¿Dónde está Javier?
Todo empezó cuando se sometió -sin contárselo a nadie- a una operación ambulatoria de cataratas, en una clínica oftalmológica de Manizales, que no duró más de veinte minutos, gracias al maravilloso avance de la ciencia del rayo láser.
Enterado por el correo de las brujas de que Javier ingresaba al quirófano, propaló la especie de su hospitalización, debido a una “gravísima dolencia”, el abogado Rubén Darío Nieto, a quien el “moribundo” de marras suele llamar su “ahijado”. El episodio tiene una explicación: este incorregible guasón de la urbe cafetera no suele medir el tamaño de sus tomaduras de pelo.
La falsa versión que puso a circular el más exagerado de los bromistas manizaleños llegó a la radio y se regó como pólvora en la ciudad, mientras Ríos abordaba en Pereira un avión que lo llevó en compañía de su actual Dulcinea a la capital santandereana, donde ella intervino en un foro sobre economía solidaria.
Nieto iba malográndole el paseo a su “padrino” a la ciudad de los parques, mientras parientes y amigos buscaban inútilmente al tipógrafo -r- en hospitales y clínicas. Don Javier recibió por celular decenas de llamadas de familiares y relacionados que indagaban por su estado de salud. Le tocó dedicarse a convencerlos de que se encontraba sano y salvo, aunque con un ojo tapado para entrar en la onda postoperatoria que puso de moda el banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo. O sea que, parodiando la vieja canción con música de acordeón, el papá de Angélica “no estaba muerto… no estaba de parranda… estaba de paseo medio académico en Bucaramanga… Javier no muere todavía”….
Javier Ríos RamírezLa travesura de Nieto le sirvió de termómetro a Ríos para medir el gran aprecio que le tienen sus paisanos. Si a Abel Antonio le dedicaron cuatro noches de velorio, Javier y Alba se quedaron cuatro días con sus noches en Bucaramanga, riéndose del susto que les proporcionó el autor de la pesada chanza.
Ríos no necesita estar sobre las cuatro patas de una cama, en una clínica, para convertirse en noticia.
Nosotros recordábamos -a propósito de la celebración de sus 70 años- que lo primero que aprendimos los periodistas que tuvimos el privilegio de formarnos en Manizales, en los años 60, era que para poder estar al día sobre lo que estaba pasando en Caldas había que mantener comunicación permanente con él. El meridiano noticioso de la región pasaba por las vitrinas y los mostradores de la Tipografía Cervantes, primero, y de Poligráficas, después. Eucario Bermúdez, su gran amigo de la primera juventud, lo apodaba “Radiodifusora Ríos” porque mantenía las antenas en permanente actividad. Se las sabía todas.
Es fácil resumir la hoja de vida de esta fuente de altísima fidelidad que tanto ha tenido que ver con nuestro ejercicio periodístico:
Nació en Chinchiná. Hizo la primaria en materia de civismo en la Junta de Ornato del barrio Chipre y la secundaria al lado del Padre Adolfo Hoyos Ocampo y Gustavo Robledo Isaza, en la Sociedad de Mejoras Públicas. Godo de tuerca y tornillo, ofició como fiel escudero de los jefes conservadores José Restrepo Restrepo y Fernando Londoño Londoño. Embarcó en la política a Pilar Villegas de Hoyos. Nunca lanzó mueras o abajos contra el Partido Liberal y uno de sus mejores amigos fue el jefe bermejo Jaime Chaves Echeverri. Fue concejal de Manizales cuando los corporados le prestaban este concurso a la ciudad sin cobrarle un peso al tesoro municipal. Manejó con absoluta transparencia la hacienda pública en las alcaldías de Milton Gaviria y de Jairo Antonio Mejía. Posee el más rico anecdotario sobre el Caldas de ayer, en todos los órdenes. Y tiene una manera muy divertida de contar sus pequeñas historias. Entre sus muchas satisfacciones figura el haber sacado con un espejo de Llanitos, una vereda de Villamaría, y traído a Manizales, al veterano educador y periodista Carlos Ernesto González Alzate, empeño en el que lo acompañó el inolvidable Gustavo Castaño Abad, el gran declamador de la comarca. ¡Larga vida para esta fuente de tan buena tinta!
La apostilla: Se encontraron dos abogados con su colega Rubén Darío Nieto, “El Pinocho moderno”, en los pasillos de la Fiscalía de Manizales, y uno tan guasón como él le espetó esta pregunta: Oíste, Rubén, ¿por cuánto me haces un chisme, poniendo yo los materiales?