es otra Colombia, otra Colombia distante, hermosa, mágica, desafiante y promisoria; aunque en la cultura se hace presente la religión cristiana, la música guasca de la nueva ola y el reguetón que homogenizan a las gentes más allá de sus propios arraigos.

Obviamente la riqueza de la zona está enmarcada en el imponente, raudo y ancho Río Inírida; río arriba los hermosos y misteriosos cerros de Mavecure y al final su fusión con el Casanare, el Atabapo y la inmensidad en el horizonte de su llegada al Gran Orinoco, en la Estrella Fluvial del Guainía o del Sur.

Con una economía basada en la pesca, la minería y la agricultura ancestral, poco desarrollada, de subsistencia para los pueblos indígenas, Inírida comienza a hacerse fuerte en el turismo de aventura,  y es que están bien organizados para ofrecer emociones: La tranquilidad de La Laguna de Las Brujas, interrumpida en esta ocasión por la inclemente lluvia a la hora del baño; las poblaciones indígenas con su encantador pasado en fusión con un arrollador presente; la Estrella Fluvial del Sur o Estrella de Humboldt en la fusión de los ríos Inírida, Guaviare, Atabapo y el Orinoco que te llevan indefectiblemente a los tiempos de las clases de geografía de la niñez. Cómo evitar las imágenes de doña Magdalena, don Alcides y don Lázaro tratando de explicar un mundo desconocido, ahora mojando mis manos y mi cuerpo entero en las tumultuosas aguas imposibles de definir en aquellos tiempos de la infancia.

Y después de un largo y fascínate viaje por el río Inírida llegar a descubrir con asombro los Cerros de Mavecure impresionantes rocas en medio de la selva amazónica, bordeadas por el serpenteante río”  ausente de las enseñanzas de la niñez pero cada vez más presentes en el imaginario orgulloso de sentirse colombiano: el pernoctar en ranchos, tener como único baño el río, no tener a disposición internet, ascender a los cerros, recorrerlos, sentirlos es estar en comunión con la naturaleza, con lo divino. Más arriba los raudales del Inírida y la paz y los colores vino tinto de Caño San Joaquín, dejándose sorprender por las toninas. Al final, los senderos de la Flor de Inírida.

En todos los recorridos te fusionas con los increíbles colores del cielo, el agua y la tierra.

ANTES DEL FIN

Preocupaciones: la llegada de los turistas y nuevos habitantes a la zona tiene que ser muy controlada para evitar acabar con la riqueza material y espiritual que ofrece la región y cómo controlar la natalidad en los pueblos indígenas cuyo crecimiento también podría diezmar la majestuosa naturaleza.