2 de diciembre de 2023

Memorias

Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
8 de octubre de 2021
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
8 de octubre de 2021

Desde siempre le ha gustado madrugar, lo que se convierte en necesidad de quien se ocupa de tantas cosas y que por encima de todo ha sido un gran estudioso de sus temas, de las buenas lecturas, de la buena música y de compartir con los demás cada que tiene la oportunidad.

Ya son varios años desde cuando se jubiló –bien diferente a pensionarse, porque los que se pensionan se entregan al no hacer nada, los que se jubilan saben que ha llegado la hora de hacer con plena libertad lo que siempre les ha gustado, por compromiso consigo mismo y nada más- nunca se ha quedado en la cama hasta tarde, argumentando, como tantos, que ya llegó la hora de descansar. Estar de júbilo no es estar desocupado, es estar más ocupado que nunca, pero sólo en aquellas cosas  en las que se tiene el gusto de lo propio.  Por eso de los labios de su esposa nunca ha salido el interrogante del por que levantarse tan temprano, cuando ya ha llegado la edad de retiro. El solamente se va a retirar, cuando lo retiren de la existencia, en lo que no tiene la menor aspiración.

Y madruga todos los días porque es mucho lo que tiene por hacer, a pesar de haberse gastado ya los primeros ochenta años de su productiva vida, en la que ha podido conocer y estudiar a fondo la vida de muchos, los saberes y costumbres de los pueblos, con sus enormes cargas de necesidades, que ha tratado de comprender y aportar en sus soluciones, en lo que es consciente  que es mucho lo que falta, más de lo que se ha hecho hasta ahora, por el constante crecimiento de la población mundial, sin que los medios de producción se hubiesen multiplicado a la misma velocidad.

Mientras mira en el patio de su casa, en el norte de Cali, como se va agotando la noche en su oscuridad, que es reemplazada por la luminosa presencia del sol, da una mirada ligera y por momentos profunda a la realidad del país y del mundo, sl consultar los medios masivos de información,  para seguir aprendiendo de esa cotidianidad de siempre, que ha sido uno de los objetivos de sus estudios, de sus indagaciones, de sus formulaciones y de sus numerosos textos. Después de un humeante café, que disfruta con deleite, asume los ejercicios físicos que son parte de su rutina de mantenerse en forma, saludable, con ganas de hacer muchas cosas. Luego descansa un poco, se refresca, se pone su pantaloneta de baño y se da muchos piscinazos con los que completa  la rutina para conservar  una gran lucidez mental y una disposición física envidiable para cualquier ser humano. Pasa luego a tomar su ducha diaria y se arregla como si se dispusiera a asistir a los salones de clase, en los que ha transcurrido la mayor parte de su vida, como una manera de transmitir en las nuevas generaciones todo lo que ha aprendido  en un recorrido de lecturas, investigaciones, formulaciones teóricas, asimilación de fenómenos sociales y construcción de propuestas de cómo puede ser mejor el ser humano en sociedad.

Entra en contacto con sus amigos, sus hijos y sus familiares mediante el uso de modernas tecnologías, a las que se ha adaptado como si se tratara del mismo ábaco en que le enseñaron a contar las primeras cifras de la aritmética cuando fue a la escuela por primera vez. Tomó los sistemas modernos de comunicación, de escritura, de presentaciones como si se tratara de algo con lo que ha convivido desde siempre. Es que nunca se ha resistido a ningún nuevo conocimiento y por el contrario es un ansioso conocedor de todo aquello que va ingeniando la sociedad para facilitar la vida moderna.

Luego revisa textos e investigaciones en las que se encuentra participando y sabe que aún le restan muchos aspectos que debe profundizar para la más mínima elaboración teórica, que debe tener el sustento de alguien que ha tomado el estudio del ser humano como la razón de ser de su existencia. Desde siempre supo que quería ser un estudioso de lo social y por ello jamás dudó que sus estudios profesionales los haría en Sociología, ciencia en la que no ha parado de estudiar, independiente de los numerosos títulos académicos alcanzados  en grandes esfuerzos, de lo que no ha sido ajeno en no pocas ocasiones, el sacrificio del denominado tiempo libre, que él conoce, para él es el menos libre, porque entiende que es el aprovechable en ocuparse de asuntos serios que deben ser formulados de la misma manera.

Siempre desayuna  junto a su esposa, la mujer que lo ha seguido incondicionalmente por todos esos caminos del mundo, por donde ha andado, en busca de más saber y en no pocas ocasiones como agente investigador de lo social en las latitudes más lejanas, a las que no ha dudado en ir, porque allí va a encontrar la razón de ser de su dedicación: seres humanos con todas las inquietudes, necesidades y carencias, como que el mundo es tremendamente desigual y siempre serán muchos más los que menos tienen, sobre los que se deben hacer las construcciones sociales adecuadas. Esos desayunos son un diálogo abierto, en el que intercambian opiniones sobre experiencias, pasadas, presentes y futuras, siempre en el plano de un gran respeto del uno por el otro.  Para ambos, el respeto es la base de cualquier relación y en ello se ha mantenido una constante de la que no se han excusado jamás.  Su algo caracteriza a este hombre, es, precisamente, el respeto por los demás, como fuente de entendimiento de lo que el otro es y de lo que él mismo es.

Si se pretendiera definirlo, habría que decir que es: un hombre respetuoso y un gran amigo. Es de los que escriben, como alguna vez lo dijera el maestro de Macondo, para que los amigos lo quieran más. Sus obras no van a las librerías  en el mercado abierto, porque ninguna editorial lo ha admitido como autor, ya que como tantas veces se ha dicho a éstas solamente les interesan aquellos escritores que ya han sido consagrados, pero jamás alguien que realiza aportes serios a la sociología colombiana. La industria editorial sólo tiene interés en aquello en lo que no se exponga un solo peso. El es uno de esos muchos autores casi anónimos que edita los libros por su propia cuenta y que los hace circular entre sus amigos, con derecho a notas de dedicatoria. A todos aquellos a quienes les obsequia sus obras, son lectores consumados como él, y no pide nada a cambio. Hasta el porte del correo, para que los libros lleguen a su destino, va de su cuenta. Si le hacen llegar una nota de voz –su medio favorito de comunicación moderna, cuando habla con sus amigos- unos aplausos con emoticones de redes, se pone  feliz, es decir más feliz de lo que es, porque por sus poros solamente circulan vientos de frescura, de satisfacción, de placer por estar vivo. Lo que más le gusta de la vida, es vivirla. Los amigos quisiéramos que nunca se fuera de ese espacio que se ha ganado a fuerza de ser una persona respetuosa de los demás y amable con todos.

Ha viajado mucho. Casi siempre en plan de trabajo, que es como el método de trabajo de  los investigadores sociales, que no pueden adelantar sus formulaciones sino con trabajo de campo, conociendo a la gente, hablando con la gente, escuchando a la gente, conviviendo con la gente en las condiciones ordinarias en que ella vive. De pronto ahora viaje por el placer de estar  al lado de la mujer que siempre ha amado, Olga Lucía,  sin que ello le impida seguir conservando su mirada observadora en que se van detectando las condiciones de vida de tanta gente por todos los espacios y tiempos del universo.

Jesús Rico Velasco ha vivido a plenitud esos nuevos ochenta años que ahora ostenta y quiere –y sus amigos queremos- seguir aportando a los  saberes de los humanos. Su vida ha estado dedicada a los salones de clases de varias Universidades, pero especialmente de su Universidad del Valle, de la que es egresado en el programa de Licenciatura de Sociología, obteniendo sus niveles superiores de formación en Universidades del exterior, en las que goza de gran prestigio como uno de los mejores sociólogos con que cuenta América Latina. En la Universidad del Valle obtuvo su jubilación hace muchos años, pero de ella jamás se ha desvinculado en forma radical, porque la academia y la formación de nuevos profesionales es una especie de marca que lleva impresa en sí. Un docente jamás se retira, puede entrar en descansos, pero seguirá siendo una guía que sus alumnos o las nuevas generaciones van a considerar en cualquier momento. Chucho –como llamamos a Jesús sus amigos, y él mismo se identifica cuando envía sus amables mensajes de voz- un maestro  desde toda la vida. De él hay mucho por aprender.

Dentro de las muchas cosas que hace todos los días en su casa, está escribir. Le gusta escribir como a todo buen lector. Y ha escrito  muchas veces sobre los temas objeto de sus investigaciones, pero entendió que le estaba debiendo al futuro la narración de sus memorias, por lo menos algunas de ellas, para contar lo que viviera en distintos meridianos por donde ha pasado, con su trabajo de bajo perfil, pero de eficiencia mayor en la solución de tantos problemas que el ser humano tiene, con una sobrepoblación y una escasez de recursos para atender a todos, al menos en sus necesidades elementales. Chucho sabe que en el mundo se soportan necesidades de todos los órdenes y que una de ellas, la más patente, la que no le permite tranquilidad en su conciencia, es el hambre. Y la ha conocido en forma directa, en medio de esas comunidades con las que se ha mezclado en tantos lugares geográficos por donde ha pasado como investigador de campo.

Chucho nació en Cali el 10 de abril de 1941, por lo que anda orgulloso estrenando esos ochenta nuevos años. Bachiller del tradicional colegio de Santa Librada, fundado en Cali por el General Francisco de Paula Santander y del que han egresado muchas de las grandes figuras que han hecho posible al Valle del Cauca.  Desde allí comenzó a saber que es el ejercicio democrático y ello se consolidó con sus estudios en la Universidad del Valle, así como en los realizados en la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional en Bogotá, donde tuvo ocasión de ser un muy cercano colaborador del cura Camilo Torres Restrepo y compartir trabajos de investigación con personas de la ciencia social como Orlando Fals Borda y Álvaro Tirado Mejía. Lee y escribe perfectamente en francés e Inglés y por supuesto en Español, con lo que nos ha hecho conocer sus memorias africanas, de cuando fue agente investigador del Banco Mundial y da cuenta de esa vida  en la se codeó  con todos los seres reales y las emociones primitivas de unas personas humildes que vieron en él, por encima de todo, a un gran amigo, con el que compartieron todo lo que eran.

Son memorias sociales, no meramente personales, porque va contando sus experiencias, el medio que lo rodea y las personas que han protagonizado esos hechos, algunas con huellas profundas en su recuerdo, como es el que se ocupa en el primer relato, de esta obra de 158 páginas, un muy serio trabajo de Editorial Poemia de Cali, del suicidio de Nadya, el 6 de agosto de 1978- Una mujer bella, inteligente, estudiosa, exitosa profesionalmente, a quien la vida emocional solamente le jugó malas pasadas con unos constantes fracasos en el amor, que le fueron llenando su interior de unas enormes ganas de irse de la vida, no sufrir más por quienes la conquistaban, la gozaban y luego la dejaban como cualquier cosa. Una narración dolorosa que se va mezclando con las vivencias de ese joven investigador colombiano, quien llegó al África en plan de agente del Banco Mundial, acompañado de su esposa y sus dos, para entonces, pequeños hijos. Nos cuenta lo que se vive, lo que se exige, lo que se experimenta en una tierra con más necesidades que satisfacciones. Da razón de esos tres años inolvidables de  su existencia y genera muchas lágrimas en el lector cuando cuenta como se tuvo que despedir de su perro Toiffel, que fue plenamente consciente que lo separaban de una familia en la que había crecido como el centro de atención y aunque lo dejaran al cuidado de personas responsables y amantes de los animales, no fue mucho el tiempo que sobrevivió a la tristeza y Chucho supo que Toiffel se había ido en manos de las tristezas que causan las ausencias.

Mucho podría decirse de éstas memorias africanas del sociólogo Jesús Rico Velasco, así como de otra publicación simultánea, como es “Población, salud, longevidad  y Felicidad”, en la que hace un gran aporte al conocimiento de los seres humanos. La Gerentología ha sido otra de sus grandes causas de estudio e investigación.

Estamos hablando de un autor no comercial y por ello se hace necesario, darle la palabra, para que cuente un fenómeno  que como sociólogo ha conocido en muchos espacios y tiempos. Chucho habla del hambre en el mundo y estremecen sus palabras: 

“El hambre en el mundo hoy 

La variante media de las proyecciones de la población mundial realizadas por las Naciones Unidas y otras agencias internacionales para el año 2023 muestra una cosmonave tierra con un poco de 8 mil millones de habitantes de los cuales aproximadamente 1.44 mil millones viven en Oceanía, 671.06 son residentes en los países que conforman a Latinoamérica. 

En Norteamérica viven 375.52 millones y en Europa se aproxima a 747.09 millones. En el África el crecimiento exagerado de la población produce una estimación de 1.44 mil millones de personas y el resto del mundo se concentra en los países de Asia con 4.75 mil millones para un total aproximado de 8.03 mil millones hacia el año 2023. 

El hambre acosa a una de cada ocho personas que representan una población en el primer gradiente de la pobreza extrema con hambruna de unos 830 millones de seres con insuficiencia diaria de alimento. Se acuestan sin comer frente a un futuro incierto lleno de carencias alimentarias y con un bienestar mínimo y muy pocas posibilidades de mejorar. Unos viven en los países más pobres del mundo como en Haití, Honduras, Nicaragua, San Salvador en Centroamérica, o en el África en países como Sierra Leona, Timor, Zambia, Chad y la Republica Central  africana sin contar las personas de extrema pobreza de las grandes ciudades de Asia. 

Hay una gran cantidad de personas miserables hambrientas que se entremezclan entre los pobres de los países más subdesarrollados y no se notan como grupo al borde del abismo alimentario. 

Las pobres en el mundo actual son muchos y podrían llegar a representar un porcentaje cercano al 60% de toda la población mundial. Hay un 30% que vive en los países más avanzados y se benefician del desarrollo en un relativo estado de bienestar producto del avance de la ciencia y la tecnología. 

Los ricos, en número absoluto, son pocos y acumulan un poco más del 80% de la riqueza mundial. En general los pobres, incluyendo a las personas en la pobreza extrema, son el resultado de la exclusión social, de los cambios climáticos y ambientales, problema de narcotráfico, acaparamiento, desplazamiento y conflictos sociopolíticos, especulación con la producción y distribución de los alimentos que podrían ser suficientes para satisfacer las necesidades alimentarias de la población mundial. 

Finalmente, hay que considerar el impacto de la tendencia de la gente a vivir en ciudades (un 60% a 70% de los terrícolas viven en las zonas urbanas) cada vez más concentradas en las grandes ciudades compartiendo la miseria. 

La agricultura está relegada a un segundo plano y alejada de los productos de << pan coger>> que facilitan la vida. La tenencia de la tierra es un factor que empuja la población del campo hacia las ciudades: la tenencia es cada vez más concentrada en las manos de los ricos. 

Cuando el hambre acosa cualquier cosa es comida como lo demostró el origen primario del Covid 19 en la China continental. De cucarachas para abajo, todo lo que se mueva se puede comer: murciélagos, serpientes, micos, perros y gatos y ante una urgente necesidad la hierba, las hojas de los árboles, la naturaleza verde y hasta la <<carne humana>> es comida. 

Un mundo fragmentado viviendo las memorias de una aldea global con adelantos impresionantes en las telecomunicaciones, la participación de las personas en las redes sociales, con una esperanza de vida cada vez más amplia y otras variables que apuntan hacia el <<bienestar>> en un mundo en donde viven con hambre unos mil millones de seres humanos y un 60% a duras penas satisface sus necesidades básicas de alimentación, servicios públicos, educación y salud.” 

No es un texto de ficción, es el cierre de “Testimonios del Congo africano”, las memorias del sociólogo colombiano Jesús Rico Velasco, a quien se debe leer para tener conciencia de lo que somos como sociedad.