21 de marzo de 2025

Metarrelato; esencia-conciencia; enrutar

26 de enero de 2010
26 de enero de 2010

He oído decir que “la vida nos da sorpresas”. Leyendo al señor Guillermo Orlando Sierra, recibí una, no sólo mayúscula, sino que me hizo ver lo retrasado que estoy de noticias. Éstas fueron las frases que me dieron la sorpresa y me abrieron los ojos: “¿Cuáles serán los nuevos metarrelatos que nos permitan pensar en un gran proyecto de nación…?”; “No obstante, creo que no les asista la razón en que los grandes metarrelatos se hayan acabado, sino lo que giraba en torno de ellos; me refiero a la fe ciega en las ventajas y virtudes de que la ciencia y la historia podían resolver todos los problemas” (LA PATRIA, I-8-10). Báileme, pues, ese trompo en la uña. Busqué el término ‘metarrelato’ para ver qué idea expresaba, pero no me topé con él en ninguna de las fuentes que usualmente consulto. Fui, entonces, al milagroso buscador Google, y, ¡oh sorpresa!, allí estaba. ¡Enorme! Con el fin de regalarme una inmerecida siesta, y con la venia del señor Director, transcribiré lo que en la pantalla leí: “Una ‘metanarrativa’ es, en el contexto de la teoría crítica y el posmodernismo, “un esquema de cultura narrativa global o totalizador que organiza y explica conocimientos y experiencias”, según explica Stephens. El prefijo ‘meta’ significa “más allá”, y una ‘narrativa’ es una historia. La metanarrativa será, por tanto, una historia más allá de la historia, que es capaz de abarcar otros “pequeños relatos” en su interior, dentro de esquemas abarcadores, totalizadores, trascendentes o universalizadores. Según el planteamiento crítico  de la metanarrativa propuesto por Lyotard, los ‘metarrelatos’, ‘metanarrativas’ o ‘macrorrelatos’ son asumidos como discursos totalizantes y multiabarcadores, en los que se asume la comprensión de hechos de carácter científico, histórico y social de forma absolutista, pretendiendo dar respuesta y solución a toda contingencia. (…) La ciencia occidental, nemotécnica, taxonomista, empirista y utilitaria, que ha asumido una supuesta soberanía en torno a su razón, pretendidamente neutra, rigurosa y universal, es otro claro ejemplo de Metarrelato, que incluso podría definirse como un meta-metarrelato…”. ¿Que qué? Pues yo, hasta aquí aguanté. Y no entendí absolutamente nada. Pero, como lo dijeron Stephens y Lyotard (¿por qué nunca un Pérez o un Rodríguez?), así tiene que ser. Ahora bien, si ellos se refieren a las enseñanzas trascendentales o determinantes que dejan las experiencias de un individuo, de un país, de una sociedad o del mundo en que vivimos, se les puede aplicar aquello de “¡Tanto gre gre para decir Gregorio!”.


Las voces ‘esencia’  y ‘conciencia’ son diferentes, no sólo por su acepción, sino también por su origen. Pensé en esto cuando leí la siguiente oración de Alejandro Samper Arango: “O sea, negar su escencia de animal y correr el riesgo de terminar ridiculizándolos” (LA PATRIA, I-9-10). ‘Esencia’ (indica la naturaleza de las cosas) proviene del verbo latino ‘esse’ (ser), de aquí que en latín se escriba ‘essentia’, y, en castellano, ‘esencia’ (sería un error más ‘lógico’ escribirla con dos ‘eses’); y ‘conciencia’ (consciencia = “conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones”) proviene del verbo latino ‘scire’ (saber) a través de su participio presente o activo, ‘sciens’ (el que sabe), y del sustantivo ‘conscientia’ (conciencia). Es conveniente anotar además que hay una paradoja en la ortografía del sustantivo  ‘conciencia’ y del adjetivo ‘consciente’, puesto que las dos palabras tienen la misma raíz: La Academia admite la grafía ‘consciencia’ en sicología únicamente, pero considera solecismo escribir ‘conciente’. ¡Sí ve, pues!

El señor Jairo Patiño Cifuentes no encontró en los diccionarios el verbo ‘enrutar’. Y no lo halló porque no está aceptado por la Academia de la Lengua, a pesar de su uso y de su origen ortodoxo. Sucedía lo mismo con ‘enrumbar’ que, como sinónimo de ‘encaminar’, la rectora del idioma castellano asienta en su último Diccionario sólo como regionalismo de Cuba, Honduras y Venezuela. Desde hace mucho tiempo, sin embargo, aparece en los diccionarios de colombianismos, con el significado de ‘tomar rumbo, dirigir, dirigirse a’. De él dice el académico don Roberto Restrepo: “…su formación es tan impecable como la de ‘encaminar’ y de otros similares, por lo que descaminados andan los que le hacen el vacío”. Esto mismo se puede afirmar de ‘enrutar’, puesto que está formado por el prefijo ‘en’ y el sustantivo ‘ruta’ (“camino o dirección que se toma para un propósito”), y es, para quienes lo usamos, sinónimo de ‘encaminar’, ‘enrumbar’, ‘encauzar’ y ‘endilgar’. Sí, señor Patiño, ‘endilgar’, que, aunque la acepción más empleada (quizás la única entre nosotros) es la de “endosar a alguien algo desagradable o impertinente”, significa también ‘dirigir, encaminar, facilitar, proporcionar’, etc. No obstante origen incierto, Corominas manifiesta que ‘endilgar’ podría ser una variación del aragonés ‘endizcar’, en castellano ‘enguizgar’ (incitar, inducir). Y él sabe por qué lo dice..