Don Jaime
OTRAPARTE
Por Óscar Domínguez G. (*)
Maestro Jaime Ossaba: Una pajarita envigadeña de tacón puntilla me contó que usted empezó a marcar con el ocho adelante. Con Borges, diría que no es viejo: simplemente hace ochenta años es joven.
Reciba un popurrí de felicitaciones. Encantado lo retaría para dejarme ganar (¿¡) una partida de ajedrez en su honor. (Ojalá don Efraín Correa me releve en este empeño).
Mi repertorio no cambia. Sigo guardándole fidelidad de perrito de la Víctor a la Ruy López, cuando juego con piezas blancas. Con las negras, si estoy lanzado, opto por la Defensa Francesa. Con usted aprendimos a disfrutar el ajedrez con blancas o negras. Con el triunfo o el revés.
La parroquia envigadeña, la antioqueña, están en deuda con su prolijo y fértil apostolado en favor del ajedrez. Quien no se haya enriquecido lícitamente con sus luces que enroque largo y desaparezca.
Como los buenos maestros, no se guardó secretos. Al contrario. Practicó el catecismo del Dalai Lama que suelo repetir: "Comparte lo que sabes, es una forma de alcanzar la inmortalidad".
Cuentan mis fuentes de alta infidelidad que sigue trabajando, discreto como el rey en la temprana soledad del enroque corto, rodeado del afecto y perplejidad de familiares, amigos y pupilos, entre los que me cuento.
Me parece ver a los transeúntes envigadeños saludándolo: "Buenas, don Jaime, ¿cómo va la tipografía?, ¿qué tal por la casa?, ¿por qué empeñó la prendería?". No en vano escogió usted un exótico trípode para darse al prójimo: la prendería, la tipografía, el ajedrez.
A usted el don no le queda juanchón . Está bien que lo haya rescatado, pues de él se apoderaron impunemente macabros pisoteadores del código penal. "Poderoso señor es don Dinero".
Positivo: usted se ganó el don a puro pulso. No lo conquistó jugando cartas con los perros del desaparecido café "Libertador". Lo merece gracias a su don de gentes, decencia, amabilidad. Y a su generosidad: a sus abriles no le niega un mate a nadie.
Me robo para usted la pacífica receta de vida que patentó el centenario arquitecto brasileño Oscar Niemeyer: trabajar, tener amigos, ser correcto.
El escritor -y precario ajedrecista- Jairo Morales Henao resumió certeramente su travesía en el bello perfil que le hizo para el libro Imágenes de Envigado , editado en tiempos del alcalde Héctor Londoño.
Decidió vivir bajo el paraguas del bajo perfil. Ha preferido una existencia sin estridencias. Nada de lagartearse los puestos de adelante para que lo vean. No, señor. Ha hecho el bien, como quien juega ajedrez, sin hacer ruido. Sencilla fórmula para pasar siempre inadvertido.
Con razón los envigadeños pasados, presentes e infiltrados, lo aplaudimos. Hacemos la ola por sus primeros ochenta.
Como a usted los elogios le dañan el almuerzo y el sueño, mejor le doy mate a esta nota. Japiberdituyú. Que la griega diosa Caissa, musa de los ajedrecistas, le siga colando el aire.