El hombre que duerme en los parques
El matemático que no se baja del bluyín que recuerda los de marca Lee que usaban los muchachos bien de El Poblado hace décadas, recibió en España otro premio por haber cortado orejas como alcalde.
Su sobresaliente de espadas, Belisario Betancur, atravesó el charco para dárselas de arúspice en el acto de entrega del galardón: el hombre que "fue devuelto vivo a los corrales" después de su primer matrimonio, será presidente de Locombia. BB no aclaró en cuál encarnación.
Mientras tanto, Sergio visita llanuras y caminos reales. Donde ve más de un cliente, les echa el mismo discurso. Y los invita a gaseosa con mecato. Desigual batalla clientelista, pues adalides de la reelección reparten notarías, obras, embajadas, contraticos y yerbas afines.
Terminada la premiación rociada con vinillo y unas buenas tapas, el hijo del Negro Raúl en doña Mara, queda más desprogramado que un pensionado. Camino del hotel ve un parque, recuerda el del barrio Boston de sus mocedades, y concluye: "éste es el mío". Y pum, arma su cambuche.
Encaleta pasaporte y euros en partes pudendas, pone a un lado los periódicos del día, se da él mismo el besito de las buenas noches, se encomienda a su ángel de la guardia ateo, y deja los celulares prendidos a un lado. De pronto lo llama el presidente Uribe para anunciarle que será su delfín, dejando colgado de la brocha a Uribito, máster en lagartería. Y Fajardo queda en brazos de Morfeo, único amante que le alcahuetea doña Lucrecia, su segunda mujer y sicoanalista.
Pero los ladrones españoles también pagan arriendo, sus chavales van a la universidad. Los ronquidos de Fajardo en el lugar equivocado alertan a un pillo que no ha bajado bandera. Como ellos no leen prensa porque les dicen cacos o rateros, nuestro hombre ignora que el durmiente será presidente de un país que seguramente desconoce. Pero ve los celulares. Y aprovecha el papayazo.
El Dimas chapetón, con delicadeza exquisita, toma lo ajeno, se cuida bien de no despertar al futuro mandatario y emprende las de Villadiego, que era un señor que también corría mucho.
Con su acto, Fajardo ha sentado la jurisprudencia de que dejarse robar es un deliberado acto revolucionario. Equivale a redistribuir el ingreso a sus propias espaldas. Eso da voticos.
De regreso a Macondo, Fajardo dará la chiva a través de su ex empresa, Caracol. Ahora deberá convencer a sus electores de que no se dormirá si le toca habitar la Casa de Nariño, donde su actual inquilino jamás duerme. O trabaja dormido para no perder un segundo.