A ningún Pereira.
Si este análisis fuese correcto, bien vale la pena decir que Pereira ha vivido entonces a merced del trabajo ajeno y que no ha tenido la capacidad de crear industria y con ella un empleo estable. La invasión que ha tenido la ciudad de grandes supermercados ha posibilitado una gran oferta de empleos con salario mínimo, pero las ganancias salen del país o se van para otras ciudades.
Hay, sin embargo un factor sobre el cual poco o nada se ha dicho. Ese factor está relacionado con la gran cantidad de inmigrantes que llegan a Pereira de los municipios aledaños e incluso de otros departamentos. Desde luego que ese fenómeno es imposible eliminarlo, pero estamos hablando de un porcentaje muy elevado de compatriotas que vienen en busca de unas mejores condiciones de vida, derecho que es imposible negar.
Existe un factor que ha influido desde hace mucho tiempo en un crecimiento vertiginoso de la población de la ciudad, a tal punto que hubo momentos en los cuales, en una década, duplicó su población. Se ha hablado de una “ciudad sin puertas”, “la querendona trasnochadora y morena”, “Pereira lo tiene todo”, “Pereira, una ciudad de oportunidades” y otros muchos títulos que hacen apetecible la inmigración a la ciudad. El problema es que el crecimiento de su población no va de la mano de un aumento del empleo y de las ofertas que pueda brindar la ciudad en materia de servicios públicos: agua, luz, alcantarillado, vivienda, vías de comunicación, etc.
Comentario aparte merece la situación de la población indígena que se ha venido desplazando a la ciudad, en donde encuentra ofertas que no tienen en sus asentamientos. Y aquí es donde bien vale la pena que nos detengamos a pensar que es la inversión en las poblaciones periféricas y en el campo la que puede aminorar un crecimiento desmesurado de la población en las ciudades. Siempre he sostenido que los indígenas se vienen a la ciudad, simplemente porque las condiciones de vida que tienen en sus resguardos, no es el más adecuado. Lo mismo podemos decir del campesino y del hombre que vive en pequeños pueblos, en donde no encuentra fuentes de trabajo o en donde los productos del agro no le permiten tener unos ingresos dignos. Es decir, que si los esfuerzos se concentran en aumentar las ofertas en la ciudad, no puede extrañar que ello genere una continua avalancha de inmigrantes, de la misma manera que sucede con la población colombiana que busca afanosamente, empleo en otras latitudes.
Porque: ¿qué sentido tiene que tengamos una oferta muy favorable como consumidores si no tenemos la posibilidad de generar ganancias para adquirir esos productos? Es evidente que todo consumidor debe a su vez ser productor, de lo contrario, llegará el momento en que no pueda consumir o tenga que emigrar.
Y como para morirse de la risa, el anuncio del señor gobernador de Risaralda: que están buscando contacto con los mercados de Ecuador y Venezuela para exportar algunos productos a esos países, en un momento en que se pide a los exportadores que miren hacia otros países, debido a la crisis diplomática que se vive con esos países.