JAPÓN, COMO EL AVE FÉNIX
Y el bluyín y los tenis, los cabellos teñidos de mil colores, a cual más extravagante, que es algo importado de los Estados Unidos, desplazaron por completo a su tradicional vestido, el kimono, prenda de vestir que ya muy pocas damas utilizan, que al usarlo, apenas permitían pasos corticos, contrario a lo que finalmente dio esta Nación: un paso gigante hacia la modernidad, resurgiendo de sus cenizas, como el Ave Fénix.
Su cultura, su sentido de la responsabilidad, su respeto por los menores de edad, por los ancianos que ayudaron a construir el país, su trabajo laborioso como si fuesen hormiguitas, su estricto cumplimiento en todos los quehaceres de la vida laboral, su amor por la naturaleza, ejemplo vivo de que es parte fundamental en sus vidas, todo eso hace de Japón, una Nación totalmente diferente a las demás, en donde, como consecuencia de aquel negro agosto de 1945, después del ataque a Pearl Harbor, le cambió el rumbo, sus metas y propósitos, su modo de ser y de vivir.
El detonante para empujarla hasta convertirla en una de las más desarrolladas del mundo moderno, fueron las bombas atómicas del 6 y 9 de agosto de 1945, en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, respectivamente, casi cuatro años después del inesperado ataque japonés a las fuerzas de los Estados Unidos en Pearl Harbor, en la zona de Hawai, lo que sirvió como punto final para la II Guerra Mundial con la rendición incondicional del Imperio del Sol Naciente, y a partir de entonces, el Emperador hace parte de una monarquía representativa, y la democracia tiene asiento permanente en todos los movimientos de la Nación.
La influencia Occidental
Pero Japón, una mezcla viviente con varias culturas del mundo, que a su vez retiene muchas de sus tradiciones, nunca ha permitido que la vida de sus ciudadanos sea tan alejada de la realidad a lo que se vive en la actualidad con la influencia occidental, desde cuando el modernismo hizo su presencia, en donde desde luego, Estados Unidos predomina con muchos de los frentes en donde, estos más de 137 millones de personas, que viven en apenas un tercio del territorio que tiene Colombia, por ejemplo, desarrollan plenamente todas sus actividades.
Se conduce por la izquierda, como si estuviésemos en Inglaterra, y obviamente, el timón va del lado derecho del automóvil, pero la señalización de las vías es bastante similar al sistema americano; con un respeto absoluto por el peatón, con el riguroso tránsito de acuerdo con la velocidad estipulada en las vías, y en donde los claxon de los vehículos son de lujo, porque así haya el trancón más grande del mundo, nadie se atreve a hacerlo sonar. Y aun cuando muchos no lo crean, aquí la milla no existe, la información es en kilómetros.
Las personas que utilizan motos no andan haciendo de las suyas sobre los andenes. Siempre van por su izquierda, y punto. Y las bicicletas, un medio de locomoción usado hasta por los ejecutivos, que vestidos con saco y corbata, y con maletín de ejecutivo acompañándolos, tienen señalización especial en todos los andenes. ¡Ah!, y no se asusten si llegan a observar a uno de esos directivos con una cartera al estilo de las que usan las damas: ‘’es que, como a ellas, nos cabe todo lo que necesitamos para concurrir a las oficinas’’.
La gasolina, quizás la más cara del mundo después de la europea, se vende por litros, y en la actualidad tiene un costo de un dólar con cincuenta centavos promedio el litro, lo que en buena economía significa que el galón tiene un valor de seis dólares, aproximadamente. Pero es de tan buena calidad la gasolina normal, que es desde luego la que más se consume, que casi nadie usa la gasolina extra, a menos que sea exigida por el vehículo de acuerdo con las normas de su motor. Y la gasolina, desde hace ya varios años, no tiene ni siquiera una micra de plomo, evitando con esto, hasta donde es posible, la contaminación ambiental.
El verdadero Sol Naciente
Muchas cosas de la usanza China hacen parte de la vida cotidiana de los japoneses, empezando por la religión Budista, pero mantienen su credo en el Shintoísmo, su vernácula creencia religiosa, ambas consideradas como milenarias en el mundo, cuya devoción se siente en cada templo a donde concurren, majestuosas edificaciones debidamente conservadas a pesar del paso de los años, lavando sus manos y limpiando su boca, antes de ingresar a expresar sus oraciones, solicitudes y el perdón por los ‘’pecados’’ que, según ellos, no se cometen, sino que hacen parte del ser humano común y corriente.
Con el sol apareciendo sobre las 4:30 de la mañana, y sobre las cinco, ya está asomado en sus ventanas cuán esplendoroso es, en esta época primaveral y durante todo el verano, para los japoneses su trabajo es el ingrediente fundamental de su vida, con el sentido de la honradez de por medio, en donde su tarea por lo asignado tiene la convicción de hacerlo con la férrea voluntad de hacerlo bien y con la mejor disposición posible.
Observar de cerca la atención en una clínica u hospital, es para sentir envidia de la buena. El nacimiento de un niño, está signado para que tenga todo a la mano, desde el mismo momento de su nacimiento, porque a las 72 horas, ya tiene una tarjeta que lo identifica para ser atendido, en la clínica u hospital que sea necesario, con la prontitud y eficacia que se merece en el sitio más cercano a su residencia o el más conveniente para sus padres, algo que igualmente ocurre con las personas de la Tercera Edad, a quienes se les trata con el cariño, la bondad y el aprecio ‘’como si fueran nuestros padres’’.
Con 137 millones de habitantes, en una porción muy reducida de tierra, de cuya cifra más de 33 millones viven actualmente en Tokio, Japón ha logrado persuadir a sus ciudadanos que cualquier espacio disponible tiene que ser utilizado de la mejor manera posible. Y por eso, no es raro encontrar en ciudades menos densas, sobre el tejado de una residencia, en el reducido espacio que tiene su patio o a la entrada principal de su vivienda, una pequeña huerta de donde el propietario diariamente recoge lo que más necesita para el menú del día, algo que hace parte del pan coger. Cada centímetro de tierra disponible necesita ser explotado por sus habitantes, ‘’porque la madre tierra nos produce todo lo que necesitamos’’, dicen los japoneses.
El aseo, tan ejemplar como en muy pocos países del mundo, es parte de la cultura de estas lejanas tierras. La basura que usted produce, fácilmente no se puede deshacer de ella, cuando va en busca de un cesto público, el cual normalmente no encuentra a la mano, porque por lo regular, ese desperdicio debe llevarlo hasta su residencia y reciclarlo como corresponde. Arrojar la basura en cualquier parte pública es un ‘’delito’’ y por eso se puede tener la seguridad que en el servicio de transporte público, en los trenes, buses y busetas, la limpieza es absoluta; en los parques y en las vías, no hay rincón en donde se puedan alojar los desperdicios de los ciudadanos.
Con formación integral y estricta
Suele creerse, a ojo de buen cubero, y si está en lo cierto, que los japoneses son extremadamente obsesionados cuando se enfrentan a las cosas, producto de la formación integral que tienen desde la infancia, cuya bondad empieza por la honestidad, el respeto mutuo y por los principios de educación continuada y exigente, en donde las posibilidades para ensanchar los conocimientos de cualquier estudiante que ofrezca buenas calificaciones, están aseguradas. La obsesión, ciertamente existe porque sus valores, inculcados desde su hogar y afianzados desde los primeros años de estudios, los convierten en personas de una responsabilidad a toda prueba. Ese valor les permite a los ciudadanos de este país estar clasificados entre los mejores del mundo en materia educativa.
Tiene además, uno de los índices más consistentes en longevidad, porque a las personas de la Tercera Edad se les ofrece todo el apoyo que sea necesario, para su bienestar personal, para su sistema de salubridad y para encontrar el empleo, en el momento que sea necesario, así estén pensionados, ‘’porque si pueden trabajar, hay que utilizarlos…’’ No se sorprenda si encuentra a un par de ancianos, que seguramente pasan de los 75 años, recogiendo las hojas de los árboles y podando los jardines de cualquier lugar, con la paciencia y la dedicación que seguramente una persona joven no hará con la meticulosidad y deseos de hacer lo mejor posible, que ese par de personas que por sentirse dispuestos a desarrollar una tarea, lo hacen con la mentalidad de prestar un buen servicio.
Con el índice más bajo de criminalidad en el mundo, la honradez aflora en los cuatro puntos cardinales de esta Nación. Da satisfacción observar cómo las personas se sienten tan seguras en sus hogares, en las calles, en sus oficinas de trabajo, en la escuela o en la universidad, sin que los agentes de la policía aparezcan con su presencia para dirimir conflictos o capturar a delincuentes. Esos personajes a lo mejor existen, no cabe duda, pero el hecho de usted sentirse seguro, aleja las posibilidades de estar sometido al nerviosismo, al atraco callejero para despojarlo de sus pertenencias, o al salir del banco, para arrebatarle el dinero que acaba de recibir.
El florecer de los cerezos
Japón que cuenta con los cinco de los diez más grandes bancos del mundo, con un ingreso per cápita que supera a muchas naciones europeas, que tiene un promedio de ahorro entre sus ciudadanos que llega casi al 20 por ciento anual, que la propina no existe porque a los empleados se les remunera bien para que los clientes se sientan excelentemente atendidos, tiene que sentirse orgulloso de lo que ha construido en las últimas seis décadas de su nueva vida, porque si bien para las niponas la moda es completamente distinta de lo que está “in” en el occidente, todas utilizan el mismo traje formal negro para salir a cumplir con su tarea diaria de trabajar.
El denodado esfuerzo que han hecho las generaciones que nacieron después de las dos bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, con un sistema político en donde la corrupción no hace parte del diario vivir, no pueden más que sentirse orgullosos, como cuando la naturaleza, en un abrir y cerrar de ojos, de un día para otro, cuando lentamente desaparece el invierno y llega la primavera, hace florecer a los cerezos, y en ese verde puro de sus árboles y prados, que reflejan sin lugar a equívocos, que este país dio el salto gigante para bien de la humanidad.
En estas islas, sobresaliendo en el Pacífico de la zona asiática, diariamente se sienten movimientos telúricos que ya es una costumbre entre sus habitantes, mas no para el visitante común y corriente, quienes en cada ciudad, en cada rincón de la nación, en cada sitio, encuentran algo que descubrir, hay algo que hace parte de la historia, hay una fuente hacia al respeto y el cumplimiento del deber en todos los órdenes.
Por eso, Japón es una de las potencias y de los países más desarrollados del mundo, y su gente lo sabe, aun cuando las próximas generaciones, intentando olvidar lo exitosa que ha sido su Nación, intenten imitar, como lo vienen haciendo, a las costumbres occidentales en las cosas que pueden cambiarle la imagen, su solidez y su protagonismo, en vez de proseguir por los principios que cultural, educativa y espiritualmente son un legado de sus mayores.