Naomi Campbell, la belleza más temida
Con 25 años de carrera, Naomi Campbell tiene un máster en iconografía pop. Una fábrica de noticias, tópicos y medias verdades a la que, con 39 años, pretende poner freno. Pese a lo mediático de su figura, lleva dos décadas cultivando cierto misterio e inaccesibilidad. Y ésa es la faceta que ahora quiere explotar. "Nunca enseño quién soy en realidad. Y no creo que lo haga nunca", resume.
Antes de la entrevista, el trío de habituales -peluquero, maquillador y "diseñadora de pestañas"- la peina y maquilla en un silencio sepulcral. Nada hace pensar que se conocen; quizá por eso los elige. Teclea dos celulares que guarda en el bolso que tiene en la falda. Con exhibicionismo, como exige el personaje. Durante la entrevista tampoco dejará de hacerlo. Según dirá después, había un tercer móvil, pero se le cayó el otro día al mar. Lo consigue. Todo el mundo está nervioso.
La publicista avisa que, entre otras muchas cosas, no se le puede preguntar por su relación con el multimillonario ruso Vladimir Doronin, el hombre que, según la prensa inglesa, podría llevarla al altar y por quien ella estaría dispuesta a abrazar la fe ortodoxa. Tampoco, por ninguna otra relación anterior. Ni por sus problemas legales. Ni por qué está en Ibiza. Ningún dato que dé alas a los ávidos paparazzi españoles, dice. Naomi está en paz, feliz, tranquila; ha convocado a mucha gente para esta producción y conviene no tentar a la suerte. Sí se puede hablar, y mucho, de sus obras humanitarias y de su colaboración con Dolce & Gabbana como imagen de uno de sus últimos perfumes.
"Yo simplemente actúo, no busco credenciales. Pero, por más que pienso que el año pasado se avanzó mucho en esta dirección, este año hemos desandado todo lo andado. Porque no veo a ninguna mujer negra, o de ninguna otra raza [sic], en grandes campañas publicitarias". Campbell se refiere a la publicación, en 2008, de un número especial de Vogue Italia que denunciaba el racismo de la industria y en el que sólo aparecían mujeres de color, entre ellas, Naomi y otras modelos históricas. "Eso hizo ruido, estuvo bien, pero desafortunadamente estamos igual que antes. La gente, con el pánico de la crisis, no se atreve a poner a una chica de color en su campaña, y punto. Es una vergüenza."
-¿Es irrepetible el fenómeno de las supermodelos?
-Fue algo único, no se puede volver atrás. Era espontáneo, no estaba planificado. Ahora todo es más corporativo. Ahora que la verdadera belleza radica en la herramienta de licuado del Photoshop, un rostro y unas medidas perfectas han perdido cuota de poder. Y lo que resulta es un nuevo perfil de modelo menos caprichosa y menos problemática. Menos estrella. Sin embargo, el mismo sistema que soslayó la figura de la supermodelo a finales de los noventa, reivindica hoy su viejo poderío, aún por superar.
En las últimas temporadas hemos visto a Evangelista en campañas de Prada, a Schiffer en Ferragamo, a Campbell y Turlington en YSL… Mientras sus compañeras se retiraban gradualmente de los focos, serenándose en el papel de madres y empresarias, Campbell, acaso la más impresionable de todas, seguía al pie del cañón. Y encontró en los proyectos benéficos el objetivo en el cual volcar toda su célebre energía. Como embajadora global de la ONG White Ribbon Alliance (WRA), denuncia que "cada minuto alguna madre muere embarazada o en el parto en los países en vías de desarrollo. Casi siempre muere también su hijo. La WRA trata de recaudar fondos y concienciar sobre esta causa". Pero su labor en este campo va más allá. La modelo mira la agenda y arma, por celular, desfiles de moda para recaudar fondos. Como el que organizó durante la Semana de la Moda de Londres de septiembre de 2008.
-¿Cree que a veces se banaliza injustamente su dimensión pública?
-No hago obras solidarias para que la gente lo sepa. Llevo haciéndolas desde 1993. Me gusta. Todo el mundo me decía: "Tenés que hacer algo de eso", y no tenían ni idea de que ya lo estaba haciendo. Pero no trato de cambiar la opinión que la gente tiene de mí. Me da igual.
-¿Qué la ha impresionado más en el desarrollo de su trabajo humanitario?
-No soy fácilmente impresionable. Si voy a Soweto, en Johannesburgo, sé con qué me voy a encontrar. Puedo controlar mis emociones: es mejor no llorar.
Campbell desarrolló una relación especial con Sudáfrica. Nelson Mandela premió públicamente su amistad y sus esfuerzos recaudatorios nombrándola "nieta honorífica", pero también mostró malestar por sus conocidas salidas de tono. Hace un año, cuando se celebraba un concierto en Londres con motivo del 90º cumpleaños de Mandela, la diva desapareció de la lista de presentadores del acto tras haber sido arrestada por agredir presuntamente a dos policías en el aeropuerto de Heathrow.
Entre la escoba y la pasarela
Sus problemas con la Justicia han hecho las delicias de la prensa amarilla. En 2000, una asistente la acusó de haberla amenazado con empujarla de un Peugeot en movimiento. Cuatro años después, Campbell ganaba un juicio contra The Daily Mirror por violar su derecho a la intimidad al publicar unas imágenes en las que salía de una clínica de Narcóticos Anónimos. Pero fue en 2007, tras una denuncia de una nueva asistente, cuando Campbell le dio una interesante vuelta a la tortilla. Un juzgado la condenó a realizar un curso para controlar su temperamento y a pasar cinco días de servicio comunitario barriendo suelos en un edificio público de Nueva York. La modelo hizo buenas migas con el resto de trabajadores, a los que invitó a comer en varias ocasiones. Con todo, no evitó que la sentencia se convirtiera en un circo mediático. La prensa y los internautas puntuaban diariamente los looks con los que iba a cumplir condena. Diseñadores y estilistas la llamaban para que vistiera sus prendas.
Cuando hasta una caída de pestañas te convierte en noticia, desaparecer no tiene por qué ser la única opción. Campbell ha disfrutado mucho de ser centro de atención. En ocasiones ha exprimido en exceso ese sitial. Publicar una novela de juventud con la ayuda no acreditada de un tercero quizá no fuera la mejor idea. Lanzar un disco (cruelmente considerado por la revista Q como el sexto peor de la historia), tampoco. Pero su enésima reinvención profesional le ha llevado a entrevistarse con Hugo Chávez y Cristina Fernández de Kirchner para la edición británica de GQ: la repercusión ha sido global (y, salvo por el rumor de algún romance poco creíble, no necesariamente negativa). "No puedo decir que la manera en que conduje la entrevista con Cristina coincidiera con lo que salió impreso -se queja-, pero la que hice con Chávez, sí". Naomi no se amilana ante nadie. "Cristina es adorable. Intenta hacer su trabajo lo mejor posible. Con Chávez, la conversación fue muy fluida. Son líderes sujetos a mucha presión. Su gente los mira buscando liderazgo, quieren que los lleven en la buena dirección." Su faceta filantrópica, además, la llevó a trabajar mano a mano con Sarah Brown, esposa del premier británico, o a cenar con Michelle Obama y varios líderes políticos durante el último G-20, celebrado en Londres. Está orgullosa, pero no se siente cómoda hablando de ello. Desde luego, Campbell tiene una relación difícil con su celebridad.
Que pocas semanas después, The Daily Mail informara que la modelo presuntamente había tenido un nuevo altercado con un fotógrafo en la isla de Lipari (Italia) hace prever que queda Naomi para rato.
Lucas Arraut (El País)