28 de marzo de 2024

Despedida

19 de diciembre de 2021
Por Humberto de la Calle
Por Humberto de la Calle
19 de diciembre de 2021
Con motivo de su aspiración a Senado de la República, el doctor Humberto de la Calle Lombana nos anuncia un alto en sus columnas dominicales. En un gesto de ética política, de la Calle explicó que tomó «la iniciativa de dar por terminada esta columna para evitar que se piense que la continuación de mi garrapateo por más de una década constituya una ventaja indebida». Esperamos que ese hasta pronto del doctor de la Calle, no dure una «eternidad». Le deseamos muchos éxitos. LD.

Fuimos una familia de clase media en Manzanares. No tenía yo uso de razón, de modo que solo vine a conocer mis raíces ya adulto o por boca de mis padres en las conversaciones hogareñas antes de la televisión y el smart phone. De paso, hay quienes sostienen que aún ahora no uso la razón simplemente porque carezco de ella. Esa pelea no la voy a dar sobre todo después de una famosa carátula de la revista Visión, dirigida de manera brillante por Alberto Lleras. El encabezamiento decía a título de punzante pregunta: ¿Hay vida inteligente en la tierra? La nota central se inspiraba en las preocupaciones que ya empezaban a aflorar, sobre la capacidad del planeta para soportar las bestialidades del ser humano. Pertenecido yo, según creo, a ese género, no me molesta que se diga, como señalé, que no he logrado el correcto uso de la razón. Estoy acompañado.

Pues bien, digresión aparte, al punto que quiero llegar es que después de desplazada mi familia, asentados ya en Manizales, lo que realmente cambió mi vida fue la educación. Sin ella, posiblemente hoy sería un granjero en Manzanares, que tampoco es que esté mal, dadas las tribulaciones de este país, que se sentirían de manera menos patética en los surcos de una lejana labranza en el oriente de Caldas.

Cursé mis estudios profesionales en la Universidad de Caldas, sostenida con dineros de los contribuyentes. Lo que significa que, por razón de las anónimas contribuciones de los ciudadanos, recibí de manera casi gratuita ese impulso lustral que ha hecho de este plumífero lo que soy hoy. Me ayudé un poco yo mismo porque me ganaba la matrícula de honor. Con eso me exoneraba del pequeño pago de la misma, pero obviamente ese vacío de todos modos lo llenaba la tributación general.

Durante mi vida creo haber cumplido con el deber de retribuir en algo el esfuerzo de mis conciudadanos. Soy consciente de que algunos piensan que no solo no he contribuido, sino que el resultado ha sido nocivo. Pero eso es harina de otro costal. Ni me quitarán lo bailao, ni lograrán que deje de apreciar mi paso por la Constituyente y mi tarea en el proceso de paz.

Colocado en este punto, sentía que ya mi tarea había terminado, puesto que en dos ocasiones procuré lograr la presidencia de la república, pero la mayoría de mis conciudadanos me negó sus votos.

Por todo eso, cuando se habló de una candidatura al Senado, la rechacé por lo ya dicho, pero además porque ese destino temperamentalmente no encajaba en mi diseño de vida.

Vicisitudes van y vienen, pensándolo a fondo, terminé aceptando. Porque creo que el próximo Congreso va a ser crucial. Enfrentaremos enormes dificultades, cuyo tratamiento estará caracterizado por emergencias y crisis, con serias amenazas de descarrilamiento institucional, por el lado derecho o por el lado izquierdo.

Concluí entonces que no debería negarme a ese desafío. Todo lo que he hecho en la vida pública ha sido difícil. No le tengo miedo a las dificultades. Hay una tarea colectiva por hacer, bien ayudando al gobierno, o en la oposición. Confío en hacer parte de una bancada responsable.

Dicho lo anterior, en acuerdo con el señor director, tomé la iniciativa de dar por terminada esta columna para evitar que se piense que la continuación de mi garrapateo por más de una década constituya una ventaja indebida.

Gracias al periódico y su director. Gracias queridos, ignotos y escasos lectores.