Darío Restrepo
Complementan el matriarcado sus hijas Sofía, Paula y Daniela. Con este harén, sumado a su talento, talante y cargaderas, "cualquiera" se gana el Simón Bolívar por su vida y obra periodísticas.
Tiene mala memoria, inmejorable truco para ser feliz: Ni él ni sus biógrafos recuerdan sus tiempos de Lambicolor (Noticolor), informativo que dirigió en dueto con el pastor Darío Silva, quien hizo el tránsito del turbayismo cerrero a la teología en la Iglesia Casa sobre la Roca.
Lambicolor cumplía el papel que hoy ejercen, ejemplarmente, José Obdulio Gaviria y Uribito. La historia se repite con distinta próstata.
Restrepo Vélez Darío, como lo llamaban en la escuela Córdoba, de Medellín, se salió del libreto y en lugar de buscar el sueño-insomnio bogotano como hicimos otros provincianos, optó por el sueño pastuso. Algo exótico, tratándose de un paisa de Ciudad Bolívar, donde nacen los altivos "argentinos del Suroeste", enemigos personales de la modestia.
En Pasto apagó incendios como bombero involuntario. Luego redactaba la crónica del fuego extinguido. Copiándose del humor pastuso impondría otra forma inteligente e irreverente de presentar noticias en televisión? sin empelotarse.
Producto de ese humor fueron los osos originales que hacía en el Noticiero En Vivo. O como presentador de Citytv, en mangas de camisa, no precisamente bajadas con horqueta de El Hueco. Así notificó que no solo Yamid Amat ha impuesto su receta periodística en televisión. Prefiero la de Darío.
Otra exclusividad de la casa: usa cargaderas a lo Hernando Santos o Larry King. Lleva su excentricidad al virtuosismo sartorial de combinar rayas con cuadros. En casa nunca me alcahuetearían ese lapsus.
Sus amigos de cuando era "feliz e indocumentado" reportero le decían el "Muerto". Lo pusieron así, irónicamente, por avispado y por cierta palidez facial que nunca fue de hambre.
Cómo será de innovador que en su optimista discurso para recibir el Simón Bolívar en el que reivindicó su condición de reportero, citó primero al Zorro Héctor Rincón que a Saramago. De paso, le acusó las cuarenta, con exquisito desparpajo, al mandamás del Ubérrimo.
Todos los años, a la hora de adjudicar el Simón Bolívar a la vida y obra de un periodista, derrotan a mi eterno candidato, Jorge Yarce, fundador de Colprensa.
El establecimiento periodístico no le perdona que en su billetera de célibe perpetuo lleve siempre una estampita de Escrivá de Balaguer.
Pero sentí un fresco con el premio otorgado a un señor reportero, el vivo que se abstuvo de morir para no contrariar a su padre quien, desde el más allá, le ordenó seguir en circulación para seguir sorprendiendo.