8 de octubre de 2024

Brasil, por qué seduce al mundo

25 de octubre de 2009
25 de octubre de 2009

Brasil, por qué seduce al mundo

BELLEZA MARAVILHOSA. La brasileña Gisele Bundchen, la modelo más cara del mundo fotografiada por Mario Testino Foto: Mario Testino

 

"Yo tenía, sobre el Brasil, la idea pretenciosa que tiene sobre él todo europeo y norteamericano (…) imaginaba que Brasil fuera una república cualquiera de las de América del Sur, que no distinguimos bien una de otra, con un clima caliente, insalubre, con condiciones políticas de intranquilidad y finanzas arruinadas, mal administrada y sólo parcialmente civilizada en las ciudades marítimas, aunque con un bello paisaje y con muchas posibilidades desaprovechadas", relataría luego el vienés, en 1941.

Al observar el potencial brasileño, así como las singularidades de su pueblo y su particular problemática, Zweig no dejaba de sorprenderse por el pobre conocimiento que existía sobre Brasil en los círculos políticos y académicos, señalando como ejemplo de ello la obra de un colega inglés que lleva a su personaje principal a Río de Janeiro para aprender español.

Esta visión, que muestra a Brasil como un gigante adormecido condenado a ser ignorado por el concierto de las naciones más poderosas del mundo siempre formó parte de la mitología e hizo célebre aquel chiste que dice que "Brasil es el país del futuro. y siempre lo será", y que muchos atribuyen al propio Zweig.

¿Qué sucedió, entonces, para que Brasil hoy esté en boca de todos?

De Collor a Lula

En 1994, cuando era ministro de Economía de Itamar Franco, Fernando Henrique Cardoso instauró el Plan Real. Sería la fórmula para terminar con la inestabilidad económica de un país que desde 1969 había conocido los experimentos de siete monedas. Hoy lleva 15 años de estabilidad financiera.

El consenso en torno a la política económica no sólo premió a Cardoso con dos presidencias (1995-2002), sino que también dio lugar a otro valioso consenso: el político. Desde el retorno de la democracia en Brasil, en 1985, la única interrupción constitucional fue provocada por la renuncia de Fernando Collor de Mello (1990-1992), quien dejó el gobierno frente a las fuertes denuncias de corrupción que habían salpicado su gestión. Desde entonces, Brasil ha tenido 17 años de estabilidad política en términos de gobernabilidad.

Y es justamente ese consenso político-económico el que permite explicar a Lula da Silva, un fenómeno mayúsculo de la reciente historia política brasileña. Su campaña y su ascenso no fueron sencillos: originalmente un dirigente metalúrgico de posturas radicales y sin siquiera educación secundaria, fue derrotado tres veces consecutivas en las urnas y, finalmente, "disciplinado" por el electorado y el mercado brasileño.

¿Cuánto cambió Lula? Veamos: cuando el ex presidente Cardoso tuvo que hacer una evaluación sobre su sucesor le dio "entre 7 y 8 puntos" sobre 10, aun después de lanzarle críticas sistemáticas por la televisión. Esto es indicador de la inédita aquiescencia que hoy reina en el sistema político de nuestro vecino país.

Con más de un 80% de imagen positiva en su séptimo y penúltimo año de gobierno, hoy Lula es el presidente más popular de la historia brasileña desde que se conocen las encuestas. ¿Cómo alcanzó semejantes números? Simplemente, mantuvo las políticas que dieron un buen resultado a su predecesor, y colocó el acento en la cuestión social, pero sin ninguna pretensión de "reinventar" el país.

Pese a los cambios, Lula guarda un singular afecto por el uso de la palabra, quizás herencia de su pasado sindical. Hace poco se editó el Diccionario Lula, en el que se detallan -desde la A hasta la Z- sus frases más célebres. Por ejemplo: "La crisis financiera fue provocada por rubios de ojos azules" o "Chávez es el mejor presidente que ha tenido Venezuela en los últimos cien años".

Popular, no populista

Lo notable es que, a pesar de sus fuertes declaraciones, Lula no es percibido como una potencial amenaza para Washington, ni suscita la desconfianza en los inversionistas extranjeros. La explicación es simple: Lula es popular, pero no populista.

Ejemplo de ello puede encontrarse en su discurso antinorteamericano. Lula no sólo evita apelar al "antiyanquismo" como herramienta para marcar sus disidencias respecto de Estados Unidos -como sí lo hacen varios mandatarios de la región-, sino que ha sido uno de los pocos presidentes latinoamericanos en mantener una excelente relación personal con el cuestionado mandatario norteamericano George W. Bush.

También puede encontrarse esta particularidad de Lula en una de las decisiones más sensibles de toda su gestión: el rechazo sistemático a la posibilidad de un tercer mandato mediante la reforma constitucional. De esta manera, la democracia brasileña aprobó el examen de los frágiles gobiernos que dependen de la suerte de un presidente circunstancial, lo que hace a Brasil aún más atractivo como paradigma latinoamericano.

Puertas afuera

Otro consenso que se alcanzó entre la dirigencia brasileña, y que otorga a Brasil una extraordinaria proyección internacional, es en el campo de la política exterior. ¿Cuáles fueron las claves? Puede señalarse la apuesta por una fuerte Cancillería (Itamaraty), una destacada diplomacia presidencial, expresada a través de los viajes de los mandatarios brasileños al exterior en los últimos años, y la diversificación de sus relaciones diplomáticas.

El gobierno de Lula creó 400 nuevos cargos para diplomáticos de carrera y abrió 36 nuevas representaciones diplomáticas en el exterior, contando actualmente con 94 embajadas en destinos tan diversos como Corea del Norte, Gabón, Bangladesh, Sri Lanka y Tanzania. Brasil apunta a contar con 1400 diplomáticos profesionales, y tiene más de 200 representaciones en el exterior repartidas entre embajadas, consulados, misiones comerciales y escritorios.

La diplomacia presidencial resultó otra exitosa medida para colocar a Brasil en el centro de los escenarios del mundo.

Esta vocación fue descripta por Lula con una extraordinaria sencillez al manifestar que "en este mundo globalizado, un país con el potencial productivo de Brasil no puede quedarse sentado en una silla esperando que la gente venga a descubrirlo", como respuesta a un oyente del programa Café con el Presidente que le había preguntado si no consideraba que estaba viajando demasiado al exterior.

Esta modalidad ya se venía vislumbrando desde la gestión de Cardoso, quien realizó 115 viajes al exterior durante sus ocho años de gobierno, política que en la actualidad fue reforzada por Lula, que ya casi duplicó a su predecesor, con más de 200 viajes en sus siete años de mandato.

El canciller Celso Amorim también se destaca como un fiel soporte de la diplomacia presidencial: desde que asumió su cargo en 2003 hasta abril de 2008 realizó nada menos que 210 viajes al exterior, ganándose el apodo de "Duracelso" en Itamaraty. De esta manera, cada día que pasa es menor el número de gobiernos que pueden alegar no haber conocido personalmente a Lula o a su canciller.

Los viajes de Lula y Amorim al extranjero han sido retribuidos por la gran cantidad de dignatarios que visitan semanalmente Brasil, provenientes de todas partes del mundo: en los últimos dos años pasaron por Brasilia los mandatarios de Lituania, Eslovenia, Timor Oriental, Corea del Sur, Indonesia, Sierra Leona, Namibia, Nigeria y Filipinas.

Uno de los logros más destacados de la diplomacia presidencial se registró en el ámbito del deporte, donde Lula puso todo el peso de su popularidad para obtener tres triunfos destacados: ser sede de los Juegos Panamericanos 2007, del Mundial de Fútbol 2014 y de los Juegos Olímpicos 2016, un hecho inédito en América del Sur.

Adios al paisinho…

En el ámbito internacional, Brasil logró una destacada proyección en foros internacionales y procura una mayor participación en organismos multilaterales, como el FMI, Banco Mundial y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Es interesante resaltar que en sus esfuerzos por ayudar a los llamados países "emergentes" y más pequeños, el gobierno brasileño se sitúa como potencia: luego del desendeudamiento de Brasil con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2005, en un lapso de sólo cuatro años se convirtió en acreedor del mismo organismo. Tras el préstamo de 10.000 millones de dólares al FMI, Lula dejó clara la intención de su país al comentar: "Dejamos de ser un paisinho" (algo así como una republiqueta).

Los pares de Brasil, en todo caso, están en el grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China), y materializan así el documento de la consultora financiera norteamericana Goldman Sachs, que proyectó que estos países serían las economías dominantes hacia el año 2050. Este documento fue explotado políticamente por Brasil para estrechar sus vínculos con otras tres potencias que cultural y políticamente poco y nada tienen que ver con el país sudamericano, pero que, sumadas, ocupan el 22% de la superficie continental, el 41,6% de la población mundial y amasan el 27% del PBI mundial.

Para ello, los cuatro jefes de Estado del grupo BRIC se reunieron a principios de año en Rusia buscando materializar su potencial y qué posiciones conjuntas podrían alcanzar para influir en el proceso de toma de decisiones a nivel mundial.

De armas tomar

Otro campo donde Brasil actúa como potencia es el estratégico-militar: expandió su protagonismo en ese terreno tras liderar la misión de paz en Haití -país intervenido por las Naciones Unidas desde 2004- y, también, gracias a su reciente multimillonaria compra de equipamiento militar francés con el fin de tener acceso a la tecnología nuclear -el único aspecto en el que está rezagado respecto de sus socios del BRIC- para fortalecer su reclamo de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, hoy ocupado por cinco potencias nucleares.

Su pretensión de desempeñar un rol preponderante en las relaciones internacionales explica también una de las particularidades de la política exterior brasileña: llevarse bien con la mayor cantidad de naciones, independientemente de su forma de gobierno. Como es de esperarse, esto le ha valido fuertes críticas por parte de organismos de derechos humanos ante la ausencia de condenas a regímenes poco democráticos, pero al mismo tiempo esta extraordinaria tolerancia le ha significado un destacado reconocimiento por países tan antagónicos como Cuba, Estados Unidos, Irán e Israel.

My man, mi hermano

Barack Obama lo llamó, a principios de año, "my man"… Pero Fidel Castro se refirió a él como "mi hermano". En el mismo sentido, en su última visita a la región, el canciller israelí, Avigdor Lieberman, le solicitó a Lula la mediación de Brasil con Irán en momentos en que el gobierno brasileño aguarda ansiosamente la visita del mandatario iraní, Mahmoud Ahmadinejad.

Sus políticas sociales también le han dado una singular proyección a Brasil, a partir de iniciativas tales como Hambre Cero y Bolsa Familia. A principios de año, Jacques Diouf, director internacional de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), manifestó su interés en implementar Hambre Cero a nivel mundial y, más recientemente, el gobierno de El Salvador convocó a los artífices brasileños de Hambre Cero y Bolsa Familia para su aplicación en ese país.

El liderazgo que Brasil procura en el mundo lo obliga a darle una importancia central a la región, y para ello impulsó la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur), en busca de un ámbito de diálogo con sus propios vecinos fuera de la órbita de Estados Unidos y México, el otro gigante latinoamericano.

En la región, el gobierno brasileño intenta constantemente disminuir cualquier tipo de resistencia o recelo provocados por su creciente protagonismo, y con ese propósito otorga créditos del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social para proyectos de infraestructura (recientemente abrió una oficina en Uruguay), o tolera algunos costos políticos, como permitir que el gobierno de Evo Morales en Bolivia haya nacionalizado su gas en desmedro de las inversiones que Petrobras, la petrolera brasileña, tenía en ese país, o decide pagar el triple por el precio de la energía que genera la represa hidroeléctrica binacional Itaipú, que comparte con Paraguay.

Asignaturas pendientes

Aun con todos sus avances, Brasil tiene deudas pendientes en materia política y social. La clase política es noticia constante por escándalos de corrupción o infidelidad partidaria, en casos que alcanzan a todos los partidos por igual. La reforma política también es una cuestión pendiente. Además de los hechos que llevaron a la renuncia de Fernando Collor de Mello en 1992, el escándalo del mensalão (2005) sacudió fuertemente al gobierno de Lula luego de que se develara un complejo esquema de sobresueldos a legisladores brasileños para la aprobación de las leyes de gobierno. Lula no fue inmune a sus efectos y pagó un fuerte costo en imagen, que lo llevó a tener que pasar por el examen de la segunda vuelta para lograr la reelección en 2006.

No obstante, cabe señalar el destacado rol que cumple la Justicia Electoral brasileña, que entre 2000 y 2007 despojó de sus cargos a 623 políticos vinculados con hechos de corrupción durante la campaña electoral o por infidelidad partidaria, y en lo que va del año ya se ha cobrado el mandato de tres gobernadores por probadas irregularidades durante el período electoral.

Otro flanco es el social. Además de la violencia imperante en tierras de nadie, como son la mayoría de las favelas de Río, o el terror que siembra el crimen organizado en São Paulo y que alcanzó su punto más álgido en 2006, recientemente se dio a conocer la última medición del índice de desarrollo humano (IDH), un indicador que mide la esperanza de vida, la tasa de alfabetización, la educación y el PBI per cápita: en él se ubica a Brasil en la 75ª posición entre los 182 países que mide anualmente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

En materia de desigualdad, Brasil ocupó el 7º lugar -el ingreso del 10% más rico es 40 veces superior al del 10% más pobre-, estadística nada envidiable y sólo superada por Namibia, Bolivia, Comoras, Colombia, Haití y Panamá. También constituyen una preocupación la mortalidad infantil y la tasa de analfabetismo, actualmente ubicada en un 9,8 por ciento.

A pesar de su compleja problemática social, el estudio del PNUD destacó que Brasil viene creciendo de manera gradual en los últimos 20 años, y presenta mejores resultados respecto de sus vecinos latinoamericanos.

Esta aseveración coincide con el último relevamiento del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), realizado en septiembre de 2008, donde se destaca que 2,5 millones de brasileños ingresaron en el mercado laboral y que la tasa de desocupación cayó un digito (ver recuadro), lo que constituye el mayor avance en este rubro desde 1996. El ingreso promedio del trabajador aumentó un 1,7%, y lo más notable es que 3,8 millones de brasileños salieron de la pobreza -hoy, el 16% de la población está bajo la línea de pobreza-, lo que en Brasil supone una reducción de pobres en más de la mitad desde 1993.

Otro dato que merece destacarse es el avance en materia de la desigualdad: el último relevamiento del IBGE registró una caída de 1,3 puntos en la brecha de desigualdad. En lo que se refiere a la erradicación del narcotráfico y la violencia, presentes en las favelas y fuera de ellas, sigue siendo una deuda pendiente, pero los Juegos Olímpicos en Río presentan una inmejorable oportunidad para ocuparse mejor del tema.

Esto demuestra que, a pesar de estar aún rezagado en varios aspectos sociopolíticos, los últimos gobiernos han realizado significativos avances sobre las deudas pendientes de Brasil, y éste es un aspecto que ningún gobernante podrá descuidar.

La más feliz del mundo

El último relevamiento del índice Marca País, que realiza anualmente la consultora Anholt-GFK Roper en 35 países -que mide la percepción de 25.000 entrevistados sobre una amplia gama de variables, como la gente, la cultura, el turismo, el gobierno o la economía de una nación- ubicó a Brasil en el puesto 20, el país de América latina con mejor imagen en el mundo, superando incluso a la Argentina y a Chile.

Este estudio coincide con el reciente título que obtuvo Río de Janeiro, que por el sondeo que realiza anualmente la revista Forbes a través de una encuesta a 10.000 personas en 20 países fue bautizada recientemente como "la ciudad más feliz del mundo".

Razones no faltan: además de sus playas, la superioridad brasileña en el deporte más popular del mundo, el encanto singular de la bossa nova, que unió a Tom Jobim con Frank Sinatra, y el carnaval carioca, entre otras particularidades, han sido tradicionales credenciales brasileñas para el exterior desde hace más de cuatro décadas.

El aumento exponencial del turismo en Brasil en los últimos años también contribuye a explicar la inserción a nivel mundial de este país, que de contar con un promedio de 1,5 millones de turistas por año durante la década del 90 pasó a tener más de 4 millones en los últimos años. Según encuestas del ministerio del área, el 75% de los turistas visita Brasil por sus bellezas naturales, pero cuando se les pregunta sobre sus particularidades, ellos señalan que encuentran la "alegría de su pueblo" como una de las principales características, además de su "simplicidad, disposición y esperanza".

¿Y después de Lula?

El año próximo habrá elecciones presidenciales, pero ya no estará en danza la figura emblemática de Lula. No sólo los principales candidatos a la presidencia -como la oficialista Dilma Rousseff (ver recuadro) y el opositor José Serra- carecen del carisma que le sobra al actual presidente brasileño, sino que además hoy está más cerca de llegar al poder la oposición que el oficialismo.

No obstante, sería un error acotar el potencial de Brasil a la suerte de un presidente o de un gobierno circunstanciales. Sucede que hoy están trazados los lineamientos políticos, económicos y estratégicos a mediano y a largo plazo, independientemente del mandatario de turno, y es de destacar también el hecho de que ninguno de los candidatos con probabilidades de llegar al poder que se alistaron para suceder a Lula utiliza un discurso mesiánico o reformista.

Lula heredó una sólida economía de manos de su predecesor, Cardoso, pero también él dejará buenas herencias y, entre otras cosas, permitirá a su sucesor usufructuar del submarino de propulsión nuclear, las multimillonarias reservas petrolíferas encontradas en la llamada capa presal, que prometen autoabastecer a Brasil en materia energética por primera vez en su historia, y también la inauguración del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, gracias a los cuales todo el mundo tendrá sus ojos puestos en Brasil con apenas dos años de diferencia.

Esta mentalidad consistente en mantener vigentes los logros de sus predecesores y de constituir políticas apostando a que el beneficiario siempre será Brasil permiten tejer políticas de Estado a largo plazo y contribuyen a explicar la creciente proyección de Brasil, que actualmente es la décima economía del mundo y apunta a ser la quinta en los próximos veinte años.

Este enorme potencial que tiene Brasil y que hoy parece estar desplegando ya fue observado con agudeza por Zweig en 1941, cuando dijo: "Muchas veces me quedé sorprendido de ver cuántas ideas confusas y deficientes, aun personas cultas e interesadas por asuntos políticos, poseen sobre ese país que, indudablemente, está destinado a ser uno de los más importantes factores del desarrollo futuro del mundo". ¿Habrá llegado esta hora para Brasil? Los próximos años lo dirán, pero todo indica que va en la dirección correcta.