La edad límite de cardenales y obispos
CONTRAPLANO
Por Orlando Cadavid Correa
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Para la jerarquía eclesiástica debe ser muy gratificante que en el actual Pontificado no se relegue a sus miembros a los cuarteles de invierno o como solía decir más gráficamente el ex presidente Alfonso López Michelsen, refiriéndose a los socios del exclusivo club de ex mandatarios, que no se les trate como a muebles viejos, al cumplir los 75 años, edad en la que están plenos de sapiencia, ponderación, madurez y experiencia. El Papa Benedicto XVI, quien cumplirá 83 años el 16 de abril, no quiere, por lo visto, obispos con fecha de vencimiento para la Iglesia católica, apostólica y romana que regenta desde el 2005, cuando sucedió al carismático líder polaco Juan Pablo II.
Por triplicado, en el caso de Colombia, el Papa alemán -el número 265 en la sucesión de San Pedro- le ha demostrado a la cristiandad que no es amigo de aplicar al pie de la letra la norma que sobre edad de retiro promulgó el Concilio Vaticano II, convocado por el bondadoso Papa Juan XXIII, entre 1961 y 1963, que representó la apertura de la Iglesia a los tiempos modernos, de acuerdo con las reseñas periodísticas de la época.
Fiel amante de los gatos que tienen siete vidas, el Sumo Pontífice procura que la ley entre por casa, al negarse a aceptar las dimisiones forzosas de los obispos septuagenarios, en consideración a que los supera con creces en materia de calendarios a cuestas.
Se supone que esta afectiva defensa de los jerarcas que han hecho su ingreso a la tercera edad tiene aplicación en los demás episcopados del mundo católico y debe ser de buen recibo, como en el caso colombiano, entre la grey de cada diócesis.
Al mejor estilo del presidente Uribe, quien suele pasar por alto las pocas dimisiones que le llegan a Palacio, porque de su gobierno se va el que quiere sino el que puede, el Papa se abstuvo primero de considerar la renuncia del Cardenal y arzobispo de Bogotá, monseñor Pedro Rubiano Sáenz (foto), quien fiel a las reglas pontificias, dimitió al arribar a la edad límite establecida para los prelados en funciones, aunque los cardenales están habilitados para votar en los cónclaves romanos hasta los 80 años cumplidos. Benedicto le renovó su absoluta confianza al purpurado Rubiano, autor de la famosa parábola del elefante samperista, y le ordenó que continuara en la alta dignidad hasta cuando el cuerpo aguante.
Una respuesta parecida le dio meses después el papa Benedicto a la renuncia del Arzobispo de Manizales, monseñor Fabio Betancur Tirado (foto), quien pasó la carta a la Santa Sede porque a sus quebrantos de salud se unía su próximo arribo a la edad límite para los pastores en funciones eclesiásticas. No sólo lo ratificó sino que le nombró como obispo auxiliar a monseñor Gonzalo Restrepo para que lo ayudara a llevar el peso de su Arquidiócesis.
El Sumo Pontífice tampoco consideró la renuncia del prelado manizaleño Alberto Giraldo Jaramillo (foto, abajo), quien permanecerá por otro tiempo (un año más) al frente del arzobispado de Medellín, pese a que acaba de cumplir los 75 años del retiro que ha dejado de ser forzoso, al menos por ahora, en el Vaticano. Lo extraño es que no haya sido exaltado al cardenalato un pastor de la talla de monseñor Giraldo, quien ha hecho una admirable gestión en la Iglesia paisa.
Se sabe que el gobierno vaticano, por instrucciones del Papa Benedicto, ha comenzado a cambiar las estrategias para escoger a los prelados de la Iglesia en el mundo. Ahora les practican un estudio más minucioso a los candidatos a ser obispos o arzobispos, procurando que no tengan manchas en su pasado. Los prefieren intachables a inteligentes, a fin de evitar episodios tan bochornosos como el protagonizado por el ex obispo y actual presidente de Paraguay, Fernando Lugo.
La apostilla: Momentos antes de la audiencia pontificia en la que el periodista colombiano Herbin Hoyos le entregó el llamado “Casco de la Paz” a Benedicto XVI, sacerdotes encargados del protocolo vaticano hicieron fuerza porque al adalid de la cruzada radiofónica a favor de los secuestrados por las Farc no le diera por ponérselo en la cabeza al Sumo Pontífice, teniendo en cuenta el antecedente con el carriel que el presidente Uribe le llevó al inolvidable Papa Juan Pablo II.