El pulso de la polarización
La conexión sin ningún costo con La W de Sánchez Cristo (foto, El Espectador) le ayuda a hacer esta medición de las oleadas de opiniones enfrentadas que llegan a la radio, especialmente entre las 5 de la madrugada y la una de la tarde, de norte a sur y de oriente a occidente.
Los torrentes de uribismo y antiuribismo fluyen con idéntico potencial por el mismo micrófono abierto mediante llamadas gratuitas que los oyentes hacen dentro y fuera del país.
Después de la súplica habitual del “no me vaya a cortar, don Julio”, los radioescuchas más apasionados aprovechan el momento para criticar al gobierno o defenderlo con vehemencia, según la orilla de sus preferencias.
Siempre llueven críticas contra la corrupción; la orgía de los subsidios agrícolas; el mísero aumento del salario mínimo; la despiadada reforma laboral; la demagogia del asistencialismo a través de los consejos comunales; los decretos mortuorios de la emergencia social; las asustadoras cifras sobre desempleo; las chuzadas telefónicas desde el DAS; los malos tratos a los magistrados de las Cortes; el supuesto enriquecimiento de los hijos del ejecutivo; el reparto de notarías, consulados y embajadas; la desmontada base gringa de Manta, Ecuador, multiplicada por siete en territorio colombiano, y mil etcéteras más.
Como la contraparte no se duerme, los partidarios de Uribe sacan a relucir la ofensiva constante contra la guerrilla que, según las estadísticas oficiales, tenía 60.000 alzados en armas y ahora sólo cuenta con 8.000; la desaparición de las pescas milagrosas en las vías nacionales; la toma de pueblos; la escalada de secuestros extorsivos; el crecimiento de la economía, reflejada en las utilidades multimillonarias, casi obscenas, de la banca privada; el haber sido capaz de ponerle el tatequieto, en Cancún, al bocazas del Chávez Frías; el cambio de imagen de Colombia ante el mundo y lo mucho que nos quieren en la Casa Blanca, inmueble en el que, sin embargo, no alcanza el amor para darle a Uribe el apetecido TLC.
Cuando los espontáneos corresponsales proceden del exterior, los que no se han ido porque no han querido o no han podido largarse porque no tienen con qué, los retan a que regresen para que comprueben que Colombia no es el país de Alicia con sus maravillas incorporadas y que aquí toca hacer milagros para sobrevivir con un salario mínimo que no alcanza para atender las necesidades básicas.
Esta saludable radio interactuada tiene sus clientes fijos, entre los que aparece el veterano político huilense Víctor Alcides Ramírez, quien se conecta todas las mañanas con la W, desde Estados Unidos, para dar su opinión sobre el tema del día. No faltan los uribistas que se valen del ratico para enfilar baterías contra la senadora Piedad Córdoba y todo lo que tenga que ver con el presidente venezolano y la guerrilla.
Cuando sube el voltaje de los participantes que telefonean a la emisora para expresar libremente su pensamiento, los operadores del máster deben sacar del aire la llamada de aquel al que se le va la mano en groserías y ofensas a la gente que representa al poder ejecutivo.
La apostilla: La clientela matutina de Sánchez Cristo mete de vez en cuando sus goles con preguntas inesperadas, como esta: ¿”Don Julio, este Roy Barreras, el torcido vallecaucano, no es el mismo Loco Barreras cuya captura ordenó el presidente Uribe en un consejo comunal, el año pasado”?.