Los 37 ministros de Uribe
En sus reflexiones sobre el legado uribista, el abogado y periodista Jaime Horta Díaz considera que “desde el punto de vista de la organización administrativa, el presidente saliente acabó con la Fábrica Nacional de ex ministros, a pesar de los Andrés Carrieles y Diegos Palacios”.
El balance de la alta nómina burocrática resulta atractivo cuando está a la vuelta de la esquina la sucesión presidencial, tras los dos cuatrienios de Uribe, quien sólo logró retener a dos de los ministros (los paisas Cecilia María Vélez, de Educación, y Andrés Uriel Gallego, de Transporte) que se estrenaron en la posesión bombardeada con estúpida y demencial osadía por la insurgencia.
Por los fusionados ministerios de Interior y de Justicia (experimento condenado al fracaso que está en vía de reparación) pasaron, en su orden, cuatro conservadores: Fernando Londoño Hoyos, Sabas Pretelt de la Vega, (envainado con la Yidispolítica); Carlos Holguín Sardi y Fabio Valencia Cossio, (con Guillermo León, su hermano menor, procesado por la Corte Suprema por vínculos con la mafia).
Fueron titulares de la cartera de Relaciones Exteriores Carolina Barco, que se mudó del Palacio de San Carlos a la embajada en Washington; María Consuelo Araujo, quien se cayó por los nexos de su hermano Alvaro Araujo con el paramilitarismo; Fernando Araujo, quien pasó de su terrible cautiverio en las selva a la dirección de la diplomacia y Jaime Bermúdez, que estuvo tan atareado que no dispuso de tiempo para visitar a su peluquero.
Hubo cinco civiles en el ministerio de Defensa; Marta Lucía Ramírez, Jorge Alberto Uribe, Camilo Ospina, Juan Manuel Santos y Gabriel Silva. Queda demostrado que el único que supo sacarle provecho político al cargo fue el ahora presidente electo.
Roberto Junguito Bonnet, el primero de los tres ministros de hacienda de la era uribista, madrugó a irse del gabinete, pese al empeño estabilizador de su nominador, cuando entendió que el Presidente tenía injerencia directa en todas las carteras. Ido el sabio Junguito, lo sustituyó el viceministro Alberto Carrasquilla, autor de la despreciable propuesta para que se le rebajara el salario mínimo a cinco millones de trabajadores por considerarlo “excesivo”. Cerró el círculo de los hacendistas Oscar Iván Zuluaga, quien le hará la segunda a Uribe, en la dirección del partido de la U, después del 7 de agosto.
Fueron tres los ministros de Agricultura: Carlos Gustavo Cano, quien lió bártulos hacia la junta del Banco Emisor; Andrés Arias, de ingrata recordación por escándalos tan ruidosos como Agro Ingreso Seguro y Carimagua. El último, Andrés Fernández, siempre ha tenido una cara de viceministro que es como el lamento de “La múcura”: no puede con ella.
Otros ministros: Muerto en accidente aéreo cuando iba en misión oficial al Cauca, el ministro Juan Luis Londoño fue sucedido por el hombre más cuestionado del gabinete: Diego Palacios. En Minas estuvieron Luis Ernesto Mejía y Hernán Martínez. Desfilaron por la cartera de cultura: La Conchi Araujo; Elvira Cuervo de Jaramillo y la morocha Paula Marcela Moreno. En Comercio Exterior se desempeñaron Jorge Humberto Botero y Luis Guillermo Plata. En comunicaciones, Marta Pinto de Hart, María del Rosario Guerra y Daniel Medina, y Ambiente y Vivienda, Cecilia Rodríguez, Sandra Suárez, Juan Lozano y Carlos Costa.
La apostilla: En los últimos ocho años fue tan estricta y asfixiante la marcación presidencial sobre sus inmediatos colaboradores que el gabinete no parecía integrado por verdaderos ministros sino por sumisos viceministros.