29 de abril de 2025

Expósito-a; sobre peso – sobrepeso; desarbolar

23 de febrero de 2010
23 de febrero de 2010

En su editorial del sábado 6 de febrero de 2010, el diario capitalino El Tiempo habla del “creciente número de recién nacidos abandonados en Bogotá”, y los llama “Angelitos de basurero” y “bebés no deseados”. El castellano tiene exclusivamente para estas desafortunadas criaturas, víctimas inocentes e indefensas de un crimen horrendo o de un sacrificio supremo, el adjetivo ‘expósito-a’, que define así: “Del latín ‘expósitus’ = ‘expuesto’. Adj. Dicho de un recién nacido: Abandonado o expuesto, o confiado a un establecimiento benéfico”. Puede también sustantivarse. Añade el periódico: “La opción de estos países emula la función que por siglos asumieron los noviciados, en cuyas puertas se solían hallar neonatos”. No sólo los ‘noviciados’, sino, y muy especialmente, las escalinatas y entradas de los templos y edificaciones de la Iglesia Católica. Menciono este editorial, no sólo para sacar del olvido del diccionario el adjetivo ‘expósito’, sino también para rendirle desde estas alturas manizaleñas un muy merecido tributo a un personaje francés, considerado el “Padre de los pobres” por antonomasia: San Vicente de Paúl, Monsieur Vincent, como cariñosamente le decían. Nació en Pouy, Landas, en 1581. Murió en 1660. Fundó la Congregación de la Misión (Sacerdotes Lazaristas; hoy, Vicentinos); las Hermanas o Hijas de la Caridad; y las Damas o Señoras de la Caridad, mujeres de la sociedad parisina, encopetadas y pudientes.  Cuando, en 1638, San Vicente se dio cuenta de la desdicha de los recién nacidos abandonados (puesto que anualmente en París eran más de 300 las víctimas, “uno por cada día del año”, decía), se ocupó de su cuidado. En 1640 se hizo cargo de todos los niños abandonados, a pesar de los muchos problemas económicos, sociales y religiosos con los que tropezó. Llegó a tener 13 casas para recibirlos, alimentarlos y educarlos, ayudado en la labor por las Hijas de la Caridad. Cuando en 1647 estuvo en peligro esta importante obra, recurrió a las Señoras de la Caridad. No estoy muy seguro, pero creo que fue él el fundador de las Casas de los Expósitos (llamadas también ‘Inclusas’), porque las que él encontró (las ‘Cunas’) eran insuficientes, mal atendidas y peligrosas para los ‘expósitos’. Después de trescientos cincuenta años, sus obras siguen ayudándoles a los pobres; y sus hijos, diseminados por todo el mundo, continúan evangelizando y haciendo cosas buenas para la humanidad.  **

Ocupa una página entera de El Tiempo. Publicidad costosa. Y, entre otras muchas cosas, dice: “Adiós al sobre peso y al cigarrillo en solo 24 horas” (II-7-10). El promotor del producto se llama William’s, y dice que es hipnólogo y sofrólogo; además de “especialista en regresiones, Maestro Zen y Maestro Espiritual”. Es decir, que es un psicoterapeuta especializado en sofrología e hipnología. El Diccionario no tiene las palabras ‘hipnología’ e ‘hipnólogo’, pero debería aceptarlas (y ponerlas entre ‘hipnal’ e ‘hipnosis’), porque son dos términos formados castizamente, puesto que sus respectivas raíz y desinencia son semánticamente legítimas, como las que más. Y, para que vea, pues, el diccionario de María Moliner sí acoge el vocablo ‘hipnología’, con esta acepción: “Tratado del sueño”. En cambio, no asienta la voz ‘sofrología’, de la cual la Academia de la Lengua dice: “Práctica clínica que utiliza técnicas de relajación inspiradas en el hipnotismo y en doctrinas orientales, como el yoga, con el fin de lograr el equilibrio sicosomático del sujeto”. Según esto, este señor William’s debe saber mucho; lo que sí no sabe (él o su publicista) es la diferencia que hay entre un prefijo y una preposición, porque la afirmación que cité al principio debió ser redactada así: “Adiós al ‘sobrepeso’ y al cigarrillo en 24 horas”. Una cosa es el ‘sobrepeso’ (“Excesiva acumulación de grasa en el cuerpo”) y otra, muy diferente, ‘sobre peso’, expresión que utilizamos, por ejemplo, cuando conminamos a quien nos debe dinero así: “¡Y me paga peso sobre peso!”. Otra cosa que la página no advierte es si el beneficio prometido se recibe en 24 horas exactas, o puede ser en 23 o 25… **

Suele decirse que “algo nuevo se aprende todos los días”. Y esto me sucedió al día siguiente de la victoria del Once Caldas en Paraguay. La para mí novedad me la enseñó el redactor de Efe en la siguiente oración: “El juego de toque, los cambios de frente y la rotación de los de Manizales desarbolaron casi por completo a los jugadores de ‘La Academia’…”. (II-9-10). Yo creía que el verbo transitivo ‘desarbolar’ (de ‘árbol’, por supuesto, y del prefijo de privación ‘des’)  significaba sólo “destruir, tronchar o derribar árboles” y “dejar un barco sin palos”. Pero no, y esto es lo que yo ignoraba, quiere decir también “desbaratar”, con los siguientes sinónimos: ‘debilitar, desarmar y desmantelar’. Muy bien empleado, pues, el sonoro verbo por el periodista, y muy apropiado para la ocasión. Con él, y con esta acepción, podemos hacer lo mismo que hicimos con ‘expósito’: sacarlo del olvido de los diccionarios.