¿Quién se le mide?
Los que saben del tema y conocen de primera mano al presidente Alvaro Uribe y a los aspirantes a la primera magistratura, opinan que la sucesión es muy complicada, porque después de 8 años de gobierno de Uribe con aciertos y desaciertos como es lógico, vendrán las miradas escrutadoras de los colombianos sobre el accionar del nuevo mandatario y desde luego la comparación con el saliente administrador.
Es el mismo caso de las parejas divorciadas que instintivamente, tras unas segundas nupcias, hacen un similar examen comparativo con su anterior relación.
Claro que tratándose de un matrimonio los cónyuges guardan discreto silencio sobre sus apreciaciones para no estropear la relación, pero en el caso de un gobierno las críticas afloran abiertamente y con ello la polarización de la opinión ciudadana.
Los que podrían llegar a emular la política de “trabajar, trabajar y trabajar” cuentan con el deseo, pero dudo que cuenten con los votos que les respalden, mientras que los otros tienen los votos suficientes, pero no estoy muy seguro de que su dinámica llegue a los niveles del presidente saliente.
Aquí me detengo para hacer notar algunos detalles a quienes aspiran a ocupar el solio de Bolívar hasta el año 2014.
Las técnicas políticas de ofrecer planes y programas que no se pueden materialmente cumplir, como fórmula para conseguir el caudaloso respaldo que requiere un Jefe de Estado en las urnas, están “mandadas a recoger”.
En épocas pasadas durante una campaña, se ofrecía el oro y el moro durante una gestión y al final como decían las abuelas, se salía con “chorro de babas”.
No. Eso no es correcto. Si el aspirante promete algo realizable, así no sea demasiado, su obligación es cumplir.
Al elector colombiano de este siglo, no se le pueden prometer “rios de leche y miel” para luego, estando en el poder, enfrentar la vergüenza de dar reversa a su promesa.
Por estas razones, hoy más que nunca, los candidatos para ocupar la presidencia de Colombia, deben ser muy sensatos en su oferta y con la garantía de que la harán efectiva.
Si quiero ser imparcial en lo que escribo, la profesión de periodista me exige no tener partido político ni candidato propio, pero en el ocaso de esta administración, admito que el programa de Seguridad Democrática (así haya que ajustarlo) ha sido uno de los aciertos del presidente Alvaro Uribe.
Los foros comunales de cada sábado que hizo el estadista saliente por todos los pueblos de Colombia, con soluciones o sin ellas para los ciudadanos, fueron otro acierto de la administración, porque el jefe de estado pasó de ser la figura entronizada e intocable de la Casa de Nariño, al mandatario tangible al que sus conciudadanos tenía acceso.
No hablo más del tema para no posar de “cansón o llenador”, pero hago la referencia para que los candidatos a la presidencia, vayan analizando a lo que se tendrán que enfrentar en caso de ser elegidos como presidentes.
Sea cual fuere el futuro presidente, debe tener muy claras estas cosas y mediante su propio examen de conciencia, analizar si realmente está en capacidad de administrar un país como Colombia, con todas sus ventajas y desventajas.
PARA DÓNDE VA URIBE?
Por estos días se tejen muchas versiones sobre la ocupación del presidente saliente, quien dijo que después del 7 de Agosto (día de la entrega del poder), seguirá trabajando por el país.
Se ha especulado con la versión de que ocupará altos cargos a nivel internacional, embajadas o entidades multinacionales, pero él no ha precisado aún cual será su destino.
La propuesta más curiosa sobre el futuro del presidente Uribe, la hizo el ex embajador en Surafrica Carlos Moreno de Caro, quien desde ya mencionó el nombre del presidente saliente, como candidato a la Alcaldía Mayor de Bogotá.
La curiosa e inusual propuesta de Moreno de Caro, fue de buen recibo por muchos bogotanos que vemos a nuestra ciudad, que es la ciudad de todos, azotada por la violencia y la inseguridad.
Aunque parezca una utopía, Uribe Vélez sería la persona ideal para poner en cintura a los habitantes de Bogotá y a quienes con contratos incumplidos (léase obras de desarrollo vial) quieren a toda costa apoderarse del erario público capitalino.