El gigante que se convirtió en enano.
Y ese fue el drama vivido por la Unión Soviética durante tantos años en los cuales se produjo un distanciamiento entre el colectivismo y la individualidad. Dice Teresa Díaz que “La inclinación del hombre al comprometimiento con proyectos colectivos, más que un rechazo al individuo, supone una riqueza a la individualidad.”
Sin embargo, bajo el amparo de la “Lucha de Clases”, el stalinismo logró imponer a sangre y fuego un régimen que se justificó por sí mismo, sin que su legitimidad se hubiese sometido a criterios morales. El fin justificaba los medios.
Sabemos perfectamente que el sistema socialista en la Unión soviética colapsó, pues no es posible la supervivencia de una sociedad si no hay capacidad para el encuentro, el respeto y la valoración de las diferencias. No fue extraño que llegada la época de la reformas conocida como Glasnot (apertura), llegaran cartas de los jóvenes a los periódicos, como ésta: “¡Redacción!, yo no escribo respetable porque ustedes representan un órgano del sistema soviético que yo no respeto. Ahora existe glasnot…no hay ninguna diferencia entre el pasado y el presente. No puedo comprender de qué se alegran. Ahora en la prensa escriben sobre los punks, metalistas, los rockeros y sobre los fascistas. ¿De dónde salen? Preguntan ustedes. espondo. La juventud no quiere vivir más bajo la bandera roja. Porque esto no es vida sino sobrevivencia. ¡En qué han convertido a nuestro mujik! . En un borracho y en un trapo…”
Terminado el régimen y realizada la respectiva autocrítica, salieron a la superficie informaciones como ésta que hace Víctor Altanev en 1989: “El sistema de acecho policial…penetró hasta los tuétanos de nuestros ciudadanos…se formó un individuo especial, quien veía, en la doble manera de pensar y en la hipocresía, las condiciones imprescindibles para sobrevivir.
Los clasificados de cartas en los correos tienen ante sus ojos listas con apellidos y direcciones para revisar, censurar o simplemente confiscar toda correspondencia, mientras que los talleres especiales de las centrales telefónicas y de inspecciones de comunicaciones eléctricas guardan centenares de kilómetros de cintas con grabaciones de conversaciones telefónicas”
Cuando comparamos estos métodos de control con los utilizados por organismos como el DAS, en Colombia, puede uno fácilmente llegar a la conclusión de que los polos opuestos se atraen y que los métodos del socialismo como el fascismo para imponer sus teorías, no difieren en mucho. Porque si bien el socialismo se impone por la “razón o por la fuerza” en la Unión Soviética, la política de “Seguridad Democrática” se quiso instaurar en Colombia a pesar de los mal llamados “falsos positivos”. Y si en la Unión Soviética la presunción de inocencia era tildada de dogma obsoleto del derecho burgués, entonces la fórmula fue substituida por “Nadie es detenido en vano”. Es decir, como dice Teresa Díaz, la lucha contra la especulación, la corrupción, la delincuencia, era manejada de forma unilateral sin admitir que en los métodos pudiera existir un margen de error y que se podían violar con ellos los derechos humanos.