La carcajada más famosa cumple 90 años
le echó tres vivas al partido liberal; se bajó de la cuna por sus propios medios, sin la ayuda de su papá, don Olimpo, y dio sus primeros pasos tan pronto doña Luisa, su amorosa madre, le puso el pañal para el debut.
En vez de proceder a formular la demanda inicial de bastimento al restaurante materno, pidió papel y lápiz porque empezaría de inmediato a escribir el primero de los 125 libros ottonianos que se proponía publicar en su fecunda existencia.
El recién nacido decidió aterrizar en la Ciudad del Ingrumá en una fecha que coincidiera, en la agenda de las efemérides patrióticas, con celebraciones tan significativas como la decisiva Batalla de Boyacá y la posesión de los presidentes de su país.
Acaparador de campanillas, el precoz Otto eligió las profesiones que desempeñaría en su dilatada existencia: Abogado, político, orador, crítico literario, ensayista, historiador, periodista, columnista, humanista, sociólogo, profesor universitario, diputado, representante a la cámara, senador, ministro de Trabajo y de Agricultura, comisionado de paz y miembro de las academias de historia y de la lengua de Colombia.
Experto en fidelidades, este caldense ejemplar se ha hecho querer en todas partes. Antioquia, por ejemplo, le ha demostrado un afecto enorme. El riosuceño ha sabido corresponder al amor fraterno que le ha brindado desde sus inicios la tierra de Suárez y Carrasquilla, en la que se formó como abogado y dio sus primeros pasos para convertirse en periodista y escritor.
En su juventud, Don Otto –como se identifica en su correo electrónico– compartió sin sectarismos aulas y disciplinas a partir de 1939, desde la otra orilla ideológica, en la facultad de derecho de la Universidad Bolivariana, de Medellín, con Belisario Betancur Cuartas, el joven conservador laureanista de Amagá que sería, a la sazón, presidente de Colombia. La escuela de jurisprudencia de la Pontificia funcionaba en el centro de la urbe paisa.
Por encargo del director de El Colombiano, Fernando Gómez Martínez, fundó en asocio con “Bélico” (seudónimo de Belisario) uno de sus mejores amigos, el semanario literario “Generación”, que tuvo un gran nivel en el pasado y ahora es un híbrido producto de la modernización periodística que una parte de la clientela encuentra demasiado light.
He aquí dos pruebas de admiración maicera hacia el gran nonagenario: La Montaña le encomendó el prólogo para los dos tomos de Escritores y autores de Antioquia, obra de consulta que incluye entre los protagonistas a una buena camada de intelectuales caldenses… Un busto suyo vela por la paz cotidiana desde una de las esquinas de las acogedoras salas de lectura de la Biblioteca Pública Piloto, una de las más importantes de Colombia…. Sostiene una columna semanal en el diario El Mundo, en la que plantea temas de fondo relacionados con la literatura, la política y el porvenir de su país y de su partido, el liberal, del que fue secretario general en tiempos mejores.
Los presidentes Alberto y Carlos Lleras siempre quisieron verlo rigiendo los destinos de Colombia. Mientras tanto, López Michelsen decía socarronamente, a sus espaldas, que “Otto es un Belisario negro”. El presidente Betancur, más amante de las letras que de la política, lo ha nominado al Premio Príncipe de Asturias.
A las puertas de sus 90 años, son 125 los libros publicados y tiene otros títulos en busca de editores. El primero, titulado “Estudios críticos”, fue publicado por Editorial Espiral, de Bogotá, en 1948, año del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, a quien había acompañado por el antiguo Caldas (tres semanas antes del “Bogotazo”) en la que sería la última gira proselitista del caudillo por el territorio nacional.
La apostilla: Cuenta el historiador caldense Albeiro Valencia Llano que el día que Gaitán conoció a Otto Morales, en el Capitolio, le preguntó ¿de dónde había sacado esa sonrisa de Monalisa?