Interpretaciones parcializadas; expensas; hollar-hoyar-hozar
Dondequiera se hable castellano se escucha la locución “meter la pata”, cuyo origen todos conocemos, pues quien no haya metido involuntariamente una de sus extremidades inferiores en un lodazal o en un charco cualquiera, que levante una de las superiores. Literalmente, su significado es obvio; figuradamente, quiere decir “cometer un error o desacierto”, es decir, equivocarse, muy propio de los seres humanos, razón por la cual los latinos inventaron aquello de “errare humanum est”. Axioma que se puede parodiar de esta manera: “Meter la pata es humano; sacarla, mockusiano”. Este exordio, para hablar de las ‘interpretaciones parcializadas’, siempre comunes, pero más en esta estación de elecciones. Durante su campaña para la presidencia de la República, ¡casi nada!, el señor Antanas Mockus ha metido la pata en cuatro o cinco oportunidades, y otras tantas la ha sacado. Sus malquerientes dicen que si en tan corto espacio de tiempo se ha equivocado tantas veces, ¿cuántas lo hará en cuatro años? Y concluyen por ello que es incapaz de gobernar acertadamente este dificilísimo y revolcado país. Sus seguidores, en la otra ribera, aceptan sus fallas con un poco de condescendencia y con una pizca de gracia (cum grano salis), y sostienen que sus rectificaciones son señal de humildad, magnanimidad y honradez, por lo cual es el indicado para gobernar a Colombia y para acabar con los vicios de los políticos corrompidos y con los latrocinios de todos los que tienen la oportunidad de ‘meter las manos’ en el erario nacional. Otro ejemplo, de los muchos que fundamentan esta tesis de las ‘interpretaciones parcializadas’, es el de la ‘parada’ que organizaron unos encapuchados en la Universidad Nacional de Bogotá. Salud Hernández Mora, curtida periodista, la vio así, como muchos colombianos: “Los encapuchados de la Nacional no son estudiantes revoltosos, inquietos, sino delincuentes peligrosos” (El Tiempo, V-23-10). Y yo le agrego: Tales encapuchados son terroristas de hecho o en potencia. En cambio, Eduardo García Aguilar, la interpretó de esta guisa: “Para empezar, ¿quién puede probar que esos individuos son verdaderamente guerrilleros, y que no sean sino una hábil puesta en escena de las fuerzas oscuras del régimen para asustar a los votantes (…)? Pueden perfectamente ser agentes del régimen disfrazados, por la forma tan tranquila y libre como pudieron ingresar a la Universidad para interpretar su inquietante pieza teatral” (LA PATRIA, V-23-10). Y así, de interpretaciones parcializadas son objeto las palabras y las acciones (buenas y malas: las primeras, para exagerarles sus bondades o para viciarlas; las segundas, para desvirtuar su maldad o para empeorarlas) de quienes, encaramados en el curubito, se atreven a pronunciarlas o a realizarlas. Ello es que ser imparcial es prácticamente imposible.**
‘Expensas’, voz que proviene del latín ‘expensa’ (‘gasto, coste, desembolso’ y, para algunos clásicos, ‘pecunia’ = ‘dinero’), sólo puede emplearse en plural, y esto únicamente en la locución “a expensas de alguien”, como quien dice “de gorra” o “de mogollón”. El señor Álvaro Segura López, en cita que hace de un comunicado del Ministerio del Ambiente, transcribe: “Tales expensas a favor de curadores urbanos…”; y “…la Zamme no está obligada a pagar las expensas que reclamó el funcionario” (LA PATRIA, V-16-10). Ignoro si este vocablo es parte del argot ministerial. Si esto es así, sería saludable para el idioma que le buscaran un sinónimo, como ‘gastos, desembolsos, cargos, cargas, responsabilidades, coste’, etc., según el contexto.**
Extrañeza me causó que José Obdulio Gaviria, el justa o injustamente vilipendiado asesor del señor Presidente, y que siempre escribe con propiedad semántica, hubiese echado mano del verbo ‘hoyar’ en la siguiente oración: “Esta medida, más la de subsidios indiscriminados (…) hoyaron en el fisco y tienen al gobierno en una crisis de…” (El Tiempo, V-19-10). Siempre consideré cacografía escribir ‘hoyar’, porque el verbo castizo es ‘ahoyar’ (hacer huecos). Escribimos también ‘hollar’ (pisar, pisotear, abatir, humillar, conculcar), pero, según el contexto, éste no es el verbo adecuado en la frase citada. Entonces, José Obdulio tiene razón, ‘hoyar’ es el verbo que ahí encuadra mejor (“hicieron huecos en el fisco”), aunque no se encuentre en todos los diccionarios. Es un regionalismo, que El Diccionario acoge y define así: “Intr. rur. Cuba, El Salv. Hond. y Nic. Hacer hoyos en la tierra para sembrar una planta”. Alguien olvidó informarle a la Academia que en Caldas, Colombia, los campesinos lo usaban también, especialmente para aplicárselo a los cerdos que, sin ataduras ni encorralados, ‘hoyaban’ en la tierra buscando qué comer (hozaban la tierra, más castizo), por lo cual sus dueños se veían en la obligación de atravesarles el hocico con un alambre (argolla, le decían), operación que llamaron ‘argollar’, para que no acabaran con la finca en un par de días. Fueron, pues, los puercos los primeros que por estos lados usaron los pírsines, vale decir, los pioneros de tan espeluznante usanza.