“El Espíritu del Águila”
Por: Jorge Emilio Sierra Montoya
Jorge Eliécer Castellanos es, en primer lugar, un gran amigo. Lo es para mí, y lo es, con seguridad, para muchos de ustedes, quienes lo estamos hoy acompañando en este acto de tanta trascendencia para él mismo, como expresión de amistad y aprecio, de reconocimiento y solidaridad, de admiración y respeto por su valiosa y creciente producción intelectual.
Como tal, como amigo en sentido estricto, Jorge Eliécer es una persona que se entrega a los demás, sin egoísmo, con la alegría de dar más que de recibir, en forma desinteresada, siendo siempre solidario, con abrazo afectivo, en nuestros triunfos y fracasos, cuando salimos adelante o cuando las penas nos agobian. He ahí la expresión de sus enormes cualidades humanas, prueba a su vez del humanismo que le caracteriza no en la teoría sino en la práctica, en la vida cotidiana, comenzando por su propia familia, a la que quiere con toda el alma.
No es de extrañar, además, que esto sea así. No. Él es ante todo un hombre de fe, cristiano hasta los tuétanos, y quienes compartimos sus creencias religiosas (tanto en las diversas tendencias del cristianismo como en otras religiones) coincidimos en que Dios es Amor y que el primer mandamiento divino, según las sabias lecciones de Jesús, es el amor al prójimo, a los demás, que son nuestros hermanos como hijos de Dios que somos todos. He ahí, pues, el fundamento último de la amistad que nos brinda, de su capacidad de servicio y hasta de su sencillez, con ese admirable don de gentes que muchos de veras le envidiamos -“envidia de la buena”, como alguien diría-.
Ni tampoco sorprende, en tales circunstancias, que Jorge Eliécer sea abogado y dedicara gran parte de su vida al Derecho, a la Justicia, ya no para ganar pleitos, enriquecerse con el manejo (indebido, en ocasiones) de las leyes para su propio beneficio económico o simplemente hacer las veces de tinterillo, como algunos de sus colegas suelen terminar. No. Él igualmente tiene los ojos puestos en el Juez Supremo, en la justicia divina, en los mandamientos de la ley de Dios como pilar del derecho positivo y, en general, de las normas constitucionales y legales que rigen a nuestra sociedad, para actuar en consecuencia. Su ejercicio del Derecho, en fin, está al servicio del bien común, otro principio cristiano que sentó las bases de la cultura occidental en sus dos mil años de historia, hasta hoy.
Y claro, en las circunstancias descritas, con un ser humano de tales dimensiones, él tenía que ser, en cabal ejercicio de su misión en la tierra, periodista y escritor, donde hace gala por igual de su culto a la palabra, la palabra creadora que dio origen al mundo; a la libertad de expresión pero con responsabilidad, con el pleno respeto a los valores éticos, morales; y a la justicia social, en beneficio de los sectores más desprotegidos, como también nos enseñó Jesús, modelo por excelencia de liderazgo, el liderazgo trascendente, con valores, que la humanidad entera está ahora necesitando y pidiendo a gritos.

Lo anterior aparece, de principio a fin, en las páginas de cada uno de sus libros y, en especial, del que hoy se presenta: “El Espíritu del Águila”, donde vuelve al tema del liderazgo con visión cristiana, haciendo la debida referencia a los textos bíblicos; a las lecciones aprendidas del reino animal, que tanto disfrutamos previamente en la revista “Diners”, y obviamente al águila como símbolo de la humanidad, desde tiempos inmemoriales, de quienes como Jorge Eliécer Castellanos alcanzan las máximas alturas, ven el mundo desde arriba -desde el Cielo, diríamos- y alcanzan con precisión sus objetivos para sobrevivir, seguir reinando entre los seres vivos y pasearse a sus anchas por sitios que la inmensa mayoría nunca alcanza por estar pegados al suelo, sin alzar vuelo, como los hombres atados en la caverna descrita por Platón, el filósofo griego que exaltó la amistad como forma del amor en una de sus más célebres diálogos socráticos.
¡Salud, apreciado amigo, en este día memorable! ¡Y buen viento y buena mar a su más reciente producción literaria que es motivo de alegría, de fiesta, para el alma! ¡Salud, hermano!