29 de marzo de 2024

La defensa de los urapanes (X-10)

7 de agosto de 2015
Por Hernando Salazar Patiño
Por Hernando Salazar Patiño
7 de agosto de 2015

CORTO CIRCUITO

hernando salazar

Por Hernando Salazar Patiño

¿Qué misterio construirán
los árboles
Formados en hileras largas?
¿Quién se ha detenido a escucharlos?
En esta ciudad incierta
Ellos son el eje de las avenidas…
Volverán los árboles en todos
los instantes
En sus enormes filas a acompañar
La angustiosa carrera del reloj que viaja
en un pulso alborotado.
Verán el triunfo, la tristeza, la inquietud
-Eternos testigos de la historia-
Hoy les presto mi voz
¿Cuándo me devolverán las palabras?
Canción a los Árboles Citadinos: Lilia Gutiérrez Riveros

La batalla cívica, consensual, ecológica y minoritaria en defensa de los urapanes de Milán,  hay que darla hasta el final, con la bendición misma de la naturaleza, con todas las fuerzas del espíritu, con entusiasmo, con serenidad, con argumentos, porque conservo el optimismo de la acción, pero creo que los que la libramos la vamos a perder.

Porque hay engaño desde el principio. Porque el talarlos es una decisión política. Porque su odio a los árboles prevalecerá sobre cualquier otra consideración. Porque esta administración no tiene para mostrar  ni un solo plan decisivo de arborización urbana que haya realizado en todo el período y sí múltiples intervenciones activas u omisivas de las que fueron víctimas los árboles. Porque nunca antes se han preocupado por el estado de los árboles de la ciudad, por preservarlos, curarlos, o salvarlos, y menos por aumentarlos. Porque hacen parte de la psicología manizaleña, que aquí hemos descrito. Porque esa fue su intención desde un principio: prescindir de ellos. Porque no se cuenta con el apoyo de los medios de expresión,  maleados por la pantallística  omnipotencia  publicitaria del burgomaestre. Porque no hay quién ponga la lupa sobre los intereses de ese lucro inmediatista que se busca con un “bulevar” de última hora, nunca prometido en campaña o programa de gobierno, o de la pretensión de convertir la hortensia, nadie sabe a santo de qué, en la flor símbolo de la ciudad.

Pero sobre todo, porque la suspensión del arboricidio es táctica y las supuestas rectificaciones que se prometen son sofismas de distracción. La sola proposición es humillante con los árboles que le dan identidad al lugar y la han dado desde siempre. No la entenderían por ilógica, en aquellas partes que ya han llegado a cierta racionalidad arquitectónica y ambiental, y por desfasada, donde  tienen conciencia del tiempo que se vive y responsabilidad social con el que viene. El deber es muy distinto. Es el diseño del proyecto, sea cualquiera cosa lo que se hayan propuesto hacer en Milán, el que se debe adaptar a los 99 urapanes y no al contrario. Sería “el mundo al revés” como dice Homez en su caricatura (LP 1.VIII.15)

Si no es así, si no son capaces de una concepción integradora e integral, embellecedora, ornamental y ecológica, así sea comercial, sin afectar la naturaleza ambiente sino con más verde aún, porque en Manizales cada vez más escasea, puede dársele un parte de fracaso a la arquitectura manizaleña. Si a la avaricia se suman la falta de imaginación y el afán pavimentador de la  mentalidad asfáltica que nos domina, quedamos notificados. Pero hay soluciones, tiene que haberlas, y si no surgen del talento propio, que existe, que es creador y generoso, pero al que se le limita, si no se le da oportunidad a los estudiantes de la facultad de la que nos ufanamos, en los que confío por su desinterés, por su inventiva, por su arte, porque son jóvenes y es que son los jóvenes los que han asumido el auténtico compromiso con la ecología en su significación profunda y en su dramática necesidad, entonces, sí, un poco más allá de nuestra estrechez de miras, hay paisajistas de lo urbano, estudiosos, viajados, que saben armonizar la construcción con la naturaleza y el entorno social.

Insisto, es a los jóvenes estudiantes de arquitectura a los se les debe tener en cuenta en primer lugar, para rectificar y rediseñar este proyecto, que tiene tan poco que ver con los mayores de 45 años, que nos hemos beneficiado displicentes cuando no ciegos de los muchos árboles que estaban cuando nacimos, de los inolvidables que talaron después en la medida en que prolongamos nuestra existencia, de los amilanados que van a talar y  de los condenados que morirán talados por esa febril compulsión que no se resigna a que hayamos sido favorecidos con un  territorio tan verde.

Se ha trampeado desde el comienzo e insistirán en trampearnos. Los habían intentado matar antes. Hace un tiempo podaron los urapanes, de  ese modo bárbaro de podar que se acostumbra en Manizales, con la intención de que murieran, de que sus troncos y sus mútilas ramas quedaran propensos a ser víctimas de los hongos y demás afectaciones. A otros les han quitado la corteza, lo que es fatal para cualquier árbol. Es, ha sido y será ese el designio. Así, naturalmente,  encontrarán algunos en mal estado. ¿Por qué nunca antes los examinaron? ¿Qué hicieron los encargados, sean jardineros, biólogos o forestales, por curarlos o tratarlos de salvar? ¿Hay proceso de saneamiento y preservación de especies arborícolas en esta ciudad? ¿Quiénes van a analizarlos y bajo cuáles premisas científicas ( si es que las estéticas, o las vitales de oxígeno y dióxido de carbono no les importa) van a escoger los que permitirán que  sobrevivan, que serán los menos, y  los que les aplicarán la eutanasia, que serán los más? La tumbazón que se han propuesto, digan lo que digan, hagan lo que hagan sus defensores, ¿se hará siguiendo el  inmodificable   y previo trazado del bulevar urapanicida, o de verdad, conservando los que estén sanos? ¿Les creemos? ¿Cualquier achaque del árbol, y casi todos deben tenerlos dada la incuria inveterada de funcionarios dendrófobos, será suficiente y les servirá de pretexto para sentenciarlo? Ah, si no conociera a los manizaleños, y más, en su afanosa y ostensible versión burocrática.

 

 

El secretario de obras públicas, desde cuyas oficinas se han ordenado tantas talas y podas en estos años, tiene las características que señalé en el primer capítulo de este texto, como esenciales en la intensidad del odio a los árboles: es manizaleño, es ingeniero, y tiene poder. Hay excepciones, cierto es, lo digo con esperanza más que con pruebas, y no sé si el actual sabe de árboles, aparte de que son un obstáculo. A lo mejor los ama y es consciente de que entre los seres vivos, son los que más dan a los otros seres, a cambio de nada. Sólo que los dejen existir.

Discrepo en que el pretendido bulevar sea una obra de urgencia manifiesta, sine qua non. A menos que ese afán sea político, electoral o por calificación final de mandato. La suma destinada debe emplearse en sembrar los árboles que dejó de plantar la administración en todo el período. Porque la duda razonable surge con la promesa de que sembrarán cinco por uno derribado. Si no lo hicieron antes, como era la obligación con la ciudad y con las nuevas generaciones que vivirán en ella, a sabiendas de que Manizales es entre las capitales colombianas, la que menos árboles tiene por habitante en su perímetro urbano (e intentan tumbar 99). ¿Cómo creerles ahora? ¿En qué sitios de la ciudad se plantarán los centenares que anuncian? ¿Hacen parte de una planeación de ecología urbana o de la precipitada respuesta a una reacción ciudadana?

Porque nunca se ha arborizado en tal cantidad en el último medio siglo y con una sola decisión.  Sí, en el centenario de ´Manizales, en 1951, el alcalde doctor Fernando Londoño Londoño, importó del Japón no sé cuántos árboles y los sembró a todo lo largo y a ambos lados del llamado Carretero, Avenida Cervantes a partir de 1913 y hoy Avenida Santander. A los viejos de ahora nos acompañaron en la primera infancia y en 1962, cuando ya asomaban con las orejas gachas los síntomas de la decadencia, en la soberbia que dio pábulo a la desmembración y a la concepción del progreso como supremacía del cemento sobre la naturaleza, fueron cortados.

Acabo de recibir la noticia, de fuente muy clara, de que no se van a cortar. No puedo ni quiero enmendar lo ya escrito, porque esta situación se seguirá presentando dada la conducta de la comunidad manizaleña con los arboles. Y será una lucha de constante recomenzar. Lo más grato fue descubrir la sensibilidad de muchas personas conscientes de la necesidad vital de los árboles y que los aman. Es una renovación de la esperanza. Mantener la vigilancia, la unión y el contacto, nos dicen los urapanes y las especies hermanas.  Ahora sí, a cuidarlos, a hacer lo posible por ellos, y si van a morir, que sea con la misma dignidad con la que han vivido y nos han ofrecido sus hojas para que respiremos mejor. Y para que sea agradable la llegada a Milán, como lo ha sido.