29 de marzo de 2024

Lo que sigue: organizar el centro

4 de noviembre de 2019
Por Humberto de la Calle
Por Humberto de la Calle
4 de noviembre de 2019

Suficientes análisis se han hecho sobre el resultado electoral del domingo. No voy a repetir. Importantes derrotas y mejores victorias. Un cierto aire nuevo que reconforta.

Pero no es la hora de claudicar en la tarea de aislar las franjas lunáticas de los extremos y buscar puntos comunes a los que podamos concurrir todos en un ejercicio civilizado.

Bajo el manto de los resultados en algunas grandes ciudades, todavía sobreviven, en hibernación, corrientes que bajo el paraguas de las coaliciones se mimetizan y añoran las políticas que entorpecen el cambio y aspiran a que la venta del miedo les dé una nueva oportunidad. Y que se nutren de corrupción.

De igual modo, ese horizonte de sensatez y esperanza exige organización y cuidado. Ya hemos visto en el pasado cómo oleadas progresistas se desvanecen. Aunque los partidos están de capa caída, es necesario poner en marcha una organización que preserve lo logrado. En particular, aunque de algún modo se ha dado el banderazo para las próximas elecciones presidenciales, un paso previo e indispensable es prepararse para la elección de Congreso. Puede que no haya madurez para crear un nuevo partido de centro, pero sí comenzar la tarea de canalizar el jolgorio actual y convertirlo en realidad parlamentaria. Y para el próximo Presidente, no se pueden cometer los errores del pasado. Una consulta del centro-izquierda en marzo de 2022, abierta, generosa, puede permitir que no perdamos el impulso y que se garantice un clima político constructivo.

Se ha dicho, pero sin suficiente volumen, que el pasado domingo se expresaron vigorosamente fuerzas que desean doblar la página de la violencia. El Acuerdo del Teatro Colón ha salido robustecido. Ojalá recuperemos la Paz con mayúscula y dejemos a un lado el deseo de convertir el Acuerdo en un comodín para las banderías políticas sectarias.

El Presidente tiene una oportunidad. Es el momento de deshacerse del lastre de su propia franja lunática. Hay una guerra en las entrañas del Centro Democrático. Los halcones ahora se revuelven contra el Presidente. Éste debería aceptar el reto y hacerse cargo de su partido. Una cosa es que siga adelante con sus convicciones pero otra muy distinta que tenga que continuar arrastrando el lastre de fanatismo.

El marco debe orientarse, no a la unanimidad, pero sí a la discusión razonada. Democracia es disenso, pero tenemos que recuperar el espíritu de 1991. La Constituyente fue un ejemplo de controversia democrática en un marco de respeto.

Un primer paso es el respeto a las instituciones. Aún con sus defectos, tenemos que canalizar nuestro quehacer político sin arruinar la estantería. Un ejemplo reciente preocupa. El Congreso violó de manera ostensible las normas al aprobar la Ley de Financiamiento. La Corte Constitucional no podía mirar hacia otro lado. Decretó la inconstitucionalidad pero modulando el fallo para no causar estragos. Algunas reacciones, incluso de periodistas que dicen ser amigos de la institucionalidad, fueron corrosivas, dañinas e inconsistentes. Al tiempo que criticaban la Corte por cumplir con su deber, le atribuían a Santos el fallo, pedían que se perdonara el defecto y, vivir para ver, también sostenían que la modulación era ilógica. Todo eso en las mismas columnas. Muera Sansón.