Un hermano del himno inmortal
Al repasar detenidamente las letras de uno y otro alumbramiento poético, no cabe duda de que la musa inspiradora fue la misma. “La familia no se pierde”, reza el socorrido refrán que se suele repetir para destacar el gran parecido entre dos hijos del mismo taita: Salmo y Feria parecen dos gotas de agua lírica que tuvieron, sin embargo, suertes diferentes.
Para rescatar del injustificado olvido el bello canto de alabanza, declamado por el propio autor en la velada de coronación de la preciosa Julieta Jaramillo Botero como reina de aquella pretérita feria, Contraplano contó con el espléndido concurso del abogado, periodista y también poeta Augusto León Restrepo Ramírez, coterráneo del gran bardo de la comarca caldense.
Salmo Imperial
–Para Julieta de Manizales—
— I —
Bajo tu frente de cristal y brisa,/ su mejor tallo dio la primavera/ para la floración de tu sonrisa.
Y una rosa de gracia volandera/ en este cielo de alabastro y grana,/ florece con tu cuerpo de bandera.
Julieta: en el jarrón de tu ventana/ el sol vierte los oros de su vaso/ y atesora esmeraldas la mañana.
—II—
Presa en estuche de satín y raso,/ cuaja el café su gota alucinante/ con el rubio champaña del ocaso,/ y cabe el limonero susurrante,/ la ternura del viento, estremecida,/ acaricia la almendra de diamante.
Campánula de miel adormecida/ en un breve regazo de granada;/ lágrima en la esperanza detenida.
—III—
Es un arpa de trinos la alborada/ y en el espejo móvil del rocío/ se maquilla de sol la madrugada.
Mientras avanza por su quieto río,/ como un lento perfume el medio día,/
que ilumina el paisaje a su albedrío/ por un mar de fugaz marinería,/ navegan los bajeles del verano/ hacia la playa azul de la alegría.
—IV—
Oros y seda y sangre; y son gitano/ como un guerrero; el diestro, en las arenas,/ pasea con la muerte de la mano,/ mientras cálidas palmas agarenas/ dejan el abanico y la mantilla/ para arrojar un ramo de azucenas.
Pandereta de luz y maravilla,/ el redondel, de cromos encendido,/ se embriaga con la ardiente manzanilla/ y un silencio de pánico rendido/ crece con la marea atardecida/ cuando agoniza el semental herido.
—V—
El año está creciendo/ En la vencida linfa del tiempo que jamás se para/
surge, de enero, la fragancia ardida/ para que reine tu belleza clara,/ niña de amor, de lino y de desvelo,/ cofre de sueños, mariposa rara.
Qué flor para la seda de tu pelo/ borda el estilo, pálida doncella?
Sólo el jardín de argento y terciopelo,/ enjoyelando su mejor estrella,/
te ofrendaría una rosa duradera,/ mas no por eso lucirás más bella.
Qué otra miel a tus labios de quimera,/ que ésa manzana en flor que está en tu boca/ mielando tu dulzura verdadera?
Y cuál arcángel con violencia loca,/ formó de nardos esos brazos tuyos/
que guardan la caricia que te invoca?
Reina de ensueños, de jazmín y arrullos/ bajo tu imperio se corola el día/ con la eclosión de todos los capullos.
Eres lumbre, canción y epifanía/ sobre un trono, grácil, reclinada.
Pomo de aromas, lira de armonía,/ que al posar tu silueta enamorada/
con la suave indolencia de un suspiro,/ finges una magnolia desmayada/
en el borde de un vaso de zafiro.
La apostilla: El inmortal pasodoble Feria de Manizales –hijo mayor del poeta González Ospina— se hizo famoso en el mundo como el himno taurino de Colombia; ha tenido numerosas versiones discográficas y se supone que ha generado importantes regalías que ojalá hayan sido entregadas a su viuda Paulina Villegas López. En cambio, el Salmo Imperial (el hijo menor del bardo) tuvo una vida efímera, a pesar de su preciosa factura poética, y la muchacha de entonces que lo inspiró es hoy una exitosa empresaria en el sector inmobiliario manizaleño.