28 de marzo de 2024

Desencanto democrático

10 de octubre de 2017
Por José Ferney Paz Quintero
Por José Ferney Paz Quintero
10 de octubre de 2017

José Ferney Paz Quintero
Abogado Consultor

Se ha sostenido que el desencanto democrático se da por parte del electorado cuando se desconfía de los partidos, no se cree en la clase política, presentándose una sensación por parte del ciudadano de que votar no repercute en sus intereses, en sus ideas, en sus proyectos de vida, a diferencia  de la participación elevada cuando se tiene confianza en la política, de quienes la ejercen, con la percepción que la puja política revierte en el interés general de las gentes, con verdaderos debates de ideas y tesis programáticas.

Conveniente para el país que el presente proceso electoral se realice con altura, dejando de lado el léxico demagógico, populista y engañoso propio de cierta dirigencia y paracaidistas de último momento, que se respete lo que se ha denominado la democracia  de opinión, sin interferencia alguna por parte de los grandes  grupos de comunicación, quienes  sin escrúpulo alguno acuden a la simplificación de la realidad social, a la descarada manipulación de la propaganda posicionando a candidatos de su predilección con el único objetivo de conseguir el poder que  tanto los ha favorecido y mantenerlo.

Cierto es reconocer que la política es necesaria e imprescindible para canalizar las ideas de beneficio colectivo, pero si no se practica como un servicio público, de manera trasparente, con respeto al contrincante, entonces se convierte en el juego de unas maquinarias que solo buscan perpetuasen en los escaños legislativos y poder ejecutivo.

Colombia se ha caracterizado por la baja participación electoral y seguramente continuará apareciendo una y otra vez de cada elección presidencial, legislativa y local, por causas diversas que van desde la voluntariedad del voto, hasta la tradición histórica de ser un país abstencionista,  desinterés por la forma  como se  ejerce la política y como algo en donde no se juega nada relevante para la vida cotidiana de muchos, donde los candidatos siempre son los mismos o sus parientes, o  personajes reencauchados a pesar de sus cuestionamientos éticos, investigados penal, disciplinaria y fiscalmente,  por sus desafueros como gobernantes, unos verdaderos camaleones de la política, que saltan de un partido a otro sin vergüenza alguna, no escapando ello  un departamento como Caldas,  que brilló en el panorama nacional por la importancia de su clase política, su honradez, moralidad  y rectitud.

No hay duda alguna que estos saltimbanquis son los responsables hoy en día de la desconfianza ciudadana frente a los partidos, que genera el abstencionismo, donde la profesionalización de  la política ha llevado a considerar al político como una persona que antepone sus intereses personales para mantenerse en el poder a cualquier otro proyecto.

Pero se está a  tiempo de  recuperar esa  confianza perdida, restaurando la dignidad del ejercicio político, devolviéndole su naturaleza al servicio del bien público, con  candidatos limpios en su pasado, con programas claros, leales a ese proyecto y al partido que los promocionó y avaló, con una conducta personal que los identifique con los presupuestos  éticos, y un último punto básico para el respeto ciudadano, que no mientan en el ejercicio de sus funciones.

Se dirá que es utópico lo que se plantea por lo visto en el inicio de esta campaña, donde gran parte de la corrupción que carcome la estructura estatal  se anida en dirigentes  de la política tradicional, con la  sorpresa  que un jefe y fundador de un partido político, con representación parlamentaria, se  aparte del mismo como estratagema electoral para justificar una aspiración presidencial, camuflando la verdadera razón de la inscripción de candidatos por firmas, pudiendo estar incurso en violación  de normas electorales, o como  lo definió un  contrario político,  es como  colarse en el Sisben  siendo de estrato  seis

Son los vicios y mañas  de  la desgastada política, que tanto daño le ha hecho  a la  democracia o a la poca que nos queda.

ADENDA: Una aridez total por parte de la cadena de aspirantes a la presidencia de la República, unos con las condiciones  para ocupar la primera magistratura, otros  con ambiciones sin horizonte alguno, respecto al tema de la seguridad ciudadana tanto urbana como rural.

Sin desconocer que la paz y la corrupción serán los ejes del debate electoral, ya un poco trillados, no es posible dejar de lado la inseguridad y la delincuencia  urbana como los principales problemas del país; el fleteo, el atraco callejero está a la vuelta de la esquina, la extorsión, las bandas delincuenciales  en las comunas y barrios de los grandes centros urbanos, el hurto a residencias, las actividades clandestinas, se constituyen en elementos disolventes del bienestar de los que habitamos esta nación.

Quisiéramos escuchar o leer en sus programas de gobierno que se propone  en este campo, a sabiendas que ilusorio  sería pensar erradicar totalmente la violencia, por cuanto el delito, la contravención, el dolo, la mala fe, siempre estarán presentes en las actuaciones del ser humano, como fenómenos  ligados a la existencia  de la sociedad.

Menos agresividad, locuacidad o cháchara en debates insulsos, cuando   los grandes  problemas de la nación se dejan de abordar, ¿qué  no decir  de la  economía, la hacienda pública? si el manejo actual de la misma ha sido el correcto por un ministro rentista y alcabalero  más preocupado por su imagen  y futuro inmediato, que por solucionar la economía familiar de millones de colombianos que hacen esfuerzos para sobrevivir congruamente, el abandono de la salud, los recortes presupuestales para  la educación pública superior, los altibajos en materia de justicia, sin ideas claras sobre su reforma estructural, como lamentablemente cero alusión a la ciencia e investigación en un país  que busca afanosamente su desarrollo.

Nada ganamos con aprehender al presunto delincuente callejero, al  ladrón de celulares, de espejos de automotores, al bandido de barrio, si nuestro publicitado sistema  penal acusatorio  lo libera a las pocas horas, so pretexto de no cumplirse con ciertas formalidades; de allí que recabemos en una política  no  de  gobierno, sino de Estado, en esta delicada materia que toca con  la convivencia social.

Bogotá, Octubre 10  del 2017