Osar-hozar; se-sé; a-ha, maliciento; conditio sine qua non
Los venezolanos responsables de “cierta valla”, como la bautizó el señor Mauricio Franco Jaramillo, se pueden aplicar el refrán que inteligentemente emplea Sancho Panza en el capítulo XIII de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha: “En otras casas cuecen habas; y en la mía, a calderadas”. Don Mauricio se refiere a una valla “ubicada en una de las llamadas ‘Bases de paz’ ”, en El Amparo (Venezuela), frontera con Arauca. Palabra por palabra, la valla dice: “¡Juramos! Guerra a muerte si el imperio yanqui hoza profanar el sagrado suelo de la tierra de Bolívar. Gringos: Aquí los esperamos”. Son tantos y tan grandes los atropellos de este letrero contra el idioma que el Libertador hablaba y escribía tan culta y sabiamente, que sólo pueden compararse con los que comete Chávez contra Colombia y su Presidente. Y es muy posible que sea él el ‘dictador’ de tan ‘desviroladas’ frases, porque tal es su estilo inconfundible. Ni para qué mencionar el uso arbitrario de los signos de admiración, el desconocimiento del caso vocativo y la combinación pleonástica de ‘suelo’ y ‘tierra’. Haré hincapié únicamente en la confusión de los verbos ‘osar’ (el adecuado en esa conminación) y ‘hozar’. Sólo practican la acción de este verbo (“mover y levantar la tierra con el hocico”) los animales que lo tienen, como el cerdo y otros parecidos. Antiguamente, a los marranos, que tenían completa libertad en las fincas (hasta entraban en las cocinas), les ponían una argolla de alambre en el hocico (“parte más o menos prolongada de la cabeza de algunos animales, en que están la boca y las narices”) para que no acabaran con la propiedad. ¿Será esto lo que teme el dueño de Venezuela? -No lo estimo tan despistado. Lo que él, obviamente, quiso expresar fue “declararles guerra a muerte a quienes osen (se atrevan a) profanar…”. Esto, dicen los siquiatras, es ‘delirio de persecución’. Ni más ni menos.
Según la norma general, los monosílabos, en castellano, no llevan tilde, así sean acentuados. Pero hay algunos que la exigen para diferenciarlos de otros cuya grafía es la misma pero que tienen significado diferente. Es el caso de ‘se’, que no se tilda cuando es pronombre personal, pero que debe llevar el signo ortográfico cuando es inflexión verbal, verbigracia, “sólo sé que nada sé”. En este ejemplo, ‘sé’ es la primera persona del singular del presente de indicativo del verbo ‘saber’. La otra inflexión verbal que lleva la tilde es el imperativo de segunda persona (singular) del verbo ‘ser’: “Sé tú”. El padre Gonzalo Gallo o, tal vez, su transcriptor, olvidó esta norma en el siguiente consejo: “Se solidario con los que sufren hambre…” (LA PATRIA, Oasis, XII-20-09). “Sé solidario con…”. Quisquillas, padre, pero de suma importancia.
El señor José Orrego Peralta inventó el adjetivo ‘maliciento’. Así redactó: “Los ojos empañados de esos niños huérfanos y de esas ciudades mendicantes y de esos varones de rostros malicientos, tienen allí toda su esperanza”. Según el contexto, este vocablo no puede proceder de la raíz de ‘malicia’. De ninguna manera. Entonces, ¿quiso decir ‘macilento’? Con seguridad, porque éste es el adjetivo que “se aplica a las personas que tienen la cara pálida y flaca”. En el mismo artículo dice: “Este diciembre que llega a de ser…” (LA PATRIA, XII-20-09). “…ha de ser…”, señor. Evidentemente, esto fue un error de digitación.
Dos veces, en su artículo de LA PATRIA, el doctor Mario Calderón Rivera echó mano de esta frase: “Ese requisito SINE QUA NON…” (XII-10-09). La expresión original latina es la siguiente: “Conditio sine qua non” (literalmente, “condición sin la cual no”, a saber, “condición indispensable”). Hay expositores que emplean la expresión latina sin modificarla; otros hay que traducen el sustantivo (“condición sine qua non”). Y está bien. Lo que no lo está es cambiar ese sustantivo por un sinónimo masculino, como lo hizo el ilustre hijo de Neira. Ello es que en latín el nombre concuerda con su pronombre relativo en género y número (‘sine qua = sin la cual; ‘sine quo’ = sin el cual’; ‘sine quibus’ = sin las cuales, sin los cuales). En castellano es lo mismo: “Condición sin ‘la cual’…”; “requisito sin ‘el cual’…”. Por lo tanto, cuando se ha de emplear esta expresión, es mejor aferrarse como una garrapata a la palabra latina (conditio) o a su traducción (condición).
Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa: El señor Rigoberto Escudero Osorio, en Correo Abierto (LA PATRIA, XII-23-09), me dice que “al mejor tirador también se le va la pava”. Y tiene más razón ‘que hasta ahí’, porque, precisamente en el artículo en el que yo hablaba de la norma obligatoria de abrir y cerrar los signos de admiración e interrogación en castellano, puse una oración interrogativa sin el primero de sus signos. ¡Bendito!