El 20 de julio de 1810. Trascendencia
Por: Albeiro Valencia Llano
El proceso de independencia arrancó con fuerza desde la Revolución de los Comuneros de 1781, se alimentó de la Expedición Botánica que creó el sentimiento nacionalista, supo aprovechar la crisis de España y la sublevación del pueblo contra José Bonaparte.
En el vacío de poder aparecieron las juntas de Gobierno, los cabildos abiertos, los levantamientos cívicos o armados y los gritos libertarios que exigieron autonomía o independencia. En este proceso se enmarca el levantamiento de Quito, en agosto de 1809, el movimiento del 3 de julio de 1810, impulsado por las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca y las rebeliones populares en Cartagena, Socorro y Pamplona. La insurrección del 20 de julio en Santa Fe es un momento cumbre, una gran explosión popular, y aunque se planteó una independencia a medias se nombró una Junta Suprema de Gobierno. Pero este hecho desencadenó otros gritos de rebeldía que sacudieron provincias y localidades.
Consecuencias de la insurrección popular
El período 1810-1816 es un nuevo momento. En esta etapa se creó la República Granadina, se intentó fundar una democracia republicana. La intensa lucha ideológica condujo a la guerra civil o Patria Boba y favoreció la reconquista española; pero sobre los aciertos y fracasos se proyectó la guerra de independencia.
Bolívar se había embarcado para Jamaica en mayo de 1815, aquí escribió su célebre Carta de Jamaica; imaginó el futuro de los nuevos países americanos, sin esperanzas de recibir apoyo de los Estados Unidos. Pronto se encontró rodeado de oficiales venezolanos y granadinos, quienes huían del régimen del terror impuesto por los españoles durante la reconquista. En una asamblea en Los Cayos, en 1816, acordaron realizar una invasión armada a Venezuela; Bolívar fue elegido jefe. El presidente de Haití, Alexandre Petión entregó embarcaciones, víveres, armas y municiones; el único compromiso era dar libertad a los esclavos.
La Campaña Libertadora fue preparada durante tres años y se inició el 23 de mayo de 1819, cuando Bolívar propuso la estrategia militar en la Aldea de Setenta. Este pequeño ejército cruzó el Páramo de Pisba, en medio de tremendas dificultades, pero recibió alimentos y ropa de la población civil de Boyacá. De aquí en adelante los criollos ricos y los sectores populares se fueron involucrando en la lucha armada; así nació un verdadero ejército, integrado con fuerzas de Colombia y Venezuela.
Después de la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, creció el entusiasmo a favor de la causa republicana y el rechazo a la monarquía española. Y el 17 de diciembre de 1819, el Congreso de Angostura aprobó la ley que creó la República de Colombia, conformada por los territorios del antiguo Nuevo Reino de Granada, la Capitanía General de Venezuela y la Presidencia de Quito.
Para asegurar lo anterior el ejército tuvo que participar en nuevas batallas: Carabobo (1821), Bomboná (1822), Pichincha (1822), Junín (1824) y Ayacucho (1824). Con el triunfo militar se unieron varios países en un gran Estado Nacional, que tuvo una duración de 11 años. Así se empezó a cristalizar el sueño político de Bolívar, para quien la independencia era apenas un episodio en la construcción de una América unida. La preocupación integracionista del Libertador estaba orientada a evitar cualquier intento de imponer nuevas formas de servidumbre. Pero llegaron los apetitos regionales y la desunión de los pueblos bolivarianos. Al respecto afirmó José Martí:
¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!
Primer Centenario de la Independencia: héroes, mitos y patriotismo
El 20 de julio de 1910 conmemoraron la Independencia en el municipio de Pácora, con extraordinaria pompa. La orientación de las autoridades civiles y de los educadores apuntaba a resaltar la participación del pueblo: criollos, mestizos, esclavos e indios, en el magno evento. De acuerdo con un oficio del alcalde, estudiantes y docentes debían desfilar “desde el parque central, hasta la salida para Salamina, por la Calle Real, vistiendo vestidos de la época”. Sin embargo 10 años más tarde las celebraciones sólo resaltaban el papel de los héroes de la emancipación. Educadores y estudiantes prepararon obras donde los protagonistas fueron Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos, Simón Bolívar, Atanasio Girardot y Antonio Ricaurte. El pueblo no estaba presente ¿qué había sucedido?
Con motivo del Primer Centenario de la Independencia la Academia Colombiana de la Historia organizó un concurso nacional, para premiar el mejor texto de divulgación de la historia, dirigido a estudiantes de secundaria. En ese momento se estaba pensando en una forma diferente de ver el pasado, después de los desastres causados por las guerras civiles, y cuando todavía se estaban formando nuevos departamentos. La ganadora fue la Historia de Colombia escrita por Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, quienes entregaron un libro rico en información, por el duro trabajo de investigación histórica. Es un texto que educa en la escuela del patriotismo; los héroes simbolizan la patria. Pero se fue perdiendo el papel del pueblo, de la sociedad, del hombre común que no puede figurar en la historia. De este modo surgió una tendencia, que formó varias generaciones de colombianos, durante más de 50 años.
Pero la historia oficial se apoyó en la iconografía de la Independencia. Después de 1830 Europa seguía con entusiasmo las noticias que se producían en las antiguas colonias españolas. Y la figura de Simón Bolívar se convirtió en un mito arrollador; aparecieron numerosos retratos que lo presentaban en diversas formas: parecido a Napoleón, romano, algunos pocos se basaban en los dibujos de José María Espinosa o en pintores ecuatorianos. Sin embargo el Bolívar que se impuso fue la escultura de Tenerani, blanco y romano, alejado de la realidad. Pero también brotaron retratos de Santander, de Sucre, de San Martín, de Córdoba y de Páez. La República necesitaba símbolos para infundir el patriotismo. Los héroes eran blancos y mártires, para propagar el mito: Antonio Ricaurte, Atanasio Girardot y Policarpa Salavarrieta. No había espacio para el almirante mulato José Prudencio Padilla.
La conmemoración del Bicentenario ha permitido conocer mejor la historia local y regional, en el contexto del país. En los pueblos descubren nuevos protagonistas y el papel que jugaron las comunidades, no sólo en el proceso de independencia sino, también, en la construcción de la nación en el siglo XIX. En consecuencia para el pueblo de Pasto el verdadero héroe sigue siendo Agustín Agualongo y no Simón Bolívar; mientras tanto en Salamina se debe estudiar mejor a María Martínez de Nisser. Esta dama, conocida como Doña Marucha, intervino en la Guerra de los Supremos, durante los años 1840-1841. Participó en las batallas, con ropa de soldado; por este hecho fue sometida al escarnio público y a la excomunión social. Fue una verdadera heroína.
Pero el Bicentenario debe servir, también, para reflexionar sobre los grandes retos que enfrenta el país: la dependencia y la pérdida de soberanía.