Esquina Gardel
OTRAPARTE
Por Óscar Domínguez G. (*)
Adhiero a la celebración de los 200 años de la independencia argentina, evocando una noche de tangos en Buenos Aires:
Subimos al bus y de entrada "olemos" que hay mayoría europea. Nos recibe el golpe de ala, el sobaco huérfano de jabón, agua y desodorante. Nuestros primermundistas compañeros dirán que el agua es para regar las flores.
Instalados en la Esquina Gardel, en El Abasto, separan las parejas. Marido y mujer, fugazmente divorciados, se colocan frente a frente. No me tocó al lado ningún príncipe en decadencia. Tampoco me acompaña una actriz del cine porno en servicio activo.
A mi diestra mano, se "parquea" un ruso posperestroiko. A la siniestra, un gringo descomunal de Nebraska, casado con una mexicana diminuta, Evelinda. Con Richard me entiendo a punta de solitarios infinitivos suyos y de signos manuales míos. ¡Qué exquisito inglés hablan mis dedos!
Antes de ordenar la cena nos invitan a tomarnos fotos con las bailarinas. Vemos lo que viene (pesos por posar) y nos negamos. Las bellas nos desarman con sonrisas y el mazamorreo de caderas. Toca dejarse retratar con la sonrisa-no sonrisa que para estos casos guardamos en el disco duro. La foto costará 45 pesos (= 45 mil pesitos de los nuestros. Dimos papaya. Bueno, de eso también se trata la vida).
Los platos tienen nombres de tangos de Gardel. Mi señora se decidió por "Tomo y obligo": Un salmón que no era tal. Salmón que se respete debe nadar contra la corriente y ser de color salmón. Éste era blanco. "Es un salmón enrazado en sierra", comenta mi "dulce enemiga".
Le metieron gato por liebre. Se lo hizo saber al mesero. El hombre se quejó del conejo gastronómico ante sus jefes. Segundos después trajo la sentencia inapelable del chef: el salmón es salmón del océano Atlántico. Chef locuta?
Ordeno "Mano a mano" (empanadas), de entrada, y de plato fuerte, "Por una cabeza" (matambre de cerdo). De postre, "Anclao en París".
La función se ha iniciado con videos que recorren la historia del tango. Gardel monopoliza las imágenes. "Anclao" en gallinero, me toca mirar el show de lado. Termino la velada con tortícolis, a punto de estrenar mi Assist-Card.
El hollywoodesco espectáculo nos roba aplausos para diestros bailarines, cantantes que se creen reencarnaciones de Edmundo Rivero, y una orquesta en la que "sollozan" dos bandoneones.
El pianista nos hace recordar a Rodolfo Biaggi, "Manos Brujas". Una bella porteña, con "voz de sombra", nos alebresta con "Malena".
El cantante líder es un plagio al carbón de Carlitos Gardel. Luce traje negro impecable, sombrero aguadeño gardeliano, despectiva forma de mirar -la misma de agarrar el cigarrillo- y pelo engominado, tieso como mano de santo.
También "esa ráfaga, el tango" es eterno, mientras dura. Regresamos a nuestra olorosa ONU, el bus, que nos devuelve al cambuche. Dormidos, Morfeo nos sorprende con serenata: "Mi Buenos Aires querido?".